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Pensaba escribir un espejo, ¿sabes?

Pensaba escribir un espejo, ¿sabes?

Miras por la ventana en el momento en que un anciano cae fulminado por un infarto en su jardín. Lucia Berlin tiene veinte años y escribe «Manzanas» para asimilar el trauma. En realidad, fue aquel anciano quien hizo a Lucia escritora. Hasta hoy.

Una nueva vida, de Lucia Berlin (Juneau, 1936), es un ingenio de su hijo Jeff Berlin. La edición ha sido traducida por Eugenia Vázquez Nacarino y su prólogo, su analítico prólogo, está escrito por Sara Mesa. Analítico por profuso, especifico, puesto que contextualiza a quienes se acercan por primera vez a la obra de Lucia Berlin, como es mi caso: no había leído nada de esta escritora hasta ahora, es decir, ninguno de sus tres libros traducidos y anteriores a este, todos póstumos y publicados en Alfaguara: Manual para mujeres de la limpieza (2016), Una noche en el paraíso (2018) y Bienvenido a casa (2019).

"Lucia, en realidad, nutre sus relatos con las notas que va tomando en su diario. Después remodelaba la realidad, transformándola e inquietándola con su escritura"

Una nueva vida está dividida en tres partes: «Cuentos», «Artículos y ensayos» y «Diarios», precedido de «Vida de Lucia», el prólogo donde Sara Mesa revela las claves de la ficción de Berlin. Y descubiertas las claves de su escritura, adviertes que de ficción, nada: autoficción. Todo es trasunto de Lucia, que se destila en todos sus cuentos reflejándose, como un narciso, en «Vida de Elsa», por ejemplo, con toda la potencia de su alter ego, como sucede cuando aprovecha la vida de una anciana salvadoreña a la que entrevistó para nutrir su relato. Lucia escribiría en su diario sobre la protagonista, Rosa: «Al principio me dijo: “¿Para qué ibas a querer escribir la historia de mi vida, con lo aburrida que ha sido? De lo más simple. No ha sucedido nada”. ¡Y tenía razón! Vivía con su madre en El Salvador, nunca salía ni quedaba con nadie. Iba a la iglesia. Luego vino a Estados Unidos, trabajó treinta años en una tintorería, nunca salía ni quedaba con nadie, y entonces le entró artritis y quedó postrada en cama. A veces ve la televisión, pero Elvira y ella sobre todo hablan de su madre, que murió hace veinte años».

Lucia, en realidad, nutre sus relatos con las notas que va tomando en su diario. Después remodelaba la realidad, transformándola e inquietándola con su escritura hasta ese punto donde estriba la dificultad del asunto, la torsión de la realidad, el busilis literario. Y así, con estos ingredientes, cocina en la edición de su hijo Jeff quince cuentos, algunos tan desgarradores como «El foso», donde detalla sus esfuerzos para dejar la bebida y desintoxicarse de tanto alcohol en sangre. Escribir le permitió romper esa cadena. Aprovechó para redimir a tantos como pudo, todos protagonistas de los bajos fondos que aparecen desperdigados en sus relatos.

"Hay un artículo prodigioso entre este florilegio y es Diseñar la literatura: El autor como tipógrafo. En él Lucia nos cuenta qué mecanismos usa en su escritura"

Pero si he de quedarme con alguna de las tres partes de este libro, sin duda arrastro para la relectura la segunda: «Artículos y ensayos». Seis piezas donde en la primera se enuncia, como Popeye, aquel «yo soy lo que soy», con independencia de si el boniato es más naranja que la batata o si Shakespeare pretendía turbarnos con aquel «ser o no ser, he ahí la cuestión». Lucia se muestra en estos artículos genuina y auténtica. Aprovecha, incluso, para escribir un divertido artículo titulado «Recordando a Brautigan», donde describe cómo funcionó la casualidad entre el autor de La pesca de la trucha en América, ella misma y Marta, una prostituta de lujo, o geisha, como aclara la escritora.

Hay un artículo prodigioso entre este florilegio, y es «Diseñar la literatura: El autor como tipógrafo». En él Lucia nos cuenta qué mecanismos usa en su escritura. Un botón: «Para mí la escritura es un acto no verbal, el placer del proceso ocurre en ese lugar que Charlie Parker denominaba “el silencio entre las notas”. A menudo mis relatos son como poemas o diapositivas que ilustran un sentimiento, una epifanía, el ritmo de una época o una ciudad. Un aroma o una risa pueden desencadenar recuerdos que cristalizan en una historia, aunque la fuente de inspiración para mí suele ser visual. El temblor de una mimosa amarilla, el perfil de un rostro será absolutamente lo único que lleve conmigo a la página en blanco. Sería estupendo si a mi paso pudiera ir tropezando con cajas de hojalata o cachorros de pequinés que me inspirasen a escribir una historia, desde luego, pero la imagen debe conectar irremediablemente con una experiencia concreta e intensa».

"Lucia Berlin consigue vivir de una forma nueva cada vez que escribe un cuento, un artículo o una entrada a su diario. Y solo así empieza a vivir de nuevo"

Y «Diarios», clasificados según donde fueron escritos. Así el «Diario de Naropa», o el de Cancún y el de Berkeley, que es el último, escrito en la primavera de 1991. Estos, como apostilla Sara Mesa, «están hechos de narración y música, con exquisito cuidado, pero con todos los desconchones y averías de la vida». Rebosantes de anécdotas personales y juicios hacia lo que le sucede funcionan como verdaderos curetajes de la existencia. Pero se divertía, que es siempre de lo que se trata: «Fui a una lectura ecofeminista. Pensé que podría tener algo que ver con el reciclaje de tampones. Ojalá. Me presentaron a Allen Ginsberg, quizá por décima vez en mi vida. Lo conocí en su apartamento del Lower East Side en 1959. Me pasé dos horas pegada a él, agarrados de la mano en el metro de la IRT, de camino a la primera lectura de Ed en Nueva York en 1960. También he pasado tiempo con él en Albuquerque, San Francisco y Bolinas. El muy cabrón nunca ha leído mi obra y nunca recuerda haberme conocido».

Lucia Berlin consigue vivir de una forma nueva cada vez que escribe un cuento, un artículo o una entrada a su diario. Y solo así empieza a vivir de nuevo. Y seguir, porque lo pasado, como escribiría Chéjov en El tío Vania, «ha caído en el olvido, se ha disipado como el humo».

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Autora: Lucia Berlin. Título: Una nueva vida. Traducción: Eugenia Vázquez Nacarino. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.

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