Cuando Joan Didion dijo a su padre que quería una piscina, él le respondió que saliera al jardín y empezara a cavar. La futura escritora se quedó sin su balsa de agua domesticada y tuvieron que pasar muchos años hasta que pudiera disfrutar del inmenso placer que se siente sumergiendo las piernas en ellas. Anabel Vázquez ha escrito un libro que desvela toda la filosofía oculta en las piscinas. Un libro, por tanto, de lo más refrescante.
En este Making of, Anabel Vázquez desvela de dónde viene esa obsesión que ha plasmado en Piscinosofía (Libros del K.O.).
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Todo empezó poco a poco, gota a gota. Y ni siquiera comenzó en una página de papel, ojalá hubiera sido tan romántico, sino en Instagram; lo lamento, soy una criatura de mi tiempo. Esto, en realidad, es una verdad a medias. Esta historia de amor, porque esto es una historia de amor entre las piscinas y yo (espero que mutua), tuvo su inicio muchos años antes. El día que me bañé en la primera piscina, sin saberlo, estaba poniendo la primera letra de un relato que no creo que haya terminado en Piscinosofía. No había cumplido diez años cuando supe que las piscinas generan un campo magnético de disfrute y libertad del que no quería separarme. Entonces, yo no sabía que terminaría escribiendo, pero sí que me gustaba contar historias. Mis primeras piscinas fueron andaluzas e italianas y son las que abren mi libro. A los principios hay que honrarlos.
Pasaron los años y las piscinas siempre estuvieron presentes, horizontales y cargadas de buenas intenciones. Yo había dejado de contar historias en voz alta para mis amigos y llevaba ya mucho tiempo haciéndolo para lectores desconocidos en revistas de aquí y allá. En muchas de ellas, se colaban las piscinas. Podrían ser parte de un destino como Miami o Bali, paraísos piscineros, de un hotel, como aquella de Tokio en la que quise remedar la melancolía y el aburrimiento de Lost in Translation o de una película: ¿cuántas veces se puede ver Sunset Boulevard sin desgastarla? Ahí estaban.
Un día decidí que quería recopilar todas las imágenes de piscinas que encontraba, los momentos que vivía y las fotografías que otras almas clorofílicas me enviaban. El día 27 de septiembre de 2015 publiqué la primera fotografía de una cuenta de Instagram llamada @chicalistasemoja. En ella aparecía la piscina interior de La Mamounia, el hotel del Marrakech que tiene dos de las más jugosas del mundo. Fue el pistoletazo de salida que me impulsó a lanzarme al agua. Sabía que había agua, porque la piscina es excusa para hablar de historia, arquitectura, arte, cine, sociedad y economía y a mí me gustaba esa excusa. Pasó el tiempo y las carpetas de “Piscinas” de mi portátil y mi móvil cada vez guardaban más ejemplos. En casa se acumulaban los libros sobre el tema. Thomas van Leewuen había escrito The Springboard in the Pond y Taschen, Rizzoli y Assouline no hacían más que publicar libros en los que aparecían piscinas y más piscinas. Cuando fantaseaba con escribir un libro sobre ellas lo descartaba de inmediato. Todos eran estupendos: ¿por qué tendría que escribir yo uno? El mundo no necesitaba un libro más sobre piscinas, pero quizás yo sí. Escribiría un libro sobre mi relación con las piscinas.
Una vez tomada la decisión solo faltaba un pequeño detalle: tenía que escribir esa historia. Tras varios intentos que no cuajaron, decidí que ese libro solo se haría realidad si me lo creía. Y decidí creérmelo en una residencia de artistas en la Toscana llamada Villa Lena, en la que conseguí una plaza. Les sedujo mi proyecto, porque a todo el mundo le seduce una piscina. Piscinosofía comenzó en una mesa de madera frente a una ventana que daba a un camino de cipreses. Yo era un cliché, la protagonista de una película de Netflix. Apenas escribí unas líneas, pero hice algo más importante: pensar en el libro, hablar sobre él con mis compañeras. De esta manera no tendría más remedio que escribirlo. Funcionó. Me lo creí.
En Villa Lena decidí que Piscinosofía sería una exploración de mi vínculo con ellas. No sería una colección de relatos, ni una crónica periodística ni un ensayo y tendría algo de todos ellos. Y daría igual donde lo escribiera, no tendría que ser cerca de una piscina. Yo la llevaba dentro. Y ya estaba dentro del agua.
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Autora: Anabel Vázquez. Título: Piscinosofía. Editorial: Libros del K.O. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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