Hace unos días, la biblioteca Gabriel García Márquez ganó el premio a la mejor biblioteca pública del mundo de 2023, un galardón que otorga la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA) a nuevas bibliotecas. Algunos medios se han hecho eco de la noticia y resumen con más o menos gracia una nota de prensa o incluso van más allá y envían a un reportero que entrevista a algún usuario, vecino o hasta a algún trabajador. Pero este verano, ah, por aquellas cosas de la vida, yo estoy trabajando como bibliotecaria, haciendo suplencias en diversas bibliotecas de Barcelona. Y la Gabriel García Márquez ha sido una de ellas. Así que, de primera mano, os voy a contar qué significa el premio, esa biblioteca y las bibliotecas públicas en general.
Cuando llegas a la biblioteca pública García Márquez, inaugurada hace poco más de un año, te quedas pasmado. Probablemente esa era la sensación que buscaban Elena Orte y Guillermo Sevillano (de SUMA Arquitectura), los arquitectos responsables del edificio que ya recibió el premio Ciudad de Barcelona de arquitectura en 2022.
No es extraño que los arquitectos que se presentan a concursos se centren en aspectos estéticos y estructurales e intenten impresionar a sus colegas con construcciones “epatantes” y hablen de “juegos de líneas”, “efectos de luz” y “diálogos entre espacios”, pero luego los habitantes de esos espacios se encuentran con edificios hostiles e incómodos que parecen haber olvidado que tienen una función. Pero en este caso, Orte y Sevillano han sabido conjugar el diseño y la modernidad con la utilidad, la belleza y lo sostenible (el edificio posee una certificación Gold LEED, lo que no sólo quiere decir que se ha construido con materiales sostenibles, sino que, además, se han cuidado aspectos de climatización, energía…).
SENSACIONES COZY
Cuando entras en la García Márquez, lo primero que llama la atención son los espacios: limpios, libres, ENORMES. Y es que un gran patio central articula el edificio y no hay barreras arquitectónicas que resten visibilidad. La luz llega desde todos lados y, lejos de convertirse en una fuente de calor insoportable, fluye por toda la biblioteca.
Y si el objetivo de la arquitectura, al igual que el de la literatura, es crear sensaciones, enseguida nos sentimos a gusto. La luz otorga claridad y junto a los tonos claros, la madera vista, tan cálida y, sobre todo, las decenas de rincones íntimos, con sillones orejeros de moderno diseño, hamacas, cojines… nos entran ganas de quedarnos allá, quizás, para siempre.
Cada planta ha sido diseñada para contar con espacios en los que apetece sentarse o tumbarse a leer o a estudiar. Y, si los editores hablan de literatura cozy, nosotros tenemos que decir que la biblioteca Gabriel García Márquez está repleta de espacios cozy. Ay, esos recovecos de la planta de abajo en los que puedes aislarte corriendo una cortina semi transparente, los escondrijos de la parte de literatura juvenil y cómics con sus cojines que parecen rocas… Así, los usuarios acaban encontrando su rincón favorito y, al mediodía, te encuentras al jubilado echando la siesta, totalmente dormido en uno de esos sillones orejeros; al grupo de adolescentes tumbadas en el suelo leyendo una novela romántica; a los niños descalzos leyendo en su colchoneta, entre cojines; o al estudiante de oposiciones sentado en un moderno puf.
Y el edificio, que deja sin aliento, llama más aún la atención porque se encuentra en Sant Martí, un barrio muy normal, obrero, repleto de edificios de ladrillo típicos de los años sesenta, setenta y ochenta. Sant Martí es un barrio alejado del centro, con árboles en las aceras, muchos bares con terrazas que permanecen abiertos aun en agosto, y lo suficientemente cerca del mar como para que algunas tardes la brisa marina te alborote el pelo y las ideas.
VINCULACIÓN CON EL BARRIO
Hace treinta años, Barcelona apenas contaba con bibliotecas públicas, y entonces se decidió crear un plan a largo plazo con un objetivo claro: que todos los habitantes de Barcelona tuvieran una biblioteca a menos de 15 minutos andando de su casa. Eso significaba contar con unas 40 bibliotecas. La biblioteca García Márquez, inaugurada en mayo del 2022, fue la número 40. Después de treinta años, el objetivo se alcanzó.
Las bibliotecas públicas no son sólo esos edificios decimonónicos en los que se puede leer y se prestan libros. Ahora se han convertido en espacios culturales y sociales estrechamente vinculados con su entorno. Y esa función social también ha sido valorada por el jurado de la IFLA. La biblioteca pública es por y para el barrio y sus gentes. La García Márquez, al igual que muchas bibliotecas públicas, es, por ejemplo, un puente entre la gente mayor y la tecnología. Un lugar en el que no sólo pueden aprender a crearse un correo electrónico, consultarlo o imprimir algún documento, sino también donde pueden realizar esos trámites digitales con la administración o con el banco que tan lejos quedan de sus conocimientos y de su experiencia. Es un espacio en el que pueden conectarse a internet, leer la prensa, revistas especializadas, socializar en clubs de lectura o, apuntándose a cursos específicos, aprender a usar un móvil y sus apps.
Pero no sólo hablamos de gente mayor, también muchos chavales adolescentes y jóvenes son usuarios habituales de las bibliotecas. Acuden a ellas cuando no tienen acceso a internet o un ordenador y también para leer ¡de una sentada! la colección completa de su manga favorito.
LA BIBLIOTECA COMO REFUGIO
Las bibliotecas no sólo acercan la tecnología y la cultura a la sociedad, también se convierten en un refugio. Son refugios climáticos a los que acuden, cada día, unos abuelos con sus nietos, porque te cuentan que en su casa “no se puede estar” del calor que hace. En verano, los vecinos buscan el frescor del aire acondicionado, en invierno la calefacción.
También los sintecho encuentran en las bibliotecas algo tan necesario como un lavabo. Pero hay otros usuarios, y esos son de los que más me cuesta escribir, que no tienen dónde ir y que pasan el día entero en la biblioteca; que cuando la biblioteca cierra se quedan sentados junto a las puertas, en los escalones de madera que forman parte de ese diseño arquitectónico premiado, esperando que llegue una hora en la que poder volver al lugar en el que duermen.
Para muchos de nosotros la literatura es un refugio metafórico. Para otros las bibliotecas son refugios reales, espacios seguros.
LA BIBLIOTECA GARCÍA MÁRQUEZ
La García Márquez tiene algunas particularidades: está especializada en literatura latinoamericana y cuenta con un espacio único dedicado a Francisco Ibáñez, el creador de Mortadelo y Filemón, recientemente fallecido. Allí no sólo se pueden encontrar decenas de tebeos sino, además, una libreta con dedicatorias, en la que muchos usuarios escriben lo que ha significado Ibáñez para ellos.
La biblioteca García Márquez también es la única en la que hay un estudio de radio, Ràdio Maconda, que forma parte de la plataforma de la Xarxa de Ràdios Comunitàries de Barcelona (XRCB). Por allí pasan chavales de institutos que aprenden a hacer podcasts, a buscar informaciones para, después, comunicarlas, y ya, de paso, a distinguir las fake news.
En la parte infantil de la biblioteca se encuentra una zona sensorial para estimular los sentidos de niños con discapacidades auditivas o cognitivas; en la planta baja, junto al moderno auditorio, una cocina que aún no ha empezado a usarse, pero que pronto lo hará con una clara función social. Y al aire libre, hay una terraza (arriba) y un patio (abajo), con mesitas, y dos árboles en el interior que, como la cultura, intentan sobrevivir en un nuevo entorno.
Al igual que fluye la luz, las estanterías, repletas de libros, de infinitos mundos de ficción y no ficción, serpentean entre los espacios, delimitando los caminos a recorrer por los usuarios.
Los que saben, los bibliotecarios, dicen que, quizás, hay demasiadas estanterías bajas, de esas que te destrozan los riñones cada vez que tienes que colocar los libros. Porque una de las funciones principales de los bibliotecarios es la de luchar contra el caos y la entropía: colocar, colocar y colocar los libros que cada día salen y vuelven a la biblioteca o son descolocados por los usuarios… Una lucha inútil, siempre perdida.
Los auténticos héroes y merecedores de este premio a la Mejor Biblioteca Pública del Mundo son precisamente ellos, los bibliotecarios, los que con paciencia infinita atienden las peticiones más peregrinas, los que se enfrentan a circunstancias que muchos no podríais ni imaginar y que yo no sé si puedo contar aquí, cuyas funciones acaban abarcando los temas más surrealistas (desde lidiar con una gotera, con un escape de agua —¡porque alguien ha robado los grifos!—, o con un visitante violento…). Ese puñado de personas que necesitaría otro puñado más para trabajar como es debido, llueva, nieve o haya una pandemia mundial, abren las puertas a estos refugios… Ellos son los compañeros que conocí en agosto en la García Márquez; Julián, Marimí, Mercè, Paula, Inma, Raquel…
Ellos y todos los trabajadores de las bibliotecas públicas son lo que se han llevado este premio y los que se merecen muchos más. Los demás, los usuarios, ya tenemos el nuestro: las bibliotecas.
Quants cops haurè sonmiat viure en una biblioteca ? He passat dies i hores en molt diverses circunstàncies . Fugint de tristeses, trovant caliu en tardes de pluja, escribint,escribint per mi…Arribo a una bibli, i arribo a casa. Al bibliobùs tambè !