Estamos acostumbrados a que los extraterrestres sólo aparezcan en Estados Unidos (algún problema deben de tener con los mapas), a que los entes cósmicos del universo hablen un inglés nativo o a que todo apocalipsis que se precie empiece por una gran megápolis, a poder ser norteamericana. Incluso hemos llegado a identificarnos sin problemas con el muy patriota piloto de las fuerzas armadas divorciado que va en busca de su hijita cuando el mundo se rompe, con el vendedor de hot dogs que contempla las naves alienígenas por encima de los rascacielos o con la joven cheerleader que descubre su valor contra los seres del averno.
Guillem López (Castelló, 1975) es uno de los grandes representantes del new weird en España. Autor de nueve novelas, entre las que destacan Arañas de Marte (2017) y Lago negro de tus ojos (2019), saca nuevo libro este octubre: Ardiente sol de la infancia (Editorial Runas / Alianza Editorial).
Para ello recupera el universo creado en Lago negro de tus ojos y crea una historia totalmente independiente de ese primer libro, de manera que no hace falta leerla para seguir la trama. Aunque es una historia coral, con diversos protagonistas de mayor o menor peso en el argumento, y las localizaciones pasan por Alemania y Francia, el foco neurálgico de la historia es Benalba, un pueblo de Alicante, donde poco a poco van confluyendo los destinos de los personajes hasta llegar a un final tan apoteósico como lisérgico. El autor bebe, come y deglute de Lovecraft en sus atmósferas cargadas, sus omnipresentes sensaciones de que algo va mal y los constantes mareos de los personajes cada vez que ven algo que no cuadra con nuestra realidad, aunque a veces la reiteración constante de los tropos del autor de Providence se haga innecesaria.
Gales Bataller, una mujer dura y bregada en muchas peleas con la vida, está escapando a la carrera de algo sin nombre, siempre acompañada por una niña muy especial. El objetivo es volver a su pueblo natal en Alicante para protegerse y tomar aire en su frenética huida. Allí se encontrará con su huraña madre, Medea, con su antigua mejor amiga, con un pueblo que la odia por sus actos en el pasado y con la certeza de que un montón de enemigos de toda clase van a por ellas. Y si logran apresarlas, se desatará el apocalipsis final.
Son interesantes los paralelismos con su libro anterior: una mujer atormentada vuelve a su pueblo de origen sabiendo que los monstruos del pasado la están esperando. El pueblo es un personaje más, siempre hostil, siempre con murmullos a su espalda preguntándole el porqué de su retorno. En ambos casos arrastran el peso de unos padres con instintos homicidas que marcan su personalidad. No confían en nadie porque aquellos que debían protegerles les fallaron en su momento. Y en esas circunstancias, los problemas personales se combaten a la vez que los problemas interdimensionales.
Muchos son los personajes que aparecen en la novela, cada uno con una misión muy específica. Hay otros que son mencionados y que parecen ser reservados por el autor para próximas novelas. Y hay alguno que se pierde en la trama, olvidado, y no se sabe bien cuál es su final.
Como representante del new weird, Guillem López usa imágenes potentes descritas de forma extraña. Descoloca al lector con metáforas que parecen muy fuera de lugar, usa enormes párrafos repletos de explicaciones para que se sepa al detalle cómo se siente el protagonista o narra en capítulos enteros escenas cotidianas de las que nunca se sabe qué peso específico tendrán en el argumento. Nada es excesivo para el autor.
Si bien es cierto que las largas (muy largas) descripciones o los soliloquios frecuentes de los personajes lastran mucho el ritmo narrativo y enlentecen la acción, también, de alguna manera, enriquecen la caracterización y trasfondo de personas y lugares, tratando de completar esas atmósferas opresivas tan características de los mundos de Lovecraft, donde locura y terror se mezclan a partes iguales. Y si añadimos saltos temporales o dimensionales, el efecto se magnifica.
El autor usa el efecto Rashomon y explica la historia desde diversos puntos de vista. Cada personaje da su visión de lo sucedido y, a veces, eso ayuda a comprender un mundo extraño. Extraño porque sucede dentro de cuarenta años y existen muchas diferencias con nuestro presente. El mundo ha cambiado mucho, ha pasado por un caos social y económico del que ahora empieza a despertar. Pero también porque entes sobrenaturales han decidido hacer de nuestro planeta su campo de batalla.
Es entretenido buscar los huevos de Pascua que el autor deja repartidos a lo largo de la trama, como los agentes que repiten lo que dice el otro, iguales a los Hernández y Fernández de Tintín, la manera de nombrar a los agentes de la organización secreta con nombres de letras como en Men in Black (aunque aquí, como la agente es patria, se llama Doble L), llamar al gran enemigo con el apodo de El Ojo Sin Párpado, como un Sauron del espacio exterior, o la referencia a Desafío total o Abre los ojos en la escena en la que se trata de convencer a un personaje de que todo es una ilusión y nada de lo que vive es cierto.
En definitiva, enfrentarse al pasado tiene un alto precio. Es no sólo reencontrar a aquellos que nos marcaron sino mirar a la cara a quiénes éramos y compararlo con lo que somos ahora. Un espejo cruel en el que es difícil identificarse y en el que el sol siempre brillaba más antes en la memoria.
Un sol ardiente de la infancia que quema los buenos recuerdos y deja sólo el rastro dibujado con cenizas de lo que se pudo haber sido.
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Autor: Guillem López. Título: Ardiente sol de la infancia. Editorial: Alianza. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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