Todavía queda una hora para que comience el acto, pero a las puertas de la Real Fábrica de Tapices hay un montón de personas montando jaleo. A la izquierda del edificio, unos señores —con camisas blancas abotonadas solo hasta la mitad del pecho, patillas prominentes y un gorro de la Philips en la cabeza— cantan el «Porompompero» de Manolo Escobar mientras esperan la llegada de María Dueñas. Justo delante de la puerta, una luz cenital alumbra la figura de San Isidoro, al que varios operarios piden que se aparte para poder terminar de hacer el montaje de la fiesta, pero él insiste que no se mueve de allí hasta que venga Juan Eslava Galán. Más clero, mucho más, todos los del Concilio de Trento, a la derecha, pero muy a la derecha, preguntando por los canapés y por Juan Manuel de Prada. Lutero les observa —acechante— desde la acera. Poco a poco, van llegando los autores: Espido Freire, Susana Fortes, Luz Gabás, Emilio Lara y Karina Sainz Borgo. Cada escritor se empareja con su personaje y se dirige hacia al escenario: De Prada camina por el vestíbulo precedido de un nutrido grupo de prelados, José María Merino y Eslava escoltan al último gran sabio de la humanidad y Dueñas lleva del brazo a Carmen, la protagonista de su relato, la única mujer entre los ruidosos emigrantes españoles. Y el monarca francés Francisco I y el emperador Carlos V se lían a mamporros para ver quién de los dos consigue el mejor sitio en el convite.
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Son ya siete años de Zenda, en los que hemos publicado 25.000 artículos firmados por 1.500 colaboradores, entre los que se encuentran la mayoría de los escritores de nuestro país, señala Arturo Pérez-Reverte, el impulsor no sólo de esta revista sino también de estos libros, que resume el objetivo a la hora de publicar esta obra: «La idea era escribir sobre momentos de la historia de España que hayan sido importantes».
Julián Martínez-Simancas, adjunto al presidente de Iberdrola, prosigue el acto con una declaración en la que resalta el amor de su compañía por la cultura y por Europa: «Este libro es una buena forma de homenajear la Presidencia española de la Unión Europea: con relatos de algunos de los mejores escritores españoles sobre la participación de nuestro país en la historia de Europa, uniendo dos pilares para Iberdrola, como son el apoyo a la cultura, uno de los ejes de nuestro compromiso social, y nuestra firme apuesta europeísta».
Después de las intervenciones de Julián Martínez-Simancas y de Arturo Pérez-Reverte, llega el momento de los autores. Leandro Pérez, director de Zenda, da paso a cada uno de ellos para que hablen de su aportación al libro. No han podido estar todos: de los catorce han acudido al evento nueve de ellos, además de Pérez-Reverte, que participa en Las luces de la memoria con Jodía Pavía. Comienza hablando Espido Freire, que ha contribuido a esta obra con un cuento localizado en la isla de los Faisanes, un curioso lugar cuya jurisdicción es compartida entre España y Francia, medio año por cada país. La autora comenta sobre su relato: «Quiero hablar de tantas otras cosas que la mayor parte de las veces olvidamos cuando únicamente nos centramos en los tratados de la política y en los límites de cada uno de nuestros Estados. En este lugar donde el límite se desdibuja, es donde yo estoy más cómoda». Emilio Lara, que ha centrado su historia en el Concilio de Nicea —que fue presidido por el emperador Constantino—, habla de la importancia de un alimento de su tierra —Jaén— en su relato: «El aceite tiene un papel muy especial, aparte de estar en el título». La tercera en intervenir es María Dueñas, que ha escrito un relato contemporáneo, centrado en la emigración española hacia distintos países de Europa en las décadas de los años 60 y 70. La autora de El tiempo entre costuras comenta al respecto: «En esta España próspera que tenemos ahora, a veces, se nos olvida que nosotros también fuimos emigrantes». Y de las fábricas holandesas no vamos hasta Benasque, donde los españoles libraron una de las últimas batallas contra las tropas napoleónicas, de la mano de la ganadora del Premio Planeta en 2022, Luz Gabás, que cuenta al público: «La mía es una historia triste, que demuestra cómo la guerra consigue extender sus tentáculos hasta los sitios más pequeños y alejados, donde solo hay gente que quiere vivir en paz y se ven forzados a tomar las armas o a agachar la cabeza». La primera tanda de intervenciones la cierra Susana Fortes, que ha ubicado su narración en el mundo de los espías y de la Resistencia en Francia durante la II Guerra Mundial.
Juan Manuel de Prada
Nos habíamos quedado en la Francia ocupada por los nazis, y de allí viajamos a un bar peruano de Plaza Castilla para conocer La (cyber) leyenda negra de Karina Sainz Borgo, que sólo unas horas más tarde será galardonada con el premio David Gistau de periodismo. Con José María Merino nos vamos hasta el reino de León. El académico de la RAE —letra m— revela un dato importante de nuestra historia: «Cuando yo estudié Derecho, hace ya más de sesenta años, nos contaban que la cuna del parlamentarismo estaba en la Carta Magna de Juan sin Tierra, y muchos nos lo creímos. Ha tenido que pasar el tiempo, morirse Franco, para enterarnos de otras cosas: la cuna del parlamentarismo está en España». Juan Eslava Galán habla en su relato de las cuitas para encontrar las reliquias de Santa Flora, una búsqueda desesperada que lleva a varios obispos hasta Sevilla. La aparición en sueños de San Isidoro a uno de los religiosos consigue resolver el problema. El punto final a las intervenciones de los participantes en Las luces de la memoria lo pone Juan Manuel de Prada, que cuenta el encargó que recibió de Zenda: «Leandro me pidió que participase en el libro y me dijo: Pérez-Reverte sugiere que escribas sobre el Concilio de Trento. Evidentemente, él y yo tenemos opiniones enfrentadas sobre este acontecimiento. Como yo soy valiente, decidí escribir no tanto sobre el Concilio de Trento, sino de lo que allí se sustanció».
Después de las presentaciones, los aplausos resuenan en la bóveda de madera y chocan contra las paredes de ladrillo. Es el momento de buscar a los viejos amigos, de conocer a otros nuevos y de celebrar el aniversario y que hay un nuevo libro en los anaqueles zendianos. Pasamos en fila india por el photocall de Jeosm, el genio de la cámara, que publica esta semana publica un nuevo libro, No soy uno de los vuestros. Los cardenales taponan la salida de los camareros, atacando primero una bandeja y luego otra; San Isidoro se aburre en una silla al fondo de la sala; mientras Carmen, que a cada paso envejece un año más, hasta convertirse en la anciana llena de recuerdos de Sin rendición en Breda, recorre el recinto del brazo de María Dueñas. Como siempre ocurre en estos actos hay ausencias: de autores que no han podido venir —Sergio del Molino, Soledad Puértolas, Lorenzo Silva y Andrés Trapiello— y de zendianos e invitados a los que a última hora se les cruzó otro plan. El tiempo voló. Hemos llegado al epílogo. Miguel Munárriz y Álvaro Colomer, mariscales de Zenda, observan satisfechos el campo de batalla. Alberto Olmos, al recoger su abrigo, se encuentra un artículo para su Hotel Z en el guardarropa. Poco a poco, los más de doscientos asistentes se van marchando. Los invitados se dividen en grupos: unos prefieren regresar a su casa a ver algo en Netflix, los partidarios de la cerveza cañí siguen a Jesús Fernández Úbeda y los amantes de los cócteles parten con Daniel Arjona. Todos se han ido, nos hemos quedado solos, Arturo camina hacia la salida, Leandro echa el cierre a la sala, mete la llave en la cerradura del portón, una vuelta, otra vuelta. Objetivo cumplido —se felicitan—. Siete años, siete libros, millones de lectores. En Edimburgo María José Solano, corresponsable de la editorial Zenda-Edhasa, que andaba esta semana siguiendo la pista de Robert Louis Stevenson, sonríe. Camino junto a mi admirado Miguel Barrero por un Madrid nocturno pero iluminado por las luces de nuestra memoria.
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