El escritor roteño Felipe Benítez Reyes se alzó hace ya unos meses con el I Premio de Poesía Marpoética, concedido por el Ayuntamiento de Marbella, con un libro, Los expedientes de la madrugada, del que Fernando Aramburu, miembro del jurado, ha dicho que contiene “poemas de gran intensidad, hondura y vitalismo, que, sin renunciar a una notable densidad de pensamiento, se expresan con un lenguaje depurado y bello”.
En Zenda ofrecemos cinco poemas de Los expedientes de la madrugada, de Felipe Benítez Reyes (Visor).
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CELEBRACIÓN DEL SIN PORQUÉ
Vuela tú, la canción, por dentro de ti misma
y vuela alto
y que tu vuelo
te aleje del pensar, para que así el discurso
que se contenga en ti acierte a conciliarse
con el sinsentido esplendoroso del mundo,
lugar de las estrellas y el olvido,
del soñar y los mares,
de toda realidad y fantasía.
Vuela tú, la canción: desvela tu secreto
y ven a celebrar este ser y no ser y ser de alguien
que nos ampara a cambio de ampararlo,
la mercancía que somos del vacío,
la tiniebla compleja que nos lleva
de su mano a la dicha o al dolor,
en tanto gira
la fortuna azarosa que daña o recompensa,
la abstracción de un destino imaginario,
mientras andamos por aquí,
conforme al privilegio
de sabernos fugaces y felices de serlo,
pues ¿quién convive consigo
y no quiere ser otro en otra nada?
¿Quién no acepta el final del espejismo?
¿Quién no ha aprendido aún que esta grandeza
lo es precisamente por efímera?
Vuela tú, la canción del sin porqué,
cuando mi vida va más lenta ya que el tiempo.
Vuela tú, mi canción, que iré contigo.
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EPISODIO DE INFANCIA
Se fue la luz en la casa de campo.
Al reflejo ondulante de una vela,
veía yo la noche pasar, como un ser vivo, entre las cosas.
Se hizo un silencio sólido, acompasado
con la fantasmagoría inquieta de la llama.
Pero entonces oí la respiración de la montaña dormida,
el susurro melódico del viento entre los árboles,
el latir de la luna vagabunda.
En medio de aquella tenebrosidad dorada,
en mitad del vacío, hablaba el universo.
Aún intento descifrar qué me decía.
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DIVAGACIÓN ACUÁTICA
El agua que brota de noche del manantial
no sabe que está dormida:
va en su sueño a fundirse
con otras aguas veloces
que murmuran al fluir y a veces cantan
y juntas fluyen y cantan y se unen
en la corriente inquieta que sabe de antemano su camino,
que no es otro que un dejarse llevar,
como hacemos nosotros con la vida.
El agua con sonido que discurre
en una égloga renacentista
se me confunde ahora en la memoria inestable
con la lluvia otoñal que oí caer
desde una ventana del hotel Locarno, en Roma,
y que parecía el eco de una batalla de hace siglos,
un choque de metales en el aire,
un rápido morir.
Fernando Pessoa, en cambio, habló de la lluvia muda
de Lisboa, la lluvia silenciosa bajo la que anduve
con un libro de Pessoa en el bolsillo.
Un agua mansa
que cubría la ciudad como un velo de novia.
Oyes manar
el caño de una fuente fría y oyes un relato
que no te dice nada y dice todo,
la frase pasajera que contiene un enigma,
el verbo inexistente
que define un estado de conciencia.
Bajo la corriente presurosa de un río
una voz presocrática avisa
de la fugacidad anhelante que nos vincula al mundo.
(Hesíodo, por su parte,
supuso que todo aquel que cruza un río
sin purificar sus faltas ni lavarse las manos
será un aborrecido de los dioses,
que le enviarán padecimientos).
Oigo ahora llover y qué raro resulta
este concierto acuático que podría ser un caos y es un método.
Oigo ahora llover y soy la lluvia.
La lluvia que nos reúne bajo su imperio de fugacidades.
Porque somos el manantial
de lo ilusorio, lo que emana de un adentro
hacia dónde y para qué.
Porque somos
el niño sin apenas tiempo tras de sí
al que envolvió una ola inesperada
para arrojarlo luego, como a un náufrago, a la orilla.
Somos los que desde entonces aguardan en la orilla,
fundido ya el vivir con las mareas,
dormido ya el afán de un infinito.
Y el agua que nos trajo será la que nos lleve.
***
DONDE ERES Y NO
Igual que el sello de lacre blanco de la luna
—y es un modo de hablar— clausura el día,
las puertas del tiempo van cerrándose en tu memoria
como una sucesión de espacios inconexos,
y ese acaba siendo tu imperio de ilusionismo,
el lugar que gobiernas con un cetro de humo.
Tú, el centinela de la vida invisible,
miras ya el tiempo pasar como si nada
contuviera en su esencia esa abstracción
que demarca tus tránsitos,
la historia de fantasmas que ahora eres,
el perdido de ti cuando te buscas,
pero ausente de ti cuando te encuentras.
No puedes recordarte
en la sucesión de episodios que te han traído hasta aquí,
al lugar de las suposiciones
en torno a tu existir en torno a qué,
donde eres y no, donde al final no hay nadie.
Dentro de ti resuena la música de un mundo
desconocido para los demás,
pues en este entresueño todos vamos
componiendo una sinfonía exclusiva
que solo puede oírse si cerramos los ojos
y nos miramos por dentro
como quien deambula por el fondo de un mar.
Vas por dentro de ti como quien huye
de lo que va buscando,
dueño de esas palabras
que pronuncia en su caos la conciencia
para componer un discurso que suena en un vacío,
como quien habla en sueños.
Bajo la luz del día vas hacia lo oscuro.
Vas por la oscuridad en busca de qué aurora.
Vas adónde tú, en fin,
si vas ajeno contigo en tu dejar de ser.
Si las puertas del tiempo van cerrándose.
Si has perdido unas llaves que jamás existieron.
***
EXCURSO
(El viento
trae ahora
desde una verbena
remota
una remota
canción
de juventud
a tu ventana.
Como si nada
hubiera cambiado
desde entonces
—¡como si nada!—,
escucha esa canción
remota
que trae el viento
y da las gracias,
aunque no sepas
por qué).
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Autor: Felipe Benítez Reyes. Título: Los expedientes de la madrugada. Editorial: Visor. Venta: Todostuslibros.
BIO
Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 1960) ha publicado en Visor los libros de poemas Sombras particulares (1992), Vidas improbables (1995, Premio de la Crítica y Premio Nacional de Literatura), La misma luna (2006), Las identidades (2012), Ya la sombra (2018) y Un mentido color (2021), así como Libros de poemas (2009), que recopila su poesía escrita entre 1978 y 2008.
Andalucía, ubérrima de poetas.