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Raúl Cimas: «Los estereotipos pueden ser odiosos, pero existen»

Raúl Cimas: «Los estereotipos pueden ser odiosos, pero existen»

Lo de Raúl Cimas en Poquita fe rompe los medidores de talento. La nueva serie de Pepón Montero y Juanito Maidagán, esta Poquita fe (Movistar+), trata de una pareja —José Ramón (Cimas) y Berta (Esperanza Pedreño)— a la que le pasan cosas que nos pasan a todos. Tengan fe: esta es una de las series cómicas de la temporada. Doce capítulos de quince minutos, oro molido. Rebosantes de risa, extrañeza y reconocimiento. Nuestros.

Quedo con Cimas en el mercado Tirso de Molina de Puerta del Ángel (Madrid): Juanito, el de la casquería Juanito, le pide fotos, y él parece completamente integrado en el paisaje, como esos trozos de cerdo descuartizado, ese vino del parroquiano o ese besugo con anhelos. Qué bonito empezamos.

***

—¿En qué se parece usted a José Ramón? Lo primero que dirá el espectador es que José Ramón es Raúl Cimas, que es usted interpretándose a sí mismo.

—Hombre, Edu, que somos amigos. Eso se puede llamar “un trabajo muy orgánico” también. Supongo que el ver a alguien de verdad es un logro actoral, aunque sea yo. Me imagino que por eso a mí el personaje me caía guay desde el principio y Esperanza me decía «pero tu personaje es un tal y un cual»… Y yo: «No hombre, no… José Ramón es guay, lo que pasa es que está un poco apalancado».

"José Ramón y Berta no están inmersos en un gran drama. Pero claro, hay personas que no necesitan un océano para ahogarse"

Si vieras Poquita fe sin sonido, así, en un bar, creo que puede parecer cine social, esa literatura o cine sobre la bondad de los vecinos y del barrio o del pueblo contra el sistema capitalista. Pero siempre, como es lógico, se encuentran en situaciones límite. En Poquita fe no están sufriendo hasta ese punto, pero están hastiados… José Ramón y Berta no están inmersos en un gran drama. Pero claro, hay personas que no necesitan un océano para ahogarse. Son personajes que se dejan dominar, con poco atractivo social, que no son nada casi para nadie… Y aun así no les dejan en paz. No deja de ser cómico, curioso y en cierto modo deprimente que la gente tenga interés en personas solo porque sabes que harán lo que les pidas.

—Si tuviese que venderla en el mercado negro de Bangkok, ¿cómo describiría Poquita fe?

—No creo que sea una serie para el mercado de negro de Bangkok, es más de “los invasores” (se ríe y explica que así se llama el mercadillo de Albacete): es una serie pequeña en todos los aspectos. Corta de duración, de historias pequeñas, de personas con una ambición justita. Y esas son las que no tienen precio, porque nos ha costado el triple de lo máximo que podríamos sacar por ella. Yo a la gente le diría: «¿Y lo feliz que eres cuando encuentras una ganga en el mercadillo?». Buena, bonita y barata. Y capítulos de quince minutos donde creo que se puede ver cualquiera reflejado.

—Si viéramos únicamente un fotograma la serie parecería muy madrileña. Pero tras verla completa, yo creo que se parece a todo el mundo.

"Los barrios son así: surgen noticias, cotilleos, alegrías y penurias que se comparten y de alguna manera es oxígeno contra la desidia"

—Bueno, es un barrio cualquiera. Yo a veces leyéndola me acordaba del mío de Albacete. Pero bueno, sí… Madrid tiene esa característica: cuando te estás acercando parece Nueva York y una vez dentro podría ser La Roda. Sobre todo los barrios. Yo casi siempre viví en Legazpi, salí huyendo del centro. No sabía por qué, creo que ahora entiendo que necesitaba más roce, vecinos fijos, historias en las que involucrarme y de las que nutrirme. Los barrios son así: surgen noticias, cotilleos, alegrías y penurias que se comparten y de alguna manera es oxígeno contra la desidia. Y en la serie ese barrio pasa por la vida de Berta y José Ramón, que son una rotonda: carecen de interés y están rodeados de ruido. Son donde todo el mundo va, da una vuelta y se va.

—En Poquita fe se juega con la cuarta pared para buscar el humor. Por ejemplo, con un cubano que no tiene ganas de follar, y el resto de personajes le asumen con tinte racista esas ganas que, en verdad, no tiene. Ahí saltan los estereotipos y el racismo de una forma cómica y tan, tan elegante. Dentro de que transcurre en un bar de barrio, otro hallazgo, claro.

—Al final son los estereotipos: pueden ser odiosos, pero existen. Existen dentro de gente con buen fondo, existen dentro de gente con mala leche, existen como forma de relacionarse, de expresarse, y cualquiera que se dé una vuelta por ahí los puede ver. Reírnos y entender que son primitivos son dos cosas que no están reñidas, porque forman parte de la realidad cotidiana. Las entrevistas son el formato donde los personajes dicen la verdad… Las otras escenas, las de acción, por así decirlo, les muestran generalmente intentando ser algo que no son o mejores de lo que son.

—Últimamente se dedica más a la interpretación. ¿Está más contento de actor que haciendo monólogos o televisión de entretenimiento? ¿Qué le gusta de ser actor?

—Me gusta que parece que lo tengo todo controlado, y no es verdad. He hecho muchas cosas de actor y luego me pilló una época muy heavy en la tele. Cuando acabó Late Motiv pensé «qué bien ha ido todo, pero necesito otra cosa». Necesito cambiar de actividad de vez en cuando, y recuerdo que le dije a un amigo: «Echo de menos un Jaime Walter, aquel director de Museo Coconut, otro personaje…». Y justo me llamaron Pepón y Juanito.

—Yo sé que no se inventa las cosas que cuenta, pero siempre parece que se lo inventa.

"Si saben que estás de broma, ¿qué más da? El humor es peligroso, o menos manejable, cuando lleva una opinión dentro"

—Bueno, es que me lo invento. O me cuentan una historia y la mezclo con la película que vi ayer o con otra cosa que soñé. Otra cosa es que improvise menos de lo que la gente pueda pensar. Yo no veo una gran virtud en la improvisación. Prefiero mil veces que me digan «me he descojonado» a eso de «qué rapidez» o cosas así. Y si es verdad o es mentira, ¿qué más da? Si saben que estás de broma, ¿qué más da? El humor es peligroso, o menos manejable, cuando lleva una opinión dentro.

—Parece como si Pepón Montero y Juanito Maidagáin —los creadores de la serie, que ya le dirigieron en Los del túnel— y usted hubiesen nacido de un mismo embrión. No sé cuánto ha tocado usted el guión o si le han dejado jugar.

—Nada, no intervine en nada más allá de la interpretación de José Ramón. Eso sí, siempre nos hemos reído mucho juntos, y por ahí siempre nos hemos entendido bien, sí.

—Pues suena como si lo hubiese escrito usted con sus colaboradores. ¿Le parece a usted lo mismo?

—A Pepón y a Juanito les dije que cuando lo leí parecía que me habían puesto vigilancia (nos reímos). Que sí, en plan «¿habéis llamado a mis amigos?». Bueno, como les conozco me imagino que desde el momento en que se empezaron a plantear que José Ramón podría ser yo irían adaptando para no tener que hacer una dramatización muy compleja.

—Hemos hablado usted y yo muchas veces de que últimamente en comedia, en series y películas, se habla mucho. Aquí no sólo se apuesta por eso sino por la comedia física, por efectos sonoros… Recuerdo el gag del portero automático o la vecina, con canciones de amor que se cuelan por el patio. Por cierto, ese es de los pocos planos largos de Poquita fe, como si fuese El resplandor.

—Si, y recuerdo que lo criticaba. Más bien me refería a que los chistes suenan bien en los monólogos y son difíciles de justificar en un sketc, o en una película. O sea, una película que fuera una sucesión de los mejores chistes de la historia sería un bodrio.

"Pero así vivimos todos… Nunca sabes cuál de las tramas que empiezas llegarán a convertirse en algo importante en tu vida"

En esta no hay chistes, no es lo mismo. Sí hay mucha letra, también con un montaje muy ágil. Los personajes tienen un diálogo pequeño y rápidamente ya está hablando otro desde otro lugar. Y pasan muchas cosas en un solo capítulo, cada capítulo lleva cuatro o cinco películas muy pequeñas. Películas que nunca llegan a nada, o en ningún caso a un final apoteósico. Pero así vivimos todos… Nunca sabes cuál de las tramas que empiezas llegará a convertirse en algo importante en tu vida.

—Esperanza Pedreño, que interpreta a su pareja, Berta, y su personaje repiten mucho: «Es que somos muy tontos». Un poco como recurso cómico y también para recordar lo tonta que es la vida. Y no requiere más explicación. Es una genialidad que justifica toda la gilipollez previa.

"José Ramón está bien como está, o eso cree él, y Berta necesita un cambio, o eso se cree ella. Pero ese problema no lo tienen solo los tontos"

—Sí. Admitir que eres tonto es sacar la bandera blanca enseguida. Ellos tienen un problema grande. O más bien uno pequeño que se fue haciendo grande, que parece un clásico en parejas. Cuando pasas un año horrible en pareja es terrible. Cuando lo pasas bueno es maravilloso. Pero si uno pasa un año bueno y el otro considera que ha sido una mierda, ese es un conflicto enorme. José Ramón está bien como está, o eso cree él, y Berta necesita un cambio, o eso se cree ella. Pero ese problema no lo tienen solo los tontos. El que acostumbra a mirar para arriba nunca encontrará un techo que le conforme, y al que se agazapa y se queda en casa también le visitan los problemas.

—Usted no lo es, pero interpreta a alguien muy monótono.

—Sí. A alguien muy monótono que se autoconvence todos los días de que está de puta madre. Yo creo que si me hubiera quedado en Albacete, con otro trabajo, de otra manera… sería como José Ramón. Yo no digo que sea mejor ni peor, pero es cierto que la vida me ha deparado otra cosa, una vida donde la monotonía es una rareza. No creo que tenga que ver conmigo.

—Hay una escena genial en la que se van de vacaciones y su personaje dice que necesita rebajar tensiones. Ella le contesta que ni que trabajase en un ministerio. Y él replica que «tiene sus tensiones» en su trabajo monótono. Es decir, que para él sí. Y chao.

"Tumbarse en la tumbona y beber cerveza es simplemente lo que creen que tienen que hacer. Lo que pasa es que ven que a los demás les funciona y a ellos no tanto"

—Hablando de estereotipos: el ejecutivo de Wall Street que no para quieto. Pues seguro que en Wall Street habrá gente también que se rasca los cojones todo lo que puede. Tu alrededor te lo puedes tomar como quieras. Desde la distancia suficiente, casi cualquier cosa que te estrese puede parecer una tontería. Al final ellos también están interpretando el papel que creen que tienen que interpretar para ser y parecer felices. Tumbarse en la tumbona y beber cerveza es simplemente lo que creen que tienen que hacer. Lo que pasa es que ven que a los demás les funciona y a ellos no tanto.

—Esto es una hipótesis: cuando esta serie se vea y tal, yo creo que a usted se le va a colocar en un nivel cercano al gran cine español, a López Vázquez, al italiano, a Sordi. Está en un nivel asombroso. ¿Usted cómo lleva eso? ¿Le acojona?

—Simplemente no lo veo. No lo sé. Ojalá un día pasara eso. Subiría el nivel de los entrevistados de Zenda. (Nos reímos)

—¡Es una hipótesis!

—¿Sabes? Llevas razón. No te voy a cortar ese sueño hipotético por hacerme el humilde. Vamos a pensarlo de verdad.

—Eso, imaginemos una estatua suya en Albacete.

—¿Y cuál quitamos? ¿La del cuchillero o la de José Luis Cuerda?

—¡¡¡Esa jamás!!!

—Venga, pues entonces en la fuente de las ranas. Y cuando suba el Albacete a primera, que me decapite la gente mamada. Si yo fuera considerado así, vamos a pensar en lo primero que haría. Para ser considerado así, ¿qué tengo que conseguir? Que después de Poquita fe, porque Poquita fe es todavía un inicio…

—¡Un premio Feroz! Nah, por una comedia es complicado que te den nada.

—Jejeje… Lo suyo es que no fuera a recogerlo por quedarme jugando a la Play. Es lo más parecido que hago a tocar el clarinete.

—Eso, que vaya subiendo y le acepten en el drama.

—O sea, que entre a una habitación y Javier Bardem se muestre timorato.

—¡Eso es! Que diga: «Hostia, está aquí Raúl Cimas».

"A pesar de marcharse de joven, volvió a por esos recuerdos para sus primeras películas. Amanece, que no es poco es lo máximo que alguien ha hecho por Albacete"

—Que me llamen por teléfono y que sea Bob Dylan, ¿no? Bueno, si eso pasara de verdad, yo lo que haría sería creer que la vida es justa. (nos reímos)

—Le tengo que preguntar por nuestro amigo José Luis Cuerda y su estatua en Albacete.

—Un homenaje que se merece y que Albacete le brinda porque, a pesar de marcharse de joven, volvió a por esos recuerdos para sus primeras películas. Amanece, que no es poco es lo máximo que alguien ha hecho por Albacete. Además, una estatua muy bonita, enfrente de un cineclub, que cuesta a la gente horrores sacarlo adelante, en la Plaza del Altozano, seguro que les da fuerzas.

—¿Y qué aprendió usted de José Luis después de trabajar en su última película, Tiempo después?

—Sólo puedo decir que es el mejor recuerdo de mi humilde carrera. Siempre presumiré de haberle conocido y de habernos reído juntos.

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