La crítica especializada ha analizado hasta la saciedad la obra de los llamados war poets (poetas ingleses que escribieron desde las trincheras de la I Guerra Mundial), pero ha despreciado de un modo evidente el trabajo de las aproximadamente 250 mujeres que se inspiraron en aquellos mismos hechos para componer sus piezas. Por suerte, Eva Gallud Jurado ha recuperado la voz de seis autoras que también escribieron versos sobre la guerra y sus estragos.
En Zenda reproducimos un poema por cada una de las poetas que aparecen en Nada tan amargo (El Desvelo).
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Vera Brittain
Agosto, 1914
Dijo Dios: «Los hombres me han olvidado,
las almas que duermen despertarán de nuevo y los
cegados ojos aprenderán a ver.»
Y como a la redención se llega por el dolor aniquiló la
tierra con su condenatoria vara
y nos trajo el reino de la escabrosa Destrucción;
pero allí por donde pasó Su desolación las
gentes en su agonía gritaron
sin esperanza: «Dios no existe».
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May Wedderburn Cannan
Cualquier mujer
La luna ha silenciado la ciudad, el río
corre profundo
y yo me pregunto en dónde en la verde tierra de Dios te
echas a dormir.
Está todo tan callado, el agua lame en voz
baja los muelles;
me pregunto qué silencio cae sobre el
torturado Armentières.
Me pregunto si verás la luna aparecer azul
sobre el acero pulido,
o si duermes y te despiertas a observar las
ardientes luces de Lille.
Por los cálidos y seguros campos ingleses el sol
da comienzo a su día
y vivo mi vida porque en Francia tú
ofreces la tuya.
Yo tendré noches de estío, y
amapolas entre el trigo;
¡Oh Dios, la estridente llamada de las cornetas por la
calle desierta!
***
Jessie Pope
Una humilde petición
Ella era una yegua bonita y bien educada,
mascota de los niños, orgullo y cuidado del señor, Hasta que
un hombre de caqui llegó un día,
miró sus dientes y a llevársela se apresuró.
Con otros caballos metidos en un tren en
vano anhelaba la voz de su dueño;
más tarde, entre resbalosos tablones que asustan, la
cargaron, aterrorizada, a bordo de un barco.
Allí los golpes y los zumbidos llenaban el aire, su
primera experiencia del mal de mar;
y cuando terminó ese oscilante viaje la
engancharon al tiro de un cañón.
Trabajaba, tiraba y sudaba con los mejores; un
extraño ahora acariciaba su lustroso pelaje
hasta que estallaron las tormentas con destellos
y escupieron granizo de plomo que se dispersó por el terreno.
Con miembros temblorosos y sedosas orejas agachadas, siente
un choque seguido de un agudo chasquido
y relinchando su lastimosa sorpresa,
se tambalea y cae, y en vano trata de levantarse.
***
Rose Macauley
Lo que muchas hermanas les dicen a sus hermanos
Cuando hacíamos batallas (en la Navidad lluviosa) con
soldados repartidos en tropas por el suelo, disparaba tan
directo como tú, mis derrotas fueron tantas como mis
victorias, o más.
Y cuando en batalla naval, en medio del ruido del cañón,
las flotas se encontraban en la bañera,
mis cruceros eran tan delgados, mis acorazados tan sombríos,
mis submarinos recortaban raudos el camino.
O, cuando llovía demasiado tiempo, y la fuerza del fuerte surgía
e irrumpía con golpes,
yo estaba tan en forma y tan dispuesta, mis puños golpeaban limpiamente,
tu ojo morado hacía juego con mi nariz sangrante.
¿Hubo alguna riña o estratagema en la que tú, el chico,
pudiera mejorarme? No escalabas más alto,
ni montabas más recto, ni corrías tan rápido (y fumar te hacía vomitar)
… Pero yo estoy aquí sentada y tú bajo el fuego enemigo.
Oh, eres tú el afortunado, allá entre sangre y mugre: naciste
bajo la buena estrella.
Todo lo que soñamos, tú y yo, puedes ir y hacerlo de verdad, y yo
no puedo, tal y como están las cosas.
Estás sentado en una trinchera, mientras yo estoy tejiendo un
inútil calcetín que nunca se acaba.
Bueno, es la suerte, querido; y tú la tienes, no hay miedo; pero
para mí… una guerra es poco divertida.
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Margaret Sackville
Un recuerdo
No había ni un ruido, ni un grito en el pueblo,
es decir, nada que contase como sonido, tras las bombas; solo
detrás de un muro un apagado sollozo de mujeres, el crujir de
una puerta, un perro perdido: nada más.
Un silencio que podía tocarse, no había pena en el silencio,
terrible, blando como la sangre, por todos los caminos ensangrentados.
En medio de la calle dos cuerpos yacen insepultos
y una mujer bayoneteada nos mira fijamente en la plaza del mercado.
Humilde y arruinado pueblo, no hay orgullo de conquista para ellos,
su única oración: «Danos hoy, Señor, nuestro pan de cada día».
No son los fuegos de la batalla o la metralla lo que nos persigue:
¿Quién nos librará del recuerdo de estos muertos?
***
Gertrude Ford
«Las mujeres deben llorar»
Lloran las mujeres pero trabajan mientras tanto y
enmascaran su llanto con una sonrisa.
Los padres luchan en campos teñidos de rojo pero
los hijos deben ser alimentados,
que la alegría, aunque fingida, engañe a las lágrimas.
A través de inmensas tierras desfilan legiones, los
hombres marchan milla tras milla mientras, enjutas
y en busca del pan diario, lloran las mujeres.
Pon piedra sobre la piedra más noble del Arte, deja que
se pudran los templos, arcos y naves, Mammón y Marte
fueron gemelos.
Los corderos son llevados al matadero. Mientras, hasta
que Amor y Muerte se reconcilien,
lloran las mujeres.
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VV.AA. Título: Nada tan amargo. Seis poetas inglesas de la Primera Guerra Mundial. Traducción: Eva Gallud. Editorial: El Desvelo. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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