Ernest Hemingway publicó su opera prima en 1923. Se titulaba Tres historias y diez poemas, y nunca se tradujo al castellano. Por suerte, con motivo del centenario de la aparición de este libro, la editorial Averso ha llevado a nuestras librerías un volumen en el que, además de tres relatos, encontramos diez piezas poéticas de un autor cuya obra lírica es prácticamente desconocida.
En Zenda reproducimos tres poemas de Tres historias y diez poemas (Averso), de Ernest Hemingway.
***
Encabezado del capítulo
Porque hemos pensado los más largos pensamientos
y hemos ido por el camino más corto.
Y hemos bailado al son de los demonios,
temblando en casa hasta rezar;
para servir a un amo durante la noche,
y a otro durante el día.
***
Junto a la juventud
Una piel de puerco espín,
tiesa por un mal bronceado,
debe haber acabado en algún lado.
Un búho cornudo de peluche
pomposo
de ojos amarillos;
el chotacabras posado sobre una ramita
empapada de polvo.
Montones de viejas revistas,
cajones llenos de cartas de chicos
y la línea del amor
debieron haber acabado en algún lado.
El tribuno del ayer se ha marchado
junto a la juventud
y la canoa que se despedazó en la playa
el año de la gran tormenta
cuando el hotel ardió
en Seney, Michigan.
***
Montparnasse
Nunca hay suicidios entre la gente del barrio que uno conoce
al menos no suicidios exitosos.
Un muchacho chino se suicida y muere.
(Siguen dejando su correo en la estantería de la bóveda)
Un muchacho noruego se suicida y muere.
(Nadie sabe a dónde ha ido el otro muchacho noruego)
Descubren a una modelo muerta
sola en su cama y bien muerta
(causó problemas casi insoportables al conserje).
Dulce aceite, clara de huevos, mostaza y agua, espuma de jabón
y lavados de estómago salvan a la gente que uno conoce.
Cada tarde uno se los encuentra en la cafetería.
—————————————
Autor: Ernest Hemingway. Título: Tres historias y diez poemas. Traductores: Paola Trujillo y José Domínguez. Editorial: Averso. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.
Le faltó su tiro al blanco
Magnífico escritor, que no poeta. La garra del novelista deja su marca destructora sobre unos poemas que no pudieron ser.