Un día más en el metro. Hora punta. Cuerpos empujados. Olor a humanidad. Miradas cruzadas. Ruido de vagones a toda velocidad. Prisas por llegar. Ganas de huir. Tiempo en suspenso.
En ese aciago presente, la esperanza toma forma de libro. Casi siempre hay alguien con uno en la mano. Son lectores aguerridos, acostumbrados a concentrarse en entornos hostiles, agarrando con una mano una barra de metal y sosteniendo con la otra un libro de bolsillo, resistiendo los embates del tren, mientras alguien conversa a gritos o empuja de malos modos para poder bajarse en la próxima parada. Quienes se aferran a un libro en tales circunstancias es porque necesitan leer tanto como respirar. Por eso confío en ellos y, cuando la distancia y la discreción lo permiten, echo un vistazo a la portada del libro que sostienen, en busca de consejos para próximas lecturas.
Así es como distingo obras imprescindibles, lugares comunes que nunca fallan, como 1984, de George Orwell, o cualquiera de la saga de Juego de tronos, de George R. R. Martin. No es de extrañar que en el alienante ambiente del metro, símbolo del acelerado mundo en que vivimos, aparezcan títulos de lo que en Francia llaman movimiento feel-good, que reagrupa todo lo que pretende aportar optimismo a existencias aplastadas por la maquinaria de la sociedad del rendimiento. Y es que me he subido a un metro francés y alguien ha abierto un libro de Virginie Grimaldi, autora de varios best sellers feel-good y abonada habitual a la lista de autores que venden más libros en el país galo. En este caso se trata de Le parfum du bonheur est plus fort sous la pluie (el perfume de la felicidad es más fuerte bajo la lluvia), protagonizada por una mujer que, tras divorciarse, decide escribir a su exmarido cada día un recuerdo de su historia.
Otra autora que he descubierto entre vagones es la irlandesa Lucinda Ridley, conocida por su saga de las siete hermanas, inspirada en el mito de las Pléyades. En la historia de Ridley, siete hermanas adoptadas se reencuentran en la casa de su infancia tras el fallecimiento de su padre, que ha dejado allí pistas sobre la procedencia de cada una de ellas. Para seguir con otra autora irlandesa (cualquiera podría pensar que esta selección ha sido premeditada), me encontré con Sally Rooney, concretamente con su libro Conversations With Friends (conversaciones entre amigos). La historia gira en torno a tres amigas que reinventan el mundo en cada encuentro, cuya amistad refleja los problemas de todo millennial y se enfrenta a una prueba de fuego: un curioso ménage à quatre que incluye al marido de una de ellas.
Volviendo a autores franceses, encontramos a Romain Slocombe, cuya novela L’affaire Léon Sadorski nos transporta al París de 1942, en donde el inspector Léon Sadorski, que se dedica a detener a judíos y deportarlos, es arrestado por la Gestapo para emplearlo como espía, con una difícil misión: vigilar a una antigua amante, sospechosa de ser una agente antinazi. La novela policiaca siempre es un valor seguro en las lecturas de transporte público. Así lo confirma Le dernier message (el último mensaje), un polar de Nicolas Beuglet cuyo caso a resolver es el extraño asesinato de un monje en un monasterio de Iona, una isla al oeste de Escocia. La inspectora Grace Campbell es la encargada de resolver el misterio que se esconde tras un cruel crimen.
En esta selección que el azar y la curiosidad me han preparado hay un poco de todo, suficiente en donde elegir antes de volver a una librería. Se abren las puertas del vagón. Alguien sale con un libro abierto y sigue leyendo mientras camina, en un recorrido memorizado por la repetición de la rutina. Hay quien sostiene un pequeño bloc e interrumpe la lectura de un libro para anotar algo. Las puertas se cierran. Aceleración súbita. Regreso a la cruda realidad. Promesa de nuevas vidas, entre nuevas páginas. Esperanza que da fuerzas para seguir adelante. Un día más en el metro.
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Forma de evadirse de la abstrusa y antinatural realidad que nos circunda y nos oprime.