Tengo gustos de persona normal
Caviar y huevos de Fabergé
Champan y tequila con sal
Botillo y licor café
Yo no voy de estrella
Sólo impongo mis condiciones
En mi camerino una paella
Y de postre unos bombones
(Extracto de la carta que en forma de versos
enviaba El Heavy del Bigotón a los organizadores
de conciertos durante su gira de 1987)
Tirar televisores, destrozar habitaciones de hotel o hundir un Rolls-Royce en una en piscina, por mucho que se quiera revestir de actitud rockera, no deja de ser una imbecilidad propia de niños malcriados, al igual que la mayoría de exigencias extravagantes de famosos artistas: caso aparte es el de Van Halen, cuyas habitaciones, por la cláusula 126 de sus larguísimos contratos, contarían con un cuenco lleno de M&M’s del que se habrían retirado los de color marrón. Aunque parezca una excentricidad, en verdad era un modo de comprobar que se había cumplido todo lo pactado hasta el mínimo detalle: un M&M’s marrón significaría que la otra parte no había revisado todo el acuerdo y posiblemente habría incumplido otras cláusulas más importantes referentes a montaje de escenario y seguridad.
—Quiero un camerino para mí solo, y caramelos de fresa y limón, y donuts, y que suene música relajante para calmarme el miedo escénico, y…
—¡…y leches! —exclamó la profesora, empezando a hartarse de niño tan pretencioso—. Que sólo tienes 11 años, esta es la representación de Navidad del colegio y tú haces de árbol: así que vas a salir allí, extender tus ramas y quedarte callado y quietecito.
Como el buen profesional que siempre ha sido, El Heavy del Bigotón no se negó a salir al escenario: ahora bien, a modo de venganza, aunque debía interpretar a un árbol de hoja perenne, se pasó toda la obra poniendo cara de caducifolio.
Se iban a enterar…
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