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Redención de un capullo

Redención de un capullo

Hay algo en común entre los hombres señalados públicamente por emplear su posición de poder, en un contexto determinado, para pillar cacho: el desconcierto. A diferencia del robo o del secuestro, parece ser que el acoso sexual es un delito que habitualmente pilla a su autor por sorpresa. Él no ha acosado a nadie, simplemente se ha dejado llevar por el entusiasmo o por la relación de supuesta complicidad con su víctima. Los acosadores son siempre los otros.

En este sentido, aunque “capullo” sea un calificativo definitivamente suave para describir a un delincuente sexual, lo cierto es que se da entre los acosadores la estupefacción del capullo, al menos en el momento preciso en que son señalados por la opinión pública, en esa fase de confusión previa a la debacle autocompasiva, en la que el capullo en concreto suele entregarse al odio hacia el feminismo. Es ese momento en el que exhibe la admiración y el respeto que siente por su madre, por sus tías y por su hermana, todas ellas mujeres mucho más enteras y ejemplares que esas harpías que le acusan por Twitter.

"El paso de un intercambio de golpes a un trapicheo de confesiones está a punto de descarrilar en varias ocasiones, pero la pericia de Despentes logra mantenerlo a flote"

Pero “capullo” es el término con el que Virginie Despentes ha decidido titular su última novela, más concretamente con el oxímoron “querido capullo”, que es en sí mismo una declaración retórica de lo que vamos a leer. La cosa va a ir de hablar en plata, de iluminar ambivalencias, de afilar aristas.

La obra abre de manera genuinamente homérica: un mensaje en Instagram despierta la cólera de la actriz Rebecca Latté. Un capullo, un tal Oscar Jayack, ha subido un post en el que explica que se ha cruzado en París con la que antaño fuera una diva, ahora convertida en un adefesio, vieja, sin clase. Rebecca cae en la trampa y escribe a Oscar una filípica contundente. Este se disculpa y en la correspondencia electrónica entre ambos comienzan a aparecer temas en común. El principal es Corinne, hermana de Oscar y amiga de infancia de Rebecca, que ha vivido su homosexualidad con malditismo de provincias. Pero hay más: la misantropía y la afición a los estupefacientes son buenos casamenteros. Cuando Oscar es denunciado en Twitter por acoso sexual a Zoé Katana, la joven encargada de prensa de su editorial, ambos se embarcan en una disertación sobre el #MeToo, las corrientes feministas, el covid, las reuniones de Narcóticos Anónimos y la tiranía de las redes sociales.

"De alguna manera, es como volver a Las amistades peligrosas, de resaca en pleno confinamiento, tras escuchar el discurso de no dimisión de Rubiales"

El paso de un intercambio de golpes a un trapicheo de confesiones está a punto de descarrilar en varias ocasiones, pero la pericia de Despentes logra mantenerlo a flote. No sólo por su prosa ágil y contundente, llena de frases para subrayar (“el gangsta rap es la performance del poder ejecutada por aquellos a los que el poder aplasta”). También se trata del perfil consistente de sus personajes principales: Oscar, el personaje atormentado, preso por sus contradicciones de clase y por su carácter débil, que recurre al alcohol y las drogas para brillar en sociedad; Rebeca, la bon vivant fuerte que vive según sus propias convicciones y resulta tan exuberante y lapidaria como el narrador de La caída, de Camus.

Con estos mimbres, Despentes monta un debate de voces que se complementan y se refutan, obligando al lector a tomar partido, soportado sobre una trama mínima, en la que los personajes secundarios se cruzan con los principales: cuanto sucede en la correspondencia entre Oscar y Rebecca tiene consecuencias en su vida cotidiana y vuelve para ser comentado. Hay incluso una redención para Oscar, cuando entiende el sufrimiento que ha causado, no solo por el acoso en sí mismo, sino también por el calvario que la jauría de machirulos ha infligido a Zoé en redes. De alguna manera, es como volver a Las amistades peligrosas, de resaca en pleno confinamiento, tras escuchar el discurso de no dimisión de Rubiales.

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Autora: Virginie Despentes. Título: Querido capullo. Traducción: Robert Juan-Cantavella. Editorial: Penguin Random House. Venta: Todostuslibros.

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Raoul
Raoul
11 meses hace

El título original de la novela es Cher connard, que se traduciría como Querido gilipollas. No es nada, es un simple matiz, pero tal y como está el patio literario hoy en día, que ya el título no acabe de quedar bien traducido no es precisamente empezar con buen pie. Por lo demás, dejando de lado la lamentable expresión «pillar cacho», tanto el artículo como el libro de Despentes están bastante bien.