La pregunta por la verdad implica una escisión. Así es como comienza ¿Cuánta verdad necesita el hombre? (Tusquets, 2023), que luego despliega toda una dialéctica basada en esa premisa. Esta separación existencial puede tener diferentes naturalezas, así que Safranski empieza con Rousseau, Kleist y Nietzsche, en tanto representantes de la vía que reafirma su yo frente a lo otro, encontrando la verdad en uno mismo. Las primeras páginas desgranan los matices que le son propios a cada uno de estos pensadores universales, aunque sin perder de vista el denominador común: “Los tres se abstrajeron del mundo de los otros y, como el pintor en su cuadro, se encerraron en el mundo que ellos mismos habían creado”. Es inevitable pensar en el desgarro romántico del yo cuando se lee sobre esto, o en Hölderlin u otros solipsistas autodestructivos, porque es evidente que esta forma de entender la vida es una especie de suicidio pasivo y letrado; una negación aristocrática del mundo, nada menos.
Llegamos así a las hojas dedicadas a la metafísica totalitaria. Con citas textuales de Goebbels, ahondan en profundidad en la cuestión del nazismo y algo menos en la del estalinismo. Se incluye una cita de Sartre que sintetiza sagazmente el meollo del asunto, y que nos ayuda a comprender cómo pudieron sobrevenir desastres históricos como esos dos. Del totalitario dice el francés que “es un hombre que tiene miedo. No de los judíos, sino de sí mismo, de su libre voluntad, de sus instintos, de su responsabilidad, de la soledad y de cada cambio, del mundo y del hombre”. Tiene bastante sentido y es extrapolable a religiones, sistemas dogmáticos y nacionalismos, porque los nacionalismos son reaccionarios por naturaleza, luego próximos a las degeneraciones totalitarias y sus ristras de muertos, represaliados y exiliados.
El escritor alemán no podía olvidarse de Kafka en su obra sobre la verdad. La figura filosófica que explora en esta ocasión es la del hombre que vive en sí, sin encajar en la sociedad, pero a la vez consciente de la inmensidad de su interior; un hombre tan familiarizado con su inadaptación como con la “acechanza de la locura”: los cascabeles de la locura de los que habló Rubén Darío a propósito de los Cantos de Maldoror (1868), el clásico presurrealista que Ducasse escribió bajo el seudónimo de Lautréamont. Safranski acuña aquí una frase para el recuerdo: “La escritura agrava el miedo al mundo, a la vez que sirve de refugio frente a ese mundo aterrador”. El problema que se expone aquí es el de la tensión entre la verdad como algo interior y la realidad de lo exterior a uno, rastreado en el legado literario del autor de La metamorfosis (1915), recurriendo a un razonamiento bastante consonante con el que se reconoce desde los primeros capítulos.
Las conclusiones hablan de libertad en tanto búsqueda de la verdad. Leemos que lo verdadero no es exactamente lo objetivo, porque “la realidad no es ni verdadera ni falsa” y “se limita a ser real”. Esto enlaza con la soledad del hombre filosóficamente libre, que es el que ha prescindido de sus vínculos seguros para hacerse cargo de sí mismo. Se dice aquí que “el miedo a la libertad es miedo a la propia contingencia, a no ser necesario”, lo que resulta un poco paradójico, porque parece una suerte de la que nadie pueda sustraerse del todo, especialmente en nuestras sociedades, que no tienen clemencia con nada que no les sea —precisamente— necesario. Terminando, ansiamos y tememos la libertad como la verdad, porque ambas podrían alejarnos demasiado y exponernos a perder el camino de regreso. De ahí que no sea tanto que la verdad vaya a hacernos libres como que la libertad pueda hacernos verdaderos. Y puede.
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Autor: Rüdiger Safranski. Título: ¿Cuánta verdad necesita el hombre? Traducción: Valentín Ugarte. Editorial: Tusquets. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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