Un escritor sueco del siglo XIX, admirador de Victor Hugo y de la mitología nórdica, llamado Viktor Rydberg, escribió un poema idílico misterioso, una alegoría navideña, titulada “Tomten” o “El frío de la noche de pleno invierno es duro”. Muchas décadas más tarde, Astrid Lindgren lo puso en prosa, convirtiéndolo en un cuento conocido por todos los niños suecos. Medio siglo después de esto, Kitty Crowther lo convirtió en un álbum ilustrado, un libro digno de regalar.
En realidad, la historia del pequeño gnomo llamado Tomten imaginada por Rydberg ya había sido un libro ilustrado antes, gracias a la colaboración entre la propia Lindgren y Harald Wiberg. Crowther aprendió las lecciones del gran trabajo de Wiberg (el contraste entre la luz y las sombras, la fría noche nevada y el calor de los interiores, la mezcla de fantasía y cotidianidad) y flexibilizó la relación entre el texto y las ilustraciones, convirtiendo la obra en un álbum donde ambos, dibujos y palabras, cuentan la historia. Estrechó con ello la mano de Astrid.
La versión en prosa de Lindgren conservaba el eco musical del poema original. Las repeticiones y los versos susurrados por el gnomo en su visita nocturna a los habitantes de la granja (tal es el breve argumento de la pieza: la presencia invisible de un espíritu benefactor velando por el futuro de las criaturas) contribuyen a crear un ritmo propio de los cuentos y las canciones. De ahí su naturaleza idílica: se canta al principio unificador de la tierra, se bendice el orden inmutable (“nadie recuerda cuándo llegó”), la armonía de los seres que sostienen la economía familiar de los humanos. Las vacas, el caballo, las ovejas, las gallinas, el perro guardián… Todos reciben la visita del gnomo que trae la promesa de la luz de la primavera en la gélida noche del invierno:
Muchos inviernos he visto pasar,
muchos veranos he visto llegar,
pronto en el prado os verán.
Su idioma lo entienden los animales y los niños, es la música que sostiene la fe en la unidad del mundo, en la supervivencia, aunque su presencia resulte invisible a los adultos y esto sorprenda al gnomo. Sólo sus pequeñas huellas en la nieve ofrecen pruebas de su paso.
La prosa de Lindgren es abrazada por los dibujos de Crowther. No es una metáfora, Crowther funde sus ilustraciones con el texto y enfatiza (es rasgo fundamental en todos sus álbumes) el contacto físico del gnomo con los seres que reciben su visita.
Una serie de decisiones artísticas (la apuesta por la simetría, los juegos de proyección de luz sobre la oscuridad, la alternancia de interiores oscuros con ilustraciones en el blanco de la página, el dominio del blanco y el negro en el pelaje de los animales y en el cielo y el suelo nevado) contribuyen a este abrazo, a esta comunidad expresada por la prosa (el centelleo de las estrellas y el brillo de la nieve en el suelo, el frío que muerde y el globo de la luna frente a las llamas del hogar). Es el diálogo entre el cosmos y los hombres que se escenifica en ambos solsticios cada año.
Al abrazo, Kitty Crowther suma otro de sus símbolos preferidos, incorpora a la iconografía del álbum el acto de lectura. Cuando completa su visita benefactora, su promesa de futuro, el gnomo lee en la cama, junto a su blanco gato enroscado, en el interior de su guarida en el pajar, a la luz de la luna y del candil: imagina la llegada de las golondrinas, oscuras y blancas.
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Autora: Astrid Lindgren. Ilustraciones: Kitty Crowther. Título: El gnomo no duerme. Editorial: Corimbo. Venta: Todostuslibros.
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