La escritora estadounidense Siri Hustvedt ve en la «opresión» histórica de algunos colectivos una manera de limitar la libertad de expresión y cree que la igualdad «es un prerrequisito» para disfrutar de forma «verdadera» de ese derecho.
En una rueda de prensa previa a este reconocimiento, Hustvedt ha considerado que en Estados Unidos, la derecha política «utiliza la libertad de expresión como una especie de arma de doble filo», porque la reivindica pero al mismo tiempo «retira libros de las bibliotecas». Aun así, ha insistido en que «hay otras formas de limitar» ese derecho y el debate debería centrarse en saber «quién es libre y quién no», ya que, en su opinión, cuanta más igualdad haya en una sociedad, habrá más libertad de expresión. «En Estados Unidos no tenemos libertad de expresión completa, pero nadie la tiene en ningún país del mundo», ha añadido la escritora. Para ejemplificarlo, ha considerado que dentro de una conversación «hay que darle la misma importancia» a todos los interlocutores, algo que, a su juicio, no ocurre. «En mi país una persona negra nunca ha tenido la misma libertad de expresión que una persona blanca, y las mujeres no tienen la misma libertad de expresión, porque muchas veces no se les ha escuchado y se les ha dejado de lado», considera.
Sin embargo, ha advertido de que dentro de la conversación pública, la gente puede «estar mintiendo» y esas mentiras vienen «de muchas fuentes» porque los discursos pueden ser «peligrosos». «Estoy en contra de la censura en la mayor parte de los casos», ha apuntado. La novelista ha comparado esta situación con la «condescendencia» con la que le han tratado «de forma muy frecuente» como escritora y que siempre asumió como «un ataque» contra su «dignidad».
En este sentido, ha compartido una anécdota, entre su marido, ella y una periodista, en la que en una mesa redonda se definió a la obra de Paul Auster como «intelectual» y a la suya como «doméstica». «No es algo personal», ha opinado la escritora, quien ha señalado que esa diferencia de trato «tiene que ver con la jerarquía y problemas sistémicos» de la sociedad. «Cuando trastornas estas jerarquías y las mujeres asumen la autoridad por sí mismas, pueden convertirse en una amenaza», ha subrayado.
La escritora se encuentra, a nivel profesional, en un «descanso» de su nueva novela, que comenzó a escribir en 2021, aunque está inmersa en diferentes trabajos y ensayos sobre la empatía. Según ha compartido, acaba de terminar un trabajo para un memorial ubicado en Noruega, que conmemora el asesinato de las 91 «brujas» de Vardø.
Preguntada por el canon literario, ha reivindicado que todos los libros, incluidos volúmenes «terribles» como Mi lucha, de Adolf Hitler, deberían estar «disponibles» para leer, ya que, ha considerado, «ninguna lista de lectura va a ser cien por cien» ética. «Si decidimos retirar todos los libros que hablan de misoginia, racismo, xenofobia, prejuicios contra las personas discapacitadas, realmente perderíamos una gran parte de nuestra biblioteca», ha opinado. Por ello, ha señalado que puede haber «un sobreentusiasmo» a la hora de cambiar el canon literario occidental, una «lista» de libros que ha señalado que «han estado cambiando desde que llegó la literatura en masa». «El canon siempre está fluyendo, y distintos momentos demandan textos distintos», ha abundado la escritora, quien ha dicho que «no hay una visión objetiva de lo que es un gran libro», y los libros históricos, aunque no se adapten a la moralidad de la época, son «importantes a la hora de hacer cambios significativos en la historia».
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