¿Cuántas lecturas necesita un libro de poesía para considerarlo leído? En algunos casos basta con hojear sus páginas para saber que su mejor uso es el de un ventilador. En otros como en Los infraleves, de Alejandro Céspedes, es necesario tomárselo con calma y regresar más de una vez para comprobar que nada permanece en el mismo sitio ni en el mismo estado de su concepción. Leerlo y releerlo es descubrirnos como lectores en todas sus posibilidades de evocación y nos predispone para emprender una travesía de oscuridad remota hacia un lenguaje que tintinea como una lámpara en un caserón abandonado. Porque el misterio de su voz no se halla en las comisuras de su boca sino en el pensamiento más insondable, aquel que dice lo que no se habla y se instala en el hemiciclo de lo irreverente. El riesgo es su devoción.
Con este nuevo título publicado en Ediciones Liliputienses, Alejandro Céspedes aborda la 5ª de Las Siete Catástrofes Elementales teorizadas por el matemático René Thom, continuando con su misión de encontrarle algún sentido a la existencia y una explicación racional a la condición humana. Quizás por ello el libro esté repleto de pozos subterráneos, pasadizos construyéndose entre recuerdos movedizos a base de cubos y palas mojadas de cartón por los que el poeta va transitando con la ayuda de una luz ultravioleta que materializa el lado invisible de su memoria. No resulta extraño que Céspedes inicie el relato de su niñez en uno de esos pozos útero que contiene el misterio del agua y la posibilidad de su iluminación. Y es que hacen falta algunos viajes de ida y vuelta a la infancia para entender que regresar es siempre una apropiación y expropiación de fragmentos de recuerdos desapercibidos. ¿Cuántos regresos le hicieron falta al poeta para dar con el origen de la herida enmascarada? Volver a donde se estuvo antes con la piel aún colmada de vivencias que, a modo de fístulas latentes, eclosionan rompiendo el equilibrio del tejido emocional supone un esfuerzo considerable cuando se rememora una antigua negligencia médica que lo llevó a una experiencia al borde de la muerte; aquella gran catástrofe familiar que alimentó por años la hoguera de las mezquindades; ese encontronazo imprevisible con el SIDA y sus versiones; el primer amor homosexual a la edad de siete años o un intento adolescente de saltar por la ventana.
En Los infraleves están recogidos aquellos instantes que no fueron etiquetados en la cadena de montaje de su propia experiencia vital. Y en verdad existieron como existe el instante insonoro de los latidos del corazón o los huecos de la lluvia que se culminan en los charcos. Quizás sea verdad que seamos más lo que callamos que lo que decimos de nosotros mismos, de ahí que el silencio que se transluce en todo el libro se torne un oráculo imprescindible que posiciona al poeta en su cartografía emocional. Y ese silencio se hace aún más evidente cuando ocurre un sonido estrepitoso, una catástrofe sonora que delata lo que antaño se calló para traerlo de vuelta a un presente que dictará su redención o su condena. Porque nadie escapa al capricho de las tragedias, noxas de una psique atormentada por la levedad más allá de la fragilidad del pensamiento incapaz de reconstruir los templos heredados en su primera versión.
¿Qué lugar ocupará el poeta tras visibilizar su testimonio? ¿A qué lector servirá de pantalla de proyección vital? A los que no se quedan en las superficies de la herida y persiguen el rastro del error; a los que saben que el truco está en el talento de relatar el vértigo y sus caídas más elementales; a los que no se resisten al mero testimonio de una congregación que confiesa sus tragedias como asistente a un club de afectados anónimos subvencionado por el Estado sin otro motivo que el de provocar conmiseración, sin estéticas ni recursos creativos que hacen del arte la mejor opción para explicar nuestro tránsito por el mundo; y a los que obtienen su dopamina entre imágenes y metáforas generadas con la verdad y el sentido inalienable de la belleza y del coraje, porque la poesía ya no salva, pero aún puede hacer un poco menos infraleve nuestro destino.
—————————————
Autor: Alejandro Céspedes. Título: Los infraleves. Editorial: Liliputienses. Venta: Casa del Libro.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: