Si a Jay Gatsby no le hubiesen descerrajado un tiro por la espalda en la novela de Scott Fitzgerald hoy viviría en Edimburgo y se llamaría Mario Conde. Los dos fueron jóvenes mientras se sucedían las fiestas, ya no había ley seca, pero se bebía lo mismo. En ellas estaba todo el mundo. Había misterio, todos —incluida la beautiful people, que era el régimen de los ochenta—– querían saber quién era aquel muchacho elegante del que todo el mundo hablaba. También España era joven, guapa y todo era posible. Había toreros y banqueros, movidas y hasta los escritores se hacían millonarios. Era un tiempo en el que queríamos dar más altos a cámara porque sabíamos que el mundo nos miraba. España, de la entrada en la Comunidad Económica Europea a Barcelona 92, pasando por Sevilla.
Ahora recibe en Edimburgo. Sigue gastando gomina y la misma mirada que llenó periódicos desde la venta de Antibióticos en 1987, pero asegura que ya no le interesa ni el poder ni la actualidad, “ni por todo el oro del mundo”.
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—Habrá quien piense que Mario Conde se ha ido de España por motivos económicos, fiscales.
—Edimburgo no está en la Unión Europea. Si te interesa fiscalmente tienes que irte a Portugal. O si no, a Andorra. O a cualquier sitio donde haya un tratado, pero aquí no. Además, que es complicado ser residente en Escocia. Yo hablé con unos abogados y me dijeron que sólo hay tres posibilidades: la primera, que encuentre usted un trabajo por cuenta ajena, a lo que yo dije que ya había trabajado mucho en mi vida y que se acabó. Segundo, que montara una empresa, y contesté que ya no monto ni una churrería, porque estoy hasta los huevos. Y la tercera, que se case usted con una escocesa. ¡Ah! Eso ya me interesó más. Le dije que si me garantizaba el divorcio y no me exigía el coito… Así que no, yo estoy aquí estudiando, y no me quedo más de seis meses tampoco.
—¿Estudiando? ¿Otra vez? Se ha pasado la vida estudiando: primero una carrera, después unas oposiciones, más tarde para banquero.
—Me encanta estudiar, me ha gustado toda la vida. No sé leer, lo que sé es estudiar. Tardo en leer un libro que me interesa mucho más que la media, pero resulta que luego me lo sé. La base de que me guste estudiar es que lo que nos hace verdaderamente libres es el conocimiento. Mi padre decía que hay dos tipos de personas: “los que van por el mundo como una maleta y los que llevan la maleta”. Los que llevan la maleta son los que dirigen, y la maleta somos, bueno, son —se autocorrige rápido— una inmensa mayoría. Y luego tengo un sentimiento de curiosidad innato. Es decir, te asomas aquí y te preguntas: ¿esta ciudad de cuándo es? Del siglo XIII. Ya ¿y la tecnología para levantar esos edificios tan altos? La cantidad de obreros que se habrán matado… ¿Y por qué los hacían tan altos entonces? Vamos, que yo no soy capaz de mirar sin sentir curiosidad, porque todo lo que veo me llama la atención y trato de encontrarle una explicación. Rehúyo lo que David Hume y otros por aquí llamaban el pensamiento mágico. El pensamiento mágico —apunta— es la explicación de la realidad a través de dogmas, que es muy respetable, pero yo distingo los dogmas para la vida eterna y los dogmas de diario. Los dogmas para la vida eterna están muy bien, usted puede creer lo que le dé la gana. Ahora, no me diga que la explicación de un señor que se cae de un edificio y se mata es porque Dios lo ha querido así. No, se mata por la ley de la gravedad, 9,8 metros por segundo —recita ágilmente de memoria—.
—De cualquier otra forma, volvemos al mythos griego…
—El abandono del pensamiento mágico a mí me parece decisivo, y es lo que ha hecho evolucionar a la sociedad, claro. Otros te dicen que eso implica el abandono de la faceta espiritual del ser humano, pero no es así necesariamente. La ciencia es una explicación transitoria de lo real, porque la ciencia va evolucionando. La ciencia es una incorporación de conceptos que han pertenecido a la magia —sigue cavilando el entrevistado—. Yo me he pasado toda la vida estudiando, y aquí lo que hago es estudiar. Básicamente, lo que estoy estudiando es ese movimiento que ellos llaman Enlightenment —Ilustración, para el lector que no quiera recurrir al traductor—. Recibir la luz. Una explicación no mágica para decir: «Señores, ¿por qué en una ciudad como Edimburgo, en un momento cómo aquel, coinciden Hume, Robert Burns, Sir Walter Scott…?». En fin… En todas las ramas del saber… Voltaire decía que había llegado un momento en ese instante histórico en el que, para cualquier cosa seria que quisieras saber, tenías que pasar por Escocia. Como ves, me gusta estudiar y estoy estudiando.
—¿Y por qué en Escocia? También se puede estudiar en la biblioteca de El Escorial.
—Escocia, porque me ha fascinado siempre. Segundo, desde que descubro mi ADN, después de hacerme unos análisis, incorporo un factor más. Y tercero, porque tenía ansia de conocer Edimburgo. Vine en el 2022, me pareció fascinante, aunque estuve poco tiempo y me fui a las Highlands. Y ahora me pasa una cosa: yo paseo por aquí y veo belleza. Además tengo algo que no he tenido en mi vida, y se llama anonimato. Hay veces, cuando aparecen españoles, que tengo que ir disfrazado con un gorro y demás. El otro día en el cementerio de Greyfriars un español muy gracioso preguntó si se podían hacer una foto. Si la hacía él no salía, así que se lo pidió a otro tipo que andaba por allí y añadió: “Apunte bien, porque ahora mismo hay más historia importante aquí que toda la de este cementerio”. ¡Toma ya!, —añade con guasa—. Edimburgo es una ciudad humana, vas a todos lados andando. Me parece sorprendente que en mil seiscientos y pico tuvieran esa capacidad de planificación urbanística. Cuando estoy aquí el taxi no sé ni lo que es.
—Es curioso que hable de anonimato un hombre que lleva toda la vida sin saber lo que es, y al que tampoco parecía interesarle.
—El anonimato es una maravilla. Te voy a contar un detalle: yo iba a un pub que está por allí abajo —apunta en dirección contraria a nuestros pasos—, iba disfrazado con sombrero, gafas, bufanda, hasta que caí en la cuenta: ¿quién me iba a conocer aquí? Era un sitio muy clásico, lleno de escoceses, desde 1840, que se toman sus pintas con puntualidad cada día. Pedía mi cerveza y me trataban normal, hasta que un día vi que la chica que trabajaba tras la barra había cambiado la actitud y miraba con distancia. Me contó que el día anterior entró un grupo de españoles. “Usted estaba al fondo y dijeron que no sabíamos lo importante que era y cosas así”. Claro, ya no he vuelto.
—Va incluido en la marca Mario Conde, ¿no?
—En España yo soy Mario Conde, sí. Es un eslogan, un mito, una marca si lo prefieres, que tiene sus connotaciones buenas o malas, según para quién. Así que cuando yo me aproximo a una persona es inevitable que en su mente exista el «Marioconde» —dice de corrido—. Pero aquí soy yo, para bien o para mal, y si a alguien le caigo bien es porque soy yo. Me hace mucha ilusión cuando he pasado en Edimburgo unos meses y a la vuelta me reciben en los pubs que frecuento con un “oh, what a joy to see you!”. Es por primera vez en los últimos cuarenta años que yo soy yo, para bien o para mal; con mis defectos, que son muchísimos, con mis virtudes, que no sé cuales son, pero si me conoces, me conoces a mí. Lo verdaderamente interesante del anonimato es que me descubro a mí mismo. Aquella frase muy antigua que dice: “Nosotros somos como nos relacionamos”. Todos tenemos un concepto de nosotros que es una maravilla, somos entre Superman, Batman y Robin, los tres incluso —apunta con ironía—, pero después resulta que no. Es decir, que somos lo que los demás ven en nosotros, el resto es mentira. Yo veo que cuando entré en el hotel esta última vez los chicos de recepción me habían comprado un libro con las páginas en blanco y en la primera habían escrito: “¡Bienvenido!”. A mí, no a Mario Conde. Pensé: “No estoy tan mal, chico. No he perdido la práctica”. Luego vuelvo a España otra vez y me preguntan qué opino de la amnistía. ¡Que le den por culo a la amnistía, que estoy aquí paseando por la calle, dejadme en paz! ¿Yo que sé lo que habrán hecho? Obviamente, tengo mi concepto como jurista, pero aquí estoy viviendo yo. En España es inútil, porque es un caso digno de estudio. Todavía me escriben chavales de catorce años porque por las redes sociales ven las entrevistas de YouTube. Me decía una joven, que quería hacer una tesis doctoral, que yo llevaba en el candelero desde 1984. De aquello han pasado cuarenta años. Desde entonces un sector se me ha echado encima y han dicho de todo, desde que mataba perros o desayunaba cráneos de abuelos enfermos hasta que comía niños para merendar. Vaya, que nada de lo que ocurría en España era ajeno a mí, por lo visto. El pensamiento mágico del que hablábamos antes. En vez de Dios era yo el que obraba todo. A pesar de eso, treinta años y alguna prensa machacona, ves a la gente por aquí y te tratan con afecto y admiración.
—¿Hay mucha gente que quiere seguir siendo Mario Conde?
—Cioran es una de mis lecturas preferidas, aunque es muy agrio. A mí me impresionó su primer libro, En las cimas de la desesperación. Él es hijo de un pastor que está casado con una señora, claro. Bueno, claro entonces. Hoy vete tú a saber —añade—. Cioran era un tipo de veinte años con insomnio que salía a pasear por las noches y al volver hacía ruido y despertaba a la madre, y en una de aquellas noches ella le dice que la tiene hasta los huevos. Bueno, no exactamente igual, supongo que se lo diría en rumano. Pero la clave no está ahí, está en esa otra frase que le dice: «Si llego a saber que eras así, habría abortado”. El tipo se quedó clavado. Todo lo que soy yo es una decisión de mi madre, comprendió. Entonces él, que se quería suicidar con frecuencia, decidió vivir y escribir un libro y después otro maravilloso y otro. Bueno, pues Cioran dice que cuando el mito prende en el alma humana no hay forma de arrancarlo.
—¿Es usted un mito?
—En el momento en el que tú conviertes en posible una aspiración que llevaba la juventud contenida dentro. No es que seas rico, que es un factor, no es que seas guapo, que es un factor, no es que seas elegante, que también, lo importante es que abres una estructura cerrada. En nuestra época de la universidad los bancos eran una estructura cerrada y el poder económico en general también. Habíamos aceptado un concepto feudal de la economía. Mire, usted lo hereda o tiene que tener un padrino. Y de repente, las madres ven que se abre una luz y su hijo Manolito puede llegar a ser presidente del banco, cuando nunca lo habían pensado. Manolito lo más que podía ser era conserje y, si le iban las cosas de puta madre, director de la sucursal de Cuenca, que la oficina está en una casa colgada y se puede caer Manolito y se mata. De repente se abrió una luz.
—Se refiere a la meritocracia.
—Ni siquiera eso. Si yo explico que me despertaba a las cuatro de la mañana, que mientras los demás en Deusto se iban a jugar al Mentiroso yo me iba a estudiar, que saqué todo matrículas menos una, que era sobresaliente de honor. En Deusto nunca nadie había sacado todo matrículas, incluyendo todas menos una. Luego yo me despertaba a la una y media o dos de la mañana para estudiar la oposición de abogado del Estado. Que no es que yo sea más listo, que sí… Sobre todo la clave es que he sido más trabajador y constante. Entonces, eso ya no les hace gracia. Un día iba paseando por Santillana del Mar: «Don Mario, don Mario, yo soy letrado del ayuntamiento gracias a usted». «Será gracias a usted». «No, mire. Mi padre todas las mañanas a las siete y media golpeaba mi puerta y decía levántate, que a estas horas Mario Conde ya llevaría dos horas estudiando«. El mito no es por mí, sino porque desperté en ellos la posibilidad de ser. ¿Tú sabes lo que significa eso? Durante la evolución del ser humano, en las estructuras feudales, no se movía nada. Tú podías tener un comercio de la leche, sí, pero no eras noble. Dejamos más tarde el modelo feudal, pero fuimos heredando determinados mitos del comportamiento, como ocurría en los bancos que eran exactamente igual que la nobleza. En Banesto el consejo de administración se heredaba de padres a hijos. Era un modelo capitalista cojonudo, ¿no te digo? Pero nadie lo cuestionaba. Se aceptaba. Tenías un tío estudiando la carrera y su horizonte profesional estaba capado hasta que llegamos nosotros. Entonces, esa mitología fue una luz de esperanza. No pueden destruirlo, porque si destruyen eso tienen que conformarse con volver a ser ordenanza. Así que no se puede tocar. Hagan lo que hagan es inútil. Podían mandarme a la cárcel o al infierno, pero el mito no consiguieron tocarlo.
—¿Incluso lo que haga usted?
—Absolutamente. Es inútil, porque está ahí. Tú te ves a ti mismo con una posibilidad de ser. Te voy a dar un dato que es absolutamente acojonante: en el banco hicimos una encuesta para ver a qué figuras políticas y económicas conocían los ciudadanos. La mayoría de presidentes de banco no llegaban al diez por ciento, algunos políticos un setenta. Felipe González y yo, cerca del noventa por ciento.
—El caso es que lo metieron en la cárcel. Y ya que esto es una publicación cultural, para un tipo que ha tenido poder, fama, un banco, prestigio y que lo ha perdido, ¿qué es la cultura?
—La cultura es lo que nos hace humanos. Yo tenía apenas catorce años, estaba en mi cuarto con mi perro y entró mi padre. Me dijo «toma», y me dio un libro. «Esto es lo que te va a hacer un ser humano completo: lee, estudia, conoce”. El libro que me entregó fue Así habló Zaratustra. Como comprenderás, con catorce años… Pero él no quería que lo leyera, quería que entendiera el valor del libro. Poco después, cuando estaba en Deusto, en primero de carrera leí una frase que decía: “El libro es un arma, úsalo”. Entonces, la cultura es lo que nos hace humanos, lo que nos permite pasar por la vida con un sentido mínimamente profundo de la existencia. Como decía David Hume, yo no soy ateo, yo lo único que digo es que mi faceta espiritual reconduce a una relación con Dios, pero yo no meto a Dios en la explicación de por qué cae una manzana de un árbol, eso ya lo explicó Newton. Así que la cultura para mí es clave. Es muy fuerte ser inculto. Se puede ser sabio y ser inculto, pero no hay nada más aburrido en mi vida que un ser inculto. Ahora se ha perdido el interés por la cultura. Uno de los daños terribles de las redes sociales es que la gente ha dejado de estudiar, ha dejado de leer, ha dejado de interesarse. “¿Qué es tal cosa? ¡Espérate que voy a Wikipedia!”. Está todo en el móvil. Afortunadamente, mis hijos han vivido y han mamado el amor por la cultura, por el saber y el conocimiento. Del mismo modo que el derecho te facilita una herramienta conceptual para entender lo que sí y lo que no, lo que se puede permitir, lo prohibido, la cultura te hace ser quien eres como persona, no como maleta.
—Y para alguien que dice que haciendo la cuenta de la vida lo que más ha sido en total es preso, ¿qué significa la cultura?
—En la prisión descubres una parte de la sociedad, que no es tan distinta, por cierto: un reducto cerrado donde explicas los movimientos, el poder, las reglas… Además, para mí representó lo siguiente: creo que es la época de mi vida en la que más he leído. Leía todos los libros que podía desde las cuatro de la mañana.
—¿Qué lee el que se despierta a las cuatro de la mañana y no tiene a dónde ir?
—Pues leía básicamente mundo espiritual. Me he definido como un peregrino de la certeza durante muchos años. He querido que existiese la certeza, y la certeza no existe. Hay un día cuando murió mi mujer, Lourdes, que me fui a un sitio de esos que me produce mucha fascinación, un monasterio. Un monasterio cisterciense, para ser exactos. Por qué me dejaron entrar no lo sé, ni siquiera el abad se lo explicaba. Los cistercienses son otro caso, tampoco saben quién es Mario Conde, por suerte, pero me dejaron entrar. En una ocasión, a las cinco de la mañana, habíamos terminado la misa y el tipo que tocaba el órgano era un hombre de Bilbao de unos cincuenta años más o menos. Cuando salimos fuera, porque nos dejaban hablar cuando salías del monasterio, dentro no, estaba prohibido, le pregunté cuánto tiempo llevaba y me respondió que veinticinco años. «¿Siempre aquí? ¿No has tenido nunca dudas?». “Todos los días”, me dijo. Entonces le pregunté que qué hacía allí. Y me respondió de un modo que me ha marcado toda la vida: “Porque tampoco tengo ninguna certeza”.
—En la cárcel, los libros…
—Buscaba una certeza. Con dieciocho años, cuando llegué a Deusto, iba todos los días a misa. Era un católico ferviente, pero en segundo de carrera la idea del Dios personal me abandonó, se fue. Recuerdo que iba todas las tardes a las ocho de la tarde a la iglesia a pedir que no se fuera, que no me dejara solo, pero se fue. Y fue tremendo. Entonces busqué refugio, porque es una sensación de soledad terrible, y caí en la náusea de Sartre. Y ahí consumí varios años de mi vida en Deusto. Te voy a contar una cosa curiosísima: hice un examen de religión en segundo de carrera y mi examen fue en plena crisis religiosa. Después me llamó mi padre y yo le resumí lo ocurrido. Yo le dije que no podía mentir y le expliqué la crisis y lo que pensaba. Más tarde me llamó el profesor, un jesuita, y me dijo que fuese a su despacho. Pensé que me iba a comunicar el suspenso. En cambio me dijo: «Quiero hablar con usted, me interesa su vivencia personal, he leído su examen.”. Yo le conté. Me dio las gracias y me fui. Al día siguiente, al recoger las papeletas con las notas, matricula de honor. Desde entonces mi amor por los jesuitas es total.
—Le gusta la historia.
—¡No, la historia me apasiona!
—Pero Mario Conde es historiador, es escritor…
—Escribí porque cuando yo llegué a esto pensé que estaba viviendo una etapa muy importante en mi vida y en la vida del país. Llevaba un libro, si no habría sido imposible acordarme de todo. Ahí anotaba lo que me ocurría y lo reflexionaba. Así que me pareció el momento justo para que la gente pudiera conocer lo que había pasado. A raíz de eso me puse a escribir. Y todo lo que he escrito es o relacionado con el mundo espiritual, sobre el tao, un libro que se titula Economía y espíritu, que nace de la Universidad de Hamburgo, o relacionado con el mundo espiritual o con lo social y la memoria. Aquí estoy escribiendo y reflexionando sobre quién soy. Yo quiero saber quién soy. El mono desnudo. Y hay un camino para encontrarte, que es el ADN, ahora que se ha demostrado por la epigenética que las células tienen memoria. Y estoy escribiendo a ver si por el camino de la epigenética me encuentro a mí mismo. Es muy apasionante, pero al final sigo estando desnudo, no sé quién soy. La explicación del ser humano al final te conduce de nuevo a lo espiritual. O somos un producto espiritual o no somos nada.
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Aprovechando una pausa, le habla en un fluido italiano a la camarera morena de Verona que le pregunta si quiere otro café, porque el sitio no está escogido al azar. No es otro café más entre todos los cafés de Edimburgo, tampoco es porque sea el primero en abrir. Todo conquistador tiene algo de seductor, y Mario Conde no puede evitarlo.
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—¿Puede ocurrir que entonces la mitología de lo espiritual sea esa necesidad de autorreconocerse y no tener que decir que no soy nada?
—Puede. Tengo dudas, certezas no. Vuelvo al monje, no hay certezas. Yo he entrado en la casa de un chico que ahora tiene cincuenta años, todo lo que tenía eran fotos mías y de repente me saca dos cartapacios con todos los recortes de mis noticias.. ¿Tu sabes la cantidad de periódicos que yo he llenado?
—Es decir, que a otros les servía ser Mario Conde, pero a usted no.
—Claro. Yo huyo para encontrarme a mí mismo. Por eso cuando vuelvo a España, sigue Mario Conde presente. Mientras que aquí… Yo estoy aquí, 30% de sangre escocesa aparte, porque me estoy buscando.
—¿Y qué ha encontrado, aparte del desprestigio de la cultura y que todas las cafeterías abren tarde en Edimburgo?
—El ser humano es una arquitectura de valores, y dentro de esos valores hay primer piso, segundo piso… Atiende a lo que considera importante para él, para su vida, para su progreso. La cultura ha dejado de ser importante. Si tú le preguntas a un chico joven qué intereses tiene, te dirá que de qué le sirve la historia, la pintura. “Dame algo que me sirva para ganar dinero”. Ya, pero es que te sirve para ser humano. Y te dirá que qué es eso, porque la cultura ha dejado de ser un valor. La cultura supone un coste. Si quieres ser culto tienes que invertir tiempo y dinero para tirarlo por la borda. En ese sentido hemos vuelto al siglo XV, XVI, XVII. ¿Quiénes eran cultos? Los nobles, porque tenían tiempo y dinero. El pueblo no podía ser culto, hoy no quieren. La gente ya no le encuentra valor a ser culto. Aunque la única realidad es que la alternativa al conocimiento es el suicidio.
—Mario Conde es jurista, como apuntaba antes, y no hacemos más que oír juristas en los últimos días sobre la amnistía. A usted no le hemos escuchado.
—No hacen más que repetir que la amnistía atenta contra la separación de poderes porque coarta las decisiones de los jueces. ¡Sí! Pero eso pasa con todas las amnistías que conozco desde que el mundo es mundo. La esencia de la amnistía es esa. El juez resuelve y tú dices no. Pero es como si dices que el arrendamiento afecta al derecho de uso de la cosa. Pues sí, claro. Por eso decir que la amnistía no es constitucional, porque no está prevista en la Constitución, es un argumento muy pobre. Es decir, constitucionalmente es muy complejo que la amnistía no quepa en nuestro sistema. Lo digo porque la Constitución habla de la prerrogativa real de gracia. Esa frase viene de la ley de 1870, que es la Ley de Amnistía e Indulto, y así mucho antes. Hay toda una tradición histórica del constitucionalismo español que dice que la prerrogativa real de gracia, que antes ejercía el rey, incluye indulto, amnistía. Hay una argumentación jurídica posible, porque en Derecho a todo se le busca encaje.
—¿Cuál es el argumento que le falta a la derecha entonces?
—Empecemos por señalar que en España no tenemos derecha desde Cánovas.
—¿Le faltan líderes?
—Hoy no nacen líderes, porque se acojonaron. Conmigo escarmentaron, aquí no se mueve ya ni Dios. Feijóo llegó a la dirección nacional del Partido Popular con una frase, aquella de «vengo a ser presidente, y si no, me iré». No se ha ido. No es que mienta, es que ha cambiado de opinión. Pero lo mismo hizo Felipe González. Llegó diciendo que no a la OTAN, luego la OTAN fue sí. No es que mintiera, es que cambió de opinión. Aznar llegó al poder en contra del nacionalismo catalán, y después resulta que hablaba catalán en la intimidad. No es que mintiera, es que cambió de opinión. Y así sucesivamente. No es una peculiaridad de Sánchez.
—¿Y sobre el argumento para oponerse a la amnistía?
—No lo enfocan bien. Ellos dicen que la amnistía es el final del estado de derecho, y eso es una gilipollez. Porque la amnistía es una ley que se aprueba en Cortes, como cualquier otra. Y es una ley que va a ir al Constitucional, y del Constitucional puede ir al Tribunal de Justicia Europeo. Señores, no sólo no se termina el estado de derecho, sino que camina por él, como cualquier otra ley. ¿Es que acaso a mí me gustan todas las leyes que se han aprobado en mi país desde 1978? No, pero las leyes van por un camino. Cuando dicen que se ha acabado la democracia en España si se aprueba esta ley yo me pregunto por qué. ¿Es que acaso ya no vamos a votar más? ¿Ya no hay elecciones? ¿Ya no tenemos parlamento? No. En mi opinión se ha ido a una argumentación de máximos porque se frustraron unas expectativas. Así que la cuestión únicamente es la siguiente: el problema de Cataluña es un problema que nace en el siglo XIV y que alcanza su momento culminante con los Decretos de Nueva Planta, y que nos guste o no está ahí. La Constitución de 1978, con la descripción de nacionalidades, generó un caldo de cultivo brutal. Entonces, Cataluña es un problema. Fíjate que el País Vasco nunca ha tenido una estructura juridico-política unitaria, porque tenía Diputaciones y tal, y ahora parece que el País Vasco quiere el estatuto jurídico de Estado. Lo que debería servir de único argumento es lo que planteabas tú, exactamente eso: ¿es la amnistía la solución al problema de Cataluña? ¿Sí o no? Pero que tengan claro que una amnistía siempre se hace del poder para el poder, desde siempre. Eso sí, mientras tanto nos la están colando con todo lo demás. A mí me preocupa la destrucción de la sociedad, del ser humano. La economía, desde que estamos en Europa, tampoco tiene mucho margen. Para las políticas de identidad sí.
—¿Y qué pinta la sociedad civil en esta hora, usted que tantas veces habló de su importancia?
—Me di cuenta de que predicaba en el desierto. Para salir de súbditos no hay que hablar de libertad, la libertad se construye. La libertad que no fermente en la cultura es otra cosa, literatura barata de salón. Estas últimas manifestaciones me preocupan, porque creo que lo que les mueve es la violencia. La violencia no consiste en romper cristales, reunir una masa ya es violento. Donde hay que ganar o perder es en el Parlamento. Ganar o perder en la calle es algo previo. Me preocupa mucho España, porque hay un caldo de odio. Lo de la sociedad civil… Contra el poder político no hay oposición, ni siquiera el poder económico. Pero la gente de eso no sabe nada, afortunadamente.
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Se acaba Edimburgo. Conde pasea casi veinte kilómetros diarios, que hemos aprovechado para la entrevista. Se hizo de noche a las tres y media, y hace más frío en Escocia que lejos del poder. Son casi las diez. Cenamos mientras él repasa la historia de España sin traspiés y con labia, porque hay una España interesante y peligrosa que pasa por Mario Conde. Incluso una España entrañable cuando en la conversación aparece Chiquito y a Mario le brillan los ojos. Le imita igual. Hace mejor de Chiquito que el propio Gregorio. “Yo le conocí el primero, lo llevaba a todas las fiestas de «Los carrizos». En una de aquellas lo descubrió Antonio Asensio y lo catapultó, claro. Era un tío tan bueno, tan bueno, tan bueno”, encadena con nostalgia. “Era un no parar”, sonríe. Habla con la lealtad de un amigo. De Conde dicen los amigos que le quedan que es “un hombre para todas las horas”, como escribió Erasmo de Tomás Moro, pero no quedan horas en Edimburgo.
Menudo personaje y menuda entrevista. No sé quién es el tal Garabito, pero ya en las primeras frases del primer párrafo demuestra que, pese a proclamarse articulista, no sabe leer, o al menos no supo leer la novela de Scott Fitzgerald. (Pensar que por Edimburgo anduvieron los personajes de algunos grandes relatos y novelas de Stevenson…)
Ud. Ni Le conoce
Disculpe, don Spirit, efectivamente no disfruto del honor y el placer de conocerlo personalmente, pero no hay duda de que ha tenido una carrera política y empresarial de éxito, es un escritor de reconocido talento y, por encima de todo, estamos ante un hombre íntegro y honrado a carta cabal. (Lo de los veinte años de talego que le cayeron por el caso Banesto y demás pecadillos judiciales son cosas que nos pueden pasar a cualquiera, qué poco sentido del humor tienen en la Fiscalía Anticorrupción y en la Audiencia Nacional…)
A cualquiera, eso no le pasa. Porque «cualquiera», no es Presidente de una Corporación como Banesto lo fue.
Pues no lo sé, es posible; en cualquier caso, todo el rollo del comentario anterior era para decir irónicamente que ese personaje al parecer tan complejo y con tantos matices no me parece más que un chorizo de la peor especie, y ni siquiera tiene el toque picaresco que, hasta cierto punto, puede llegar a hacer relativamente graciosos a otros pájaros de la misma calaña. Lo curioso es que el personal hable de espiritualidad, de luces y sombras, de talento y carisma, de cultura y sensibilidad, etc., para referirse nada menos que a Mario Conde, y sólo a un comentarista le sorprenda que se escuche a un delincuente que ha pasado por el talego: efectivamente, qué pena de país. Aunque igual la justicia no se ha portado bien con él y Mario Conde ha sido víctima de un error judicial sin precedentes en la reciente historia de España… (De todas formas, no se puede negar que el andoba sigue dando que hablar cuando no es más que una parodia de sí mismo.)
Con una visión monocular, hablando de la primera frase , y no del articulo por completo se puede observar la clase de intelectualoide opinador de barra que escribe semejante coso.
Hombre, es que si nos ponemos a comentar, una por una, todas las estupideces que se dicen a lo largo de la entrevista, nos dan las uvas. (No está mal traído lo de la visión monocular, aunque lo de opinador de barra igual ya está muy visto: en el próximo comentario me intenta ser más original, me acentúa las palabras que lo requieran y me pone correctamente las comas.)
Que recuerdos Mario. En Deusto. Pagaste cárcel más de la cuenta. No des entrevistas, que les den
Maravillosa entrevista. Muy grata la nueva serenidad de MC.
Que pena de país, que haya periodistas que les den voz publica a delincuentes y a gente que ha estado en cárcel por delinquir, cuando los tendrían que abolir de toda información pública!
Respeto a la persona e incluso respeto al personaje, que no creo que sean lo mismo. No hay duda de su inteligencia y habilidad.
De ahí a considerarse a si mismo un mito, demuestra un egocentrismo y un narcisismo evidentes.
En su haber, varios pelotazos financieros. Pura especulación sin creación ninguna de valor. Permanencia empresarial, ninguna, nula. Banesto, desaparecido. No entiendo la consideración de mito. Quizás si que fue el rey del pelotazo en una época proclive para ello. Muchos marios condes y no tendrìamos tejido empresarial ninguno.
Otro tema es su merecimiento o no de su procesamiento y cárcel. Expertos hay en este tema. Lo que sí parece evidente es que debió pisarle a alguien poderoso muy bien el callo. Lo pisoteó a conciencia. Y, antes de que le siguiera pisando las partes pudendas…
Con sus condiciones, si hasta hoy hubiera continuado con Antibióticos, al timón, quizás podrìa ser considerado como mito.
El perfil del personaje es complejo, con sus luces y sombras, me produce admiración y rechazo por personalidad y trayectoria. Agradezco entrevista, el talento y carisma es inspirador.
Muy bien definido mi señora y clásica Antígona. En mi caso me inspira lo mismo, cierta admiración y un no sé qué de rechazo. Yo quizás admire la inteligencia de la persona y no la pillerìa del personaje. Tendemos los hispanos a admirar a los pícaros. Debe ser consustancial.
Pero, la pareja, que se nos olvida, me refiero a Rinconete y Cortadillo (siempre aparece Cervantes por algún sitio y premonitorio), se encontró con un Monipodio o varios, un poco recalcitrantes.
Los años 90, fueron la fértil época del pelotazo. Y, lo quiera o no el sr. Conde, que quiere hacer épica de esta época, pertenece al grupo de gente siguiente: de la Rosa, Roldán, Ruiz Mateos, etc., etc. Todos salidos de nuestra gran tradición picaresca hispana.
El problema no es ser inteligente, por supuesto. El problema es para qué se emplea la inteligencia. Son de admirar cuando la inteligencua y la ética van de la mano.
Saludos.
Un personaje que conoce el poder a fondo. Con luces y sombras. Es parte de la historia reciente de España . Me interesa sus reflexiones sobre la cultura y sobre la espiritualidad. Comparto su fascinación por Edimburgo , ciudad en la que he estado varias veces porque se respira cultura por muchos rincones. Siempre me interesa lo que dice, esté de acuerdo o no. Me hace pensar.
Me encantó la entrevista. Siempre me ha fascinado este señor.
A mi el personaje de Mario Conde siempre me ha fascinado, sufrí la decepción que me produjo su descalabro en Banesto pero aún así creo que es un hombre del que se puede aprender……escuchándolo
Es interesante comprobar si se ha progresando realmente en la vida: La vida cobra su verdadero sentido, si se transita desde un sentido únicamente material, social y de prestigio, hacia una búsqueda interna que le da su verdadero sentido . Chapeau Mario.
Curioso, me hice un análisis genético por cuestiones de salud (medicación y alergias) y en el pack venía análisis étnico. Pues resultó que tengo más de celta británico (no germánico inglés) que de ibérico (y el pequeño restante, de italiano). Ni que decir tiene que soy gallego (todos mis bisabuelos lo eran) como D. Mario. Y visitando Irlanda (hace mucho tiempo, antes de esto del adn) reconozco que algo dentro de mí me decía que estaba en casa. Buena entrevista a una persona que, independientemente de sus pros y contras, no deja indiferente a nadie.