Foto: Libby Lewis Photography.
Mary Ruefle es una poeta y ensayista nacida en Pittsburgh, Estados Unidos, en 1952. Ha publicado varios poemarios, entre los que destacan The Adamant (1989), galardonado con el Iowa Poetry Prize, Indeed I Was Pleased with the World (2007), Trances of the Blast (2013), My Private Property (2016) y Dunce (2019), finalista del National Book Critics Circle Award. Sus intervenciones sobre textos del siglo XIX han sido exhibidas en museos y galerías y compiladas bajo el título de A Little White Shadow (2006). También ha publicado la colección de ensayos Madness, Rack and Honey (2012), uno de los cuales se incluye en esta antología, y el volumen de relatos The Most of It (2008). Su obra ha sido incluida en antologías de poesía norteamericana contemporánea y ha sido reconocida con premios como el William Carlos Williams Award, el American Academy of Arts and Letters Award y el Robert Creeley Award. Ruefle ha sido docente de escritura en el Vermont College of Fine Arts y en la Universidad de Iowa. En nuestro país destaca la antología Por qué no beso bien, publicada por Kriller71 Ediciones en 2018 por primera vez con traducción de Ezequiel Zaidenwerg y reeditada este año.
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Acerca de la existencia esencial
El caballo montó a la yegua lenta y precisamente
y después paró.
Le molestaba profundamente una hebra de paja.
Lo distraía profundamente el triste juguete
dado vuelta en el árbol.
Lo desconcentraba profundamente media nube
por el rabillo húmedo del ojo.
Y después siguió.
Nada se les olvida a los amantes
excepto quiénes son.
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Bárbaros
Aquí y allá, en medio de los árboles,
las vacas se recuestan en el bosque
a la hora de la siesta
como si el sueño fuese una idea
por la que estuvieran dispuestas
a morir.
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Cuando hablan los adultos
No me interesa en lo más mínimo,
aunque por una moneda podría interesarme.
No me dejaban mover pero cuando se me durmió la pierna
la alenté hasta la línea de llegada.
Cuando cuchichean deberían ponerse un chaleco de plomo.
Sus labios parecen ostras personificadas.
Cuando alzan la voz, por lo general le gritan
al cadáver que era el anterior propietario de este cuerpo.
Podemos suponer sin temor a equivocarnos que uno de ellos nace
a cada minuto del día.
Cuando se me escapó el conejo fue un alivio enorme.
No podía decirlo: ¿quién me entendería?
Así que lloré una semana entera.
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Beso del sol
Si, como dicen, la poesía es un signo de algo
entre la gente, dejemos algo concertado desde ahora
entre nosotros, mientras todavía somos gente: que
al final de los tiempos, que también son el final de la poesía
(y del trigo y del mal y los insectos y el amor),
cuando toda la raza humana se reúna en carne y hueso,
reconstituida hasta el pliegue más ínfimo y la uñita
más diminuta del bebé, yo voy a estar parada al borde
de aquella multitud insondable con una naranja para vos,
reconstituida hasta su semilla más íntima, protegida
por filamentos blancos, en caso de que tengas sed, lo cual
no pareciera ahora mismo una suposición descabellada,
y aunque entonces no habrá poesía entre nosotros,
y al final de los tiempos, con los gansos extintos con los mares,
espero que la aceptes, y recuerdes en la tierra
que yo no sabía tocarla, todo estaba en carne viva,
y si acaso la multitud no tiene bordes
ni otra cosa de la que yo pueda ser parte, voy
a agarrar la naranja y tirarla para arriba lo más alto que pueda.
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Hablar con desconocidos
¿Ves manchas solares? ¿Un amor terrible y poderoso
donde no lo hay? ¿Una grulla damisela hablando con un pato
lama? Muy interesante, pero ahí no hay nada.
Alguna gente agarra rosas eléctricas y las planta en un campo
para bajar el campo a la tierra.
No tiene nada de malo. Soltá el libro.
Mirame cuando te hablo. Soy la máscara de oxígeno
que baja y cuelga en la cabina del avión.
Estoy acá para ayudarte a ser charlatán.
No me interesa tu familia: ni tu mamá,
ni tu papá, ni tu hermano, ni tu hermana, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu amante,
ni tu perro. En Francia, antes la gente se suicidaba
si una cena con amigos salía mal. Es una gran idea.
¿Te interesan los huérfanos que al final
son reyes, o los reyes que quedan en la nada?
¿Cuál es la diferencia entre mirar y ver?
Quítate tus atuendos. Perdón, pero las tortugas cabezonas
de la costa de Carolina se van para África esta noche.
En su defecto, ¿no te gustaría una pera bien helada?
Entrar en un negocio es como entrar
en el delicado estribillo de un poema de Navidad.
¿Qué más podrías querer? Siddharta dijo
que alguien que te roza en la calle
comparte una experiencia con vos por quinientas vidas.
¿Se puede decir que las botellas que se mecen en alta mar
se mueven?
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Lindas manos
Nací en un hospital. Apestaba.
Me bañaron. Cinco años más tarde,
mi cerebro era una lamparita que se apagaba y se encendía parpadeante,
mi alma era un biberón deseoso de estar lleno,
mi estómago, hecho de hormigón, tenía una mesa larga de madera
a la que se sentaban seis gatitos vestidos, cada uno con su bol.
Ahora mi estómago tiene el vigor y el glamour de cien lamparitas de colores
que cuelgan de un cable en una cantina donde alguien con una sábana blanca
está aprendiendo a derramar vino sobre el altar.
Los gatos crecieron, se dispersaron, se multiplicaron
en mi cerebro, donde se pelean por la leche derramada
del biberón –que ahora responde a la descripción de una odalisca–,
con sus pelos de gato parados de punta.
Y mi alma es el cuarto de hormigón
con una mesa de póker inestable donde nadie juega y nadie reparte,
aunque cuando me muera siempre cabe la posibilidad
de que alguien con lindas manos me bañe.
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El carrito
El carrito vacío de las compras está empezando a rodar
por el estacionamiento vacío. Está empezando a actuar
como lo haría Marlon Brando cuando nadie lo mira.
Es una alegría para los ojos, pero tal vez no acabe del todo
bien, como cuando alguien un poquito corto
hace algo encantador y termina muerto.
Tengo las ideas tan pesadas que no podrías levantar
el féretro. Son tan livianas y se alejan tanto
que alguien de uniforme se las quiere llevar detenidas.
Tal vez el mundo esté agonizando, pero no lo creo.
En algún lugar hay una mujer envuelta en velos negros,
que también sonríe. Tal vez sea la víspera de su bautismo,
el día después de que su hijo chocó con un poste.
¿Cómo puede señalar su aceptación de la vida?
¿Y si se le mete un colibrí en la boca? Detesto
esa idea, que pasa zumbando vestida de rojo.
Pero le admiro los guantes. Las manos son insoportablemente hermosas.
Se aferran a las cosas. Las dejan ir.
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Deconstrucción
Creo que las sirenas de La odisea cantaban La odisea,
porque no hay nada más seductor, más terrible,
que la historia de nuestra propia vida, ésa que no queremos
escuchar pero que haríamos cualquier cosa por oír.
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Por qué no beso bien
Porque abro demasiado la boca
tratando de captar las cortinas que hay detrás de nosotros
y todo lo que pasa del otro lado de la ventana
con excepción de ese perrito negro
al que le caigo mal
así que a último momento cierro la boca.
Porque Cipriano de Rore no pensó con claridad
cuando escribió sus motetes sacros y seculares,
porque de lo contrario los habría de un solo tipo,
y esto afecta mis labios terriblemente.
Porque a último momento veo un limón
apoyado sobre una lápida, y eso es algo, algo
que podría parecer imposible, y el beso
se da por terminado definitivamente.
Porque aprendí todo lo que sé sobre lo bello
en una introducción al clima de Borin Van Loon, así
que la naturaleza de las nubes lenticulares y los anticiclones
y varias cosas más se mezclan en mi cabeza
& a la vez me pregunto qué cualidad incide
en que alguien bese bien, especialmente ahora, & que
vos poseés en semejante abundancia: digo, cuando un hombre es capaz
de habitar la incertidumbre, los Misterios & las dudas sin mí
me da un miedo terrible de que se me escape
mientras mi beso trata de pensar qué hacer.
Porque pienso que vas a tratar de leer lo que tengo escrito
en la lengua, y por eso me interrumpo para preguntarme:
¿Vestido rojo? ¿Medias? ¿Y el gallo se murió?
¿Y de qué se murió?
Por esa otra mujer que tengo adentro que sabe
cómo llegaron a mi boca la pollera y las medias rojas
pero sigue haciendo preguntas molestas
que la conducen a su genuina ignorancia.
Porque apenas nuestros dientes se aprestan a ocultarse
me vuelvo una traidora y me olvido de los resultados de las elecciones
y los secretos industriales que permiten la fabricación
de cucuruchos de lana para el helado, que cambiarán
por doquier el futuro de los gusanos de hielo.
¿Será que hasta el mejor besador, para llegar
a su meta, tiene que dejar de lado numerosas objeciones?
Porque cada beso es como tirar para arriba un par
de ojos de muñeca y después tratar de seguirlos con los tuyos.
Sea como sea: ¡Ay, una vida de Besos
en vez de pintar volcanes!
Incluso si mi beso es un pincel de pelos.
Incluso si mi beso es una Conopholis Americana, que es una hierba escamosa
de la familia de las orobanáceas, parásita del roble.
Incluso si un marinero se hiciera a la mar en mí
para ver qué puede amar en mí
lo único que podría amar en mí
sería el hondo y tenebroso fondo del mar en mí.
Aunque sé que no gano nada con salir corriendo
a los gritos en medio de la noche, la noche que es como una boca,
una boca como un cine forrado de terciopelo
con planetas pintados en el cielorraso
donde habrás de encontrarme, tu compañera de vaina,
envuelta en algún altercado hermoso
por la tercera costura del mocasín,
que me exigen para liberarme.
Eso es prosa cruda no poesía
No tiene nada poético