La poeta estadounidense Diane di Prima, sin duda una de las autoras de la generación beat menos difundidas entre nosotros, escribió un verdadero manual contracultural, una ofensiva feminista contra el aparato represivo del Estado, un manifiesto de protesta callejera del que hemos querido dar buena cuenta en Zenda. Son poemas de tradición mística que se difundieron originariamente a través de periódicos y panfletos clandestinos.
En Zenda ofrecemos cinco poemas de Cartas revolucionarias, de Diane di Prima (Visor).
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PRIMERO DE ABRIL, POEMA DE CUMPLEAÑOS PARA MI ABUELO
Hoy es tu
cumpleaños y no es la primera vez
que intento escribir sobre esto,
pero ahora
en medio de la locura, quiero
darte las gracias
por avisarme de lo que podía esperar,
por no morderte
nunca la lengua, en aquel impoluto salón del Bronx,
gracias
por sollozar a corazón abierto al compás de
innumerables y desgarradoras
óperas italianas, por
tirarme del pelo cuando yo
tiraba de las hojas de los árboles para que
supiera lo que se sentía, ahora estamos
metidos de lleno en la revolución, la revolución
nos llega hasta las rodillas y la marea sigue subiendo, abrazo
a desconocidos en las calles, colmada de su amor
y del mío, el amor que nos dijiste que tenía que llegar
o moriríamos, se lo dijiste a todos en el parque del Bronx, yo te escuchaba
en el anochecer primaveral del Bronx, respirando estrellas,
tu pelo blanco tan glorioso para mí, tu altura, tus feroces
ojos azules, una rareza entre los italianos, yo permanecía
a una cierta distancia, admirándote, mi abuelo
al que la gente escuchaba, ahora sigo
escuchando a una cierta distancia mientras les sirvo sopa
a unos jóvenes de rostros luminosos sentados en mi mesa,
hablamos de amor, hablamos de la revolución,
que es amor, en otras palabras, cuánto
nos amarías a todos, cómo retumbaría tu sabiduría anarquista
vociferándonos a Dante y a Giordano Bruno, gentes de orden,
entregados a tu misma causa, pues quiero que sepas
que lo hacemos por ti, y por los tuyos, por Carlo Tresca,
por Sacco y Vanzetti, sin saberlo,
sin pensar en ello, así como lo hacemos por Aubrey Beardsley,
por Oscar Wilde (la luz de todas las farolas
será morada), lo hacemos
por Trotsky y Shelley y por el gran/tonto
Kropotkin,
por la gente de La huelga de Eisenstein y el ennui de Jean Cocteau,
lo hacemos por las estrellas del Bronx,
para que puedan posar su mirada sobre la tierra
sin sentir vergüenza.
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CARTA REVOLUCIONARIA N.º 29
Cuidaos de aquellos
que nos ven como hermosos perdedores
que esperan con sus largas cabelleras a ser castigados
que lamentan en las playas nuestro aislamiento
no estamos solos: tenemos hermanos en todas las colinas
tenemos hermanas en las selvas y en los Ozarks
incluso tenemos hermanos en la tundra helada
sentados junto a sus fuegos cantan, juntan armas
se multiplican: reclamarán la tierra
no podemos ir a ningún lado, pero ellos nos esperan
no habrá exilio donde no escuchemos «bienvenidos a casa
buenos días, hermano, deja que trabaje contigo
buenos días, hermana, deja
que luche a tu lado»
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CARTA REVOLUCIONARIA N.º 39
Hermanas, dejad que os cuente que el 30 de mayo fui
a uno de nuestros festivales,
tomé ácido en Tompkins Square Park con
mis hermanos y hermanas,
bailé bajo el sol, hasta que salieron
las estrellas y la pasma
nos rodeó mientras nosotros de pie
nos acariciábamos y seguíamos amándonos, después
volví a casa e hice el amor como una flor, como
dos flores abriéndose la una a la otra, éramos
la joya del loto, a la mañana siguiente, aún colocada,
deambulé por la parte alta de la ciudad,
entré en el Museo de Historia Natural, y ahí,
en la sala de fauna peruana, vi las aves del paraíso,
como algo de antaño, como dinosaurios,
y vi pasar a los pájaros de la tierra, vi las flores,
vi la mayoría de los árboles y criaturas pequeñas:
ardillas, conejos, ratones y delicadas flores salvajes,
vi la tierra desnuda y suave y hombres eficientes
de plástico austero alimentados de forma hidropónica
trabajando como hormigas, y pensé con desapego,
sin remordimientos (he desaprendido
el remordimiento):
«CUÁNTAS CRIATURAS HERMOSAS
POBLARON LA TIERRA».
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CARTA REVOLUCIONARIA N.º 40
Para Emmett Grogan
Si la palabra poseyera algún poder, América,
tus yacimientos de petróleo arderían,
tus ciudades no serían más que ruinas en llamas
saqueadas por niños,
tus coches todos averiados, atascando las carreteras,
tus ciudadanos a un lado, desconcertados, o escogiendo
un montón de objetos (lo que pudieran llevarse),
si el poder de la palabra estuviera vivo, América,
tu tendido eléctrico que todo lo ve caería,
caerían tus cables de electricidad, de teléfono,
tus torres de telecomunicaciones derrumbadas
y convalecientes en los campos, incendiando el heno,
tus periódicos tan inútiles que tu población analfabeta
se limpiaría el culo con ellos.
SI EL PODER DE LA PALABRA EXISTIESE,
CAERÍAS, AMÉRICA, la naturaleza
se propaga desde los parques
donde la tenías encerrada, el desierto
se desliza a través de Las Vegas, el mar se relame
sus orillas de petróleo en Los Ángeles,
los camellos se reproducen, los osos, los ciervos están
proliferando, y también los nativos y los indigentes.-
¿Duermes inquieta, América? ¿Sueñas con tus poderosos
depósitos de petróleo color pastel abrillantando el mar?
Duerme bien, América, estamos aquí, junto a tu lecho,
la palabra tiene poder, el canto es cada vez más fuerte.
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CARTA REVOLUCIONARIA N.º 44
Para mis hermanas
Así como sabemos que la sangre
es nacimiento, que la agonía
abre puertas, así como podemos
doblegarnos con gracia bajo el peso de nuestras cargas
y minar como la lluvia o las lombrices de tierra, así como
nuestro llanto cede paso al llanto del recién nacido, así como
oímos la súplica en las voces que nos rodean, más allá
de las palabras de pasión o ingenio, y renunciamos
al enfado o al orgullo, nosotras nos hacemos fuertes
en nuestra propia pujanza, alquimia de mujeres,
brazos prestos a derrumbar paredes, por el saber
liberamos nuestro trabajo, nuestros bebés de pecho,
liberamos y nutrimos, como la tierra.
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Autora: Diane di Prima. Título: Cartas revolucionarias. Traductor: Annalisa Marí Pegrum. Editorial: Visor. Venta: Todostuslibros.
BIO
Diane di Prima (Nueva York, 1934 – San Francisco, 2020) fue una poeta, teórica, profesora y activista desbordante. Escribió más de una treintena de libros de poesía y prosa, entre ellos títulos hoy míticos como sus Cartas revolucionarias (1971) o Loba (1978). Nieta de un inmigrante italiano anarquista cercano a Emma Goldman, Di Prima abandonó pronto la universidad, en la que había trabado amistad con la poeta Audre Lorde, para instalarse en Manhattan, epicentro de la contracultura y el movimiento Beat en los años cincuenta, decidida a convertirse en poeta. Allí entró en contacto con Frank O’Hara, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti o Merce Cunningham y su escritura, tan revolucionaria como su vida sexual, se consolidó como una voz fundamental de la generación Beat.
Di Prima decidió convertirse, además, en madre soltera, rompiendo con muchos tabús en la época. Editó la revista The Floating Bear, junto a Leroi Jones (Amiri Baraka) y fundó la editorial The Poets Press. Todo esto queda recogido en su obra de no ficción, mucho posterior, titulada Recollections of My Life as a Woman: The New York Years (2001). A finales de los sesenta se instaló en San Francisco, donde se implicó en el movimiento hippie, la psicodelia de Timothy Leary y la comunidad contracultural de los Diggers. Tuvo cinco hijos de distintas parejas y su vida fue una constante búsqueda espiritual. Vivió en California hasta su muerte en 2020.
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