La última mirada de Goya es un thriller histórico que, además de explorar los últimos días del ilustre pintor español, aborda un hecho real que no se ha investigado lo suficiente: la desaparición de su cráneo tras el entierro. En esta novela, el encargado de solventar el enigma será el detective más famoso de París.
En este making of Javier Alandes da buena cuenta del germen de La última mirada de Goya (Contraluz).
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—Tienes que probar el pollo asado de Casa Mingo antes de volver a Valencia —casi ordenó mi amigo.
—Te digo que como ese no vas a probar otro.
Así que, en el último día de aquella visita a Madrid de ese todavía postpandémico septiembre de 2020, mi hijo, los amigos que nos acompañaban y yo decidimos que, antes de tomar la A3, pasaríamos a probar ese pollo. Y de ahí, directos a casa.
El restaurante no tenía pérdida: “justo enfrente de la ermita de San Antonio de la Florida”. Como referencia me valía, y la curiosidad hizo que Internet me indicara que aquella ermita tenía sus techos y bóvedas pintados por Francisco de Goya. No estaba mal; una visita cultural para abrir el hambre.
Al aparcar a la orilla de aquel tramo del Manzanares, la primera peculiaridad: una estatua de Goya en bronce, sentado, camisa con chorreras, casaca abierta y paleta y pinceles en las manos nos daba la bienvenida.
Cruzando la calle, la segunda: no había una ermita, sino dos. Exactamente iguales, separadas por un pequeño paseo peatonal con bancos y sauces llorones (o lo que para mí son sauces llorones, que no estoy muy puesto en botánica).
“Hay dos ermitas —me explicó un señor con garrote y mascarilla que, sentado en uno de los bancos, aprovechaba el sol del mediodía— para que en una se pueda oficiar misa y en la otra se puedan visitar con calma los frescos de Goya”.
Efectivamente, en la de la izquierda se podía ver a los fieles que asistían al culto de aquel domingo. Y de la ermita de la derecha salía algún visitante, pero ni rastro de una cola. Así que entramos sin esperas y sin pagar entrada, dos verdaderas anomalías cuando uno ejerce de turista.
El milagro de San Antonio de Padua se narraba a lo largo del techo de aquella ermita, claramente atribuible a Francisco de Goya por los rostros y las pinceladas. En la cúpula vimos cómo San Antonio resucita a un muerto para interrogarle sobre quién ha sido su asesino y dejar libre de culpa al padre del fallecido, que ha sido acusado de la muerte. Y las mujeres y hombres que rodean al santo se maravillan ante tal milagro. Conmovedor y estremecedor a la vez. Goya.
Pero fue la guía que cuidaba de la ermita quien nos contó la tercera peculiaridad, señalando a la tumba que se encuentra a los pies del altar: allí reposan los restos de Goya junto a los de su consuegro, Martín Miguel de Goicoechea. Fueron enterrados en la misma cripta en Burdeos, y en 1888, al abrirla para proceder a la exhumación de los restos del pintor hubo problemas para identificar y separar ambos esqueletos. Así que alguien tomó la salomónica decisión de traerlo todo y que ambos hombres descansaran juntos toda la eternidad.
Pero aún quedaba una sorpresa más: cuando abrieron la cripta de Burdeos en 1888, esta había sido profanada y faltaba el cráneo del pintor. Y allí seguía, en San Antonio de la Florida y sin cabeza. Nadie sabe todavía qué pudo pasar.
Con esa mezcla de imaginación y cabeza estructurada que tenemos los contadores de historias, me dije que ahí había una interesante investigación.
Y tras esa investigación, varias semanas después de aquella visita, me dije que ahí había una novela. Un hecho truculento que afecta a uno de los más grandes pintores de la historia, con tantas lagunas que, a día de hoy, sigue sin explicación.
E imaginé a un anciano Goya en Burdeos, con el rostro de Paco Rabal, víctima de un complot para asesinarle para que alguien cobre su venganza. Y al espía que tiene que trazar el plan, a los sicarios que tienen que ejecutarlo, y al guardaespaldas que, por azares de la vida, tiene que protegerle, y a Leocadia y Rosario muertas de miedo, y a la institutriz que asume el mando, y al detective que lo investiga sesenta años después.
Convirtiendo ese misterio en una clásica historia de aventuras. Con persecuciones, tiroteos, amenazas, amor, miedo y venganza. Como las de Dumas, Conrad, Stevenson o Pérez-Reverte que llevo leyendo desde pequeño.
Convirtiendo esa historia en una novela llamada La última mirada de Goya.
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Autor: Javier Alandes. Título: La última mirada de Goya. Editorial: Contraluz. Venta: Todostuslibros.
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