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El Heavy del Bigotón y el grito de la langosta

El Heavy del Bigotón y el grito de la langosta

—Componer una canción es como crear una receta de cocina —le explicó la madre del Heavy del Bigotón, sabedora de sus preferencias —Casi todo está inventado ya, pero es cuestión de elegir y combinar bien los ingredientes —y su hijo, con doce años, miraba su reflejo en la olla que acababan de poner al fuego, buscando ese incipiente vello supralabial que, equivocado, pensaba que le iba a reportar tanto éxito entre sus compañeras de colegio.

—¿Ves como el agua empieza a hacer chup chup? —el pequeño la miró y estuvo a punto de explicarle que no es que el agua hiciera chup chup, sino que estaba viviendo un proceso físico denominado ebullición mediante el cual transicionaba a un estado gaseoso; sin embargo prefirió asentir con un gesto —Lo ves, ¿Verdad? Pues cuando estés sobre el escenario y veas que tu público también comienza a bullir, que veas todas esas cabecitas saltar, sabrás que ha llegado el momento.

—¿El momento de qué, mamá? ¿De que ya he conseguido lo que quería y por tanto ya puedo acabar el show?

—Al contrario, entonces sabrás que tienes atrapado a tu público y por tanto has de ofrecerles aún algo más: tu mejor canción. Sabrás cuando llega ese momento —y entonces introdujo una langosta, que aún se movía lentamente, en el agua hirviendo.

—¿Mama, no le duele?

—Por supuesto que sí, hijo. Y te aseguro que si la langosta pudiera gritar, yo sería incapaz de ponerla al fuego. Pero como se repliega dentro de su caparazón y allí concentra su dolor sin mostrarlo, yo puedo hacerlo sin demasiados remordimientos. Así que aprende esta lección: cuando estés sobre el escenario no te cohíbas, no te escondas, porque si no te comerán. Cuando estés allí, cuando el ambiente haya empezado a hervir, saca tu mejor tema: grita, susurra, haz lo que mejor convenga a la canción, pero expresa, siente y haz sentir. Los tendrás en bandeja.

Él no lo sabía, pero esa escena tan cotidiana sería un momento importante para su futura carrera: fue el motivo de tantas metáforas culinarias en sus letras, y el germen de la que sería su canción más mítica, un himno a la altura de Starway to Heaven de Led Zeppelin, el Child in Time de Deep Purple o July Morning de Uriah Heep: The Locust’s Cry (El Grito de la Langosta).

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