En ocasiones la adjetivación o los sintagmas utilizados por la crítica literaria dan un poco de vergüenza ajena, como en el caso de expresiones del tipo “narrativa chispeante” o “novela burbujeante”. En el caso de Fanta naranja limón, de Gonzalo Yut, la gracieta es casi obligada, además de que en una novela tan desvergonzada no hay sonrojo que valga: es una novela de estilo desatado y que desata al lector con su impudicia verbal.
Sus editores dicen en la solapa que “el argumento nos da igual”, es decir, que todos los asuntos pueden resultar interesantes, lo importante es el cómo se cuentan. En el caso de Fanta naranja limón el tema tratado es importante, porque no había sido aún abordado en nuestra narrativa. Hablamos de la homosexualidad en el mundo del fútbol profesional. La narrativa española reciente ha ido sobrevolando en círculos el asunto, con novelas que retratan la homosexualidad de un ultra neonazi del Barça, como en Revancha, de Kiko Amat (la homosexualidad del extremista aquí está oculta, como está oculto el extremismo de los otros ultras gay de la narrativa reciente, los protagonistas de Madrid será la tumba, de Elizabeth Duval), o propuestas que reflejan la vida insufrible de un adolescente del Barça en la Masía, como Triunfador, de Joan Jordi Miralles. La historia de Fanta naranja limón comienza en la Barcelona de los años 70 con unos jugadores de las categorías inferiores del Fútbol Club Barcelona, cuando aún el Barça no tenía la Masía y a los adolescentes y jóvenes que iban a jugar a la ciudad condal los alojaban en lo que el libro llama “pensiones patata” o en casas de viuda. Allí se conocen y se enamoran Miguel, el protagonista y narrador, y Fanta Naranja Limón, también llamado “Mi amor con nombre y apellidos”. Miguel no llega al primer equipo por una grave lesión, y Fanta llega a triunfar en el Barça y se convierte en una estrella, además de casarse y tener hijos, pese a su apasionada historia con Miguel.
Esta novela aparece en la temporada 22-23, un momento en el que todavía es noticia que un jugador en activo en el fútbol español, un futbolista del Marbella, diga abiertamente que es homosexual. Hace poco leía un titular que decía: “Borja Iglesias y Aitor Ruibal denuncian ataques homófobos por llevar bolso”, y otro que indicaba: “El Barça perdió 44.000 seguidores en Instagram por celebrar el Orgullo LGTBIQ+”. Se está hablando mucho últimamente del racismo en el fútbol, pero la homofobia es aún un tema bastante tabú. Fanta naranja limón aborda esta cuestión con mucha profundidad, porque ahonda en los sentimientos, el deseo y los entresijos de vivir la homosexualidad desde la negación o el rechazo del mundo del fútbol y la sociedad completa, como se ve en la novela con la foto del beso en la celebración del gol. Pero a la vez se trata con un desparpajo y un humor fuera de lo común gracias a una serie de anécdotas y situaciones algo estrambóticas, pero sobre todo a la voz, o más bien las voces, como veremos ahora, de su narrador-protagonista. Se nota en su ingenio que, como cuenta él mismo, “la mama, embarazada de mí, leía por las noches a Baltasar Gracián”.
Como he adelantado, las voces de la novela son lo que más llama la atención técnicamente, con una alternancia de la 1ª, la 2ª y la 3ª persona. El yo de la novela es a veces el Miguel de 73 años que cuenta su presente y su historia en retrospectiva, a veces el chaval futbolista de 18 años que vive su frustración amorosa y no sabe lo que le espera. Ambos son, juntos, porque se van entreverando sus voces, los gemelos Derrick, aquella pareja de gemelos de Oliver y Benji con los dientes de castor, porque entre ambas voces te hacen la catapulta infernal hacia una temporalidad desatada que viaja por la vida de Miguel García de arriba a abajo, de delante a atrás. Estos dos yoes fundamentales de Miguel, por tanto, se convierten a veces en otros Miguel secundarios, con 30 años, con 52, etc. Además, la primera persona se convierte a veces en una segunda persona, pero que habla a tres túes diferentes: una es Lorenza, la cotorra de Miguel que se llama igual que la mujer de Fanta Naranja Limón; otro es el propio Fanta, a quien habla directamente justo después de hablar de él en 3ª persona, cambiando continuamente; y el tercer tú es Yuri, la hija de Miguel, cuya historia, que es alucinante y a ratos inverosímil, vamos conociendo progresivamente, en un desvelamiento que culmina en la escena final.
Todo este juego de voces se complementa técnicamente con el juego metaliterario de la narración. Fanta naranja limón es, dentro de la novela, el título de la obra de teatro con la que Miguel gana el concurso de teatro Hermanos Álvarez Quintero de Utrera. La parte final de la novela se convierte de pronto en el final teatral de esa obra, con sus acotaciones, sus oscuros al final de las escenas, la ruptura de la cuarta pared, la voz en off, el cambio de fuente en la tipografía del texto y el final sorpresivo que intuimos que tiene sus consecuencias, su tiempo de prórroga o sus penaltis, porque nos había contado antes el final de la obra de teatro.
Fanta naranja limón es, como vemos, un balón por la escuadra, una bebida fresca que entra bien a cualquier hora y es apta para todos los públicos, los culés y los merengues, al menos para los desprejuiciados y los amantes de una narrativa llena de cabriolas pero efectiva y con pegada. A mí, desde luego, Fanta naranja limón me ha ganado por goleada. Espero que haya muchos pagafantas que compren este libro estupendo de Gonzalo Yut.
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Autor: Gonzalo Yut. Título: Fanta Naranja Limón. Editorial: Eolas. Venta: Todostuslibros y Casa del Libro.
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