El otro día, en la tele, en un acto oficial de toga y protocolo, escuché a un ministro de Justicia tuteando a los jueces. Vosotros, nosotros, etcétera. Todos compadres, como si los señores magistrados y él hubieran guardado cerdos en la misma cochinera. Todo muy natural, en fin. Muy de ministros y también de jueces que lo consienten, como la vida española misma. Aquí tuteas a un juez en un juzgado y te cae la del pulpo, pero si eres político puedes llamarlo indecente y como mucho te enarcan reprobadores una ceja. Pero lo significativo es que semejante bajunería —me refiero a la del ministro tuteador— no parece sorprender a nadie. Lo que por otra parte no tiene nada de extraño en un país como el nuestro, que ha perdido todo respeto hacia sí mismo, si es que alguna vez lo tuvo. Un país que, entre todos y todas, hemos convertido en esperpento surrealista donde cualquier disparate se asume con pasmosa facilidad.
Hasta en el doblaje de películas nos llevamos el tuteo al pasado, con anacronismos que todo cristo se zampa sin rechistar. Hace poco vi una película en cuyos subtítulos Sherlock Holmes y Watson se tuteaban —¡en la Inglaterra victoriana!— como si fueran compadres de taberna. Por no hablar de los operadores, comerciales y demás tocapelotas telefónicos que hablan de tú a bocajarro, o las compañías para las que en vez de señor viajero eres ahora colega cliente, o los bancos que además del robo y el maltrato te obligan a soportar su grosería. Olvidando o ignorando, esa extensa pandilla de soplapollas, que hablar de usted o de tú no se improvisa, que en ambos casos responde a circunstancias perfectamente definidas, y que determinadas fórmulas no son un resabio conservador y desfasado, sino un logro, casi un arte, hecho de educación, sentido común y experiencia. Tratamientos que afinan la convivencia e incluso sirven de arma defensiva ante la vulgaridad; frente a los idiotas que consideran que hablar de usted cuando las circunstancias lo requieren es un hábito clasista. Que en realidad lo es, pero de otra clase: la de la gente educada frente a los gañanes.
Es cierto que tengo una edad en la que algunas cosas chirrían demasiado; pero nací en 1951 y no tengo intención de cambiar las buenas costumbres. En Twitter y por la calle hablo a todo el mundo de usted, mientras vivieron mis suegros usé con ellos el mismo tratamiento, y hace años prohibí a mis editores que me acompañase una responsable de comunicación que trataba de tú hasta a los más ancianos y venerables escritores —Francisco Ayala, José Luis Sampedro—, y cuya ordinariez me avergonzaba. No por eso vivo ajeno a este tiempo. Tutearse es natural, sobre todo entre jóvenes y entre quienes simpatizan o mantienen trato cercano. Lo hago habitualmente, como todo el mundo; pero procuro estar atento a cuándo y con quién alterar la fórmula. No por mantener rancios protocolos que el tiempo, con toda razón, dejó fuera de uso, sino porque no puedes hablar igual a un joven que a un anciano, ni a un compañero de trabajo como a un desconocido o a un respetable lector. La educación, la cortesía, el buenos días, el gracias, el por favor y todo lo demás, o sea, las buenas maneras, siguen siendo útiles porque hacen soportable un mundo que la zafiedad, la desconsideración, convierten en más difícil de lo que por naturaleza ya es. No se trata de hacer como un elegante matrimonio francés amigo mío, que en público siempre se tratan entre ellos de vous, sino de mantener con sensatez fórmulas de respeto que mejoren las relaciones humanas y sitúen las cosas en su sitio. Lo que no es poca cosa, oigan. Miren ustedes alrededor. Sobre todo en los tiempos que corren.
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Publicado el 5 de enero de 2024 en XL Semanal.
De nuevo hay que darle la razón a don Arturo. La lleva usted toda, oiga. Si, en efecto es un síntoma, síntoma de un país cutre. Síntoma de generaciones con una educación deficiente. Y terminamos siempre en la misma causa: la educación. Mucha educación para la ciudadanía, fruto del cerebro de unos cretinos, y resulta que no se sabe tratar con respeto a los mayores. Aunque unos se lo han ganado y otros no, hay que respetar a todos.
Uno de los sitios donde más chirría este tema es en la sanidad. Caes enfermo o accidentado e imberbes e imberbas (perdonen la expresión) con titulación médica o de enfermería te tratan de tú a las primeras de cambio sin conocerte de nada. Si ya estás en una situación de dependencia, aumenta tu sensación de indefensión al ser tratado de esta manera con una confianza no ganada.
Y la falta del usted es uno de los signos. Hay más. La costumbre de reirse por todo. Antes era de mala educación reirse en determinadas circustancias y quedaba ello para ocasiones concretas de intimidad y sosiego social. Antes, la seriedad era la tónica. Hoy no. Hoy hay que reirse de todo, de todos y en todo momento. Hay gente que se ríe hasta en los funerales. Observen ustedes cualquier entrevista de las que hacen a la gente por la calle. Sea la persona, mayor, de media edad o joven, siempre termina la entrevista con una carcajada sin venir a cuentol aunque le hayan preguntado por la guerra de Ucrania. Me resulta especialmente sangrante, por mi edad, esos mayores que no pueden hablar tres palabras seguidas sin reirse. Como si tuvieran que estar demostrando permanentemente lo felices que son. Denigrante.
No hablemos de esos políticos que, para demostrar su superioridad moral y su estatus inalcanzable y su supuesta estabilidad emocional, están siempre con la sonrisa en la boca. Hablen de lo que hablen. Si, sí, están ustedes pensando bien, me refiero sobre todo a ÉL y a ELLA. Recuerden ustedes, a los que su memoria alcance, a Adolfo Suàrez. Siempre aparecía serio en pantalla para comunicar algo o dar un discurso. Seriedad. Los ciudadanos y los temas a tratar la merecen.
¡¡Seredad señores!! No está el horno para bollos.
El usted, la seriedad, la educación, valores en proceso de extinción en una sociedad decadente que no se respeta a sí misma. Todo ello como parte de la progresía posmoderna imperante desde posiciones ideológicas de ingeniería social.
Y, para todos ustedes, ustedes me entienden, saludos.
Le sobre el `oiga´. Y mas de la mitad de las palabras que utiliza
Discúlpeme, oiga, pero, a mi, oiga, me sobran sus comentarios displicentes, oiga. Y, mejor que sobren las palabras escritas. Es peor que sobren los pobres pensamientos e ideas insulsos. Oiga.
Al hilo de de su comentario sobre lo que ocurre en la Sanidad, traigo a colación la anécdota que me sucedió hace un año en mi consulta: una paciente de cierta edad, aunque mas joven que yo: ante mi negativa a tutearla, y a pesar de ofrecerle mis argumentos para tal actitud, me acusó de prepotente y clasista, marchándose del despacho indignada e insultándome por los pasillos de la clínica. O tempora, o mores….
De todo hay en la viña del señor. Lo importante es cumplir con lo debido… Por mi parte, recibo con agrado si un médico se dirige a mi de usted. Tómese la anécdota con filosofía de la misma forma que lo harìa el incombustible Marco Tulio.
Saludos.
Me gusta leerle, pero dicho con todo el respeto, me parece que el titulo deja mucho que desear
Buenos días, Jesús
Se trata de un gancho, no nos la agarremos con papel de fumar…
Saludos
No solo el título, llenar de tacos y expresiones malsonantes un artículo en el que se critica (con razón) la descortesía, lo siento pero es un error y una falta de consideración a los lectores.
Vamos a ver. Puedo entender que el título le sea malsonante, pero decir que el artículo está «lleno» de tacos resulta exagerado. Cuento tres posibles: «carajo», «tocapelotas» y «soplapollas».
Don Arturo advertía que utilizaría palabras gruesas y creo que no cumplió las expectativas. Además, el uso de palabrotas puede ser compatible con la redacción de un buen artículo o el desarrollo de un diálogo.
Como ejemplo burdo, la película La chaqueta metálica es una genialidad con los insultos del Sargento Hartman en la primera parte de la cinta.
Saludos
totalmente, creo q la edad le esta nublando la mente.
¿Malsonantes dice? Si suenan de puta madre. Y no lo sienta, que su opinión no le importa a nadie
Opino que ese «llamarlo» debería ser «llamarle».
Buenos días, Luis
Es correcto tal y como está escrito en el artículo. Aunque se admite el leísmo masculino singular, siempre se recomienda interpretar como directo el complemento de «llamar» para expresar el destinatario de esa llamada.
Saludos
una cosilla. ¿porqué dirá twitter, en lugar de tuiter? gracias
Decir, se “dicen” igual. La diferencia está en como se escriben.
Porque, en mi opinión, es el nombre propio de una marca, producto o razón social y a ella se refiere A.P.R. especificamente. Es como si pusiéramos Lacoste en lugar de Lacos o McLaren en vez de Maclaren. Entra la elección dentro de la libertaD creativa y del autor.
La propia palabra ya es un anticipo de vulgaridad, condescendencia y amistad no existente: Tu-tear. Empiezas definiendo una forma de expesarse desde el trato de igual a igual en personas, formas o vivencias que no lo son. Y el origen de su empleo ignorante es un síntoma de una pérdida social injustificable y que denota la bajeza cultural, social y personal del interlocutor: la ausencia de respeto. ¿Y quién se merece ese respeto? Pues, para empezar, a cualquier persona, independientemente de su edad, a la que no conoces, a la que nunca habías visto o nunca habías tratado. A cualquier persona, también, que merezca un reconocimiento por su edad, experiencia, conocimientos, y que previamente no te haya autorizado el tuteo. Y, en tercer lugar, a cualquiera a quien educadamente no le hayas pedido permiso, obteniéndolo explícitamente, para utilizar con ella o él la forma tuteística.
No, no creo que, como se ha sugerido, sea la educación en el sentido de conocimientos y aptitudes obtenidas en colegios e institutos la que falle. La ausencia de respeto tiene su origen principalmente en la familia, donde se ha de lograr que el trato ya sea el adecuado en las muy diversas circunstancias de la relación social; igual que se debería enseñar a no gritar, a no coger cosas de otros sin permiso o a no mentir cuando educada y motivadamente te pregunten algo y esperen una respuesta sincera. Eso es lo que, en mi opinión, nos está fallando como sociedad: el respeto. Un respeto que no hay que ganarse, y que es el origen de todos los demás derechos civiles, humanos y jurídicos. O como se dice también ahora vulgarmente: porque yo lo valgo.
De acuerdo con usted sr. B., en todo. Menciona usted a la familia. Cuestiones antiguas, ya olvidadas. Pertenezco, por edad, a una generación en la que todavìa nuestos padres y abuelos trataban de usted a sus padres. Respeto. Distancia. Autoridad. Patria potestad. Algo que ha pervivido desde las cavernas e incluso antes, desde que bajamos de los árboles. Quizás sea excesivo. Pero lo que es excesivo es que los padres actuales jueguen a ser ridículos coleguitas de sus hijos, sin distancia generacional, sin respeto, sin autoridad… din decoro.
Esos niños, salen a la calle, a la sociedad, sin respeto ninguno al entorno, a los mayores, a las estructuras sociales, a las normas y a las leyes. Un mundo maravilloso, idílico, en el que todos somos coleguitas de todos.
Saludos.
Yo también echo en falta más cortesía en el trato, de la que forma parte, por ejemplo, la cesión del asiento en el transporte público a las personas que por su condición más puedan necesitarlo. Ahora bien, no caigamos en el error de denostar la sociedad actual sin considerar en qué aspectos ha mejorado y mucho. El respeto a las mujeres, a los niños, a los homosexuales, a los transexuales, a las personas con discapacidad, o la compasión con los animales son incomparablemente mayores de lo que eran cincuenta años atrás, no digamos cien. El mundo de hoy es mucho más humano de lo que ha sido nunca, a pesar de todas sus imperfecciones.
Buenas noches don Antonio. Ante todo indicarle que efectivamente y, al menos, formal y jurídicamente, el mundo de hoy parece más humano que el de antaño. Pero esa humanidad de la que usted habla no es en absoluto incompatible con el tema del que estamos hablando: el respeto en el trato con el que nos dirigimos al resto de personas. Todos esos aspectos deben darse al mismo tiempo, pues todos son diversas vertientes del concepto más amplio del respeto y la humanidad de las relaciones. Pero también le indico que bastantes veces esa humanidad es más formal que material y, muchas veces, simplemente motivada por el miedo al importe de las sanciones de todo tipo que conllevaría su incumplimiento, y no por una respuesta natural, voluntaria y de progreso. Debemos pues permanecer alerta para seguir exigiendo que todo el mundo y de forma permanente mantenga esos mínimos de respeto. Un saludo.
Buenos días,
Con todo respeto, Sr. Pérez Reverte, creo que no se debe juntar en el saco de la educación el Usted, el buenos días, el por favor y el gracias. Las tres últimas no tienen discusión, la primera sería muy discutible.
Sí considero una falta de educación y de respeto que usted en todos sus artículos se dedique a insultar y a tirar por tierra a este país y, por ende, a todos los que vivimos en él, al menos yo cada vez que lo leo me siento así, su manía de generalizar nos puede molestar a algunos. Que en España hay muchos gilipollas y soplapollas, no me cabe duda, como también hay muchos escritores gilipollas y soplapollas y cuando hablemos de ellos no deberíamos generalizar para que los que no lo son no se sientan mal.
Estimado Señor, como usted sabe en esto España no está sola la sigue con dedicación y esmero su hija la argentina. Como siempre un gusto leerlo. Muchas gracias!
Creo yo que gran parte de las sociedades de este mundo se han convertido en irrespetuosas. Tratar al otro de igual a igual como si fuera un amigo de la taberna demuestra el grado de mala educación que impera.
Cuando era joven, un profesor me enseñó, que lo correcto es decirle señor o señora a todo aquel que uno se dirige, desde el recolector de basura hasta el juez; salvo que esa persona me demuestre lo contrario. Desde esa vez, jamás pude tutear a nadie, salvo con el mutuo consentimiento, que igual me cuesta. Debo agregar que este simple comportamiento de respeto, me abrió más puertas que aquellas que se cerraron.
Muchas son las cosas que dejamos en el camino de este mundo vertiginoso en donde se mezcla, moderno con antiguo, lindo con feo, alto con bajo, honesto con deshonesto; pareciera que todo da igual, y que lo importante solo es sobresalir por sobre los demás de cualquier forma o utilizando cualquier método. (Quizás los tatuajes son un síntoma de esto que digo).
Por todo esto, pareciera que también quedará en el camino, el respeto por el otro; si esto ocurre, el mundo se convertirá en una ciénaga maloliente en donde el manoseo impere, y la violencia aumente.
Cordial saludo
Me arde … la piel, que, a mi edad y a la de mi mujer, un mierdoso me diga en el restaurante, chicos, ¿ya saben qué van a pedir? y tenemos edad para ser sus abuelos. Es verdad que en algunos lugares del trópico, impere el tuteo («solo mi padre y los policías me tratan de usted, y nunca es para algo bueno»), pero en el ambiente laboral, académico o formal, lo correcto es el usted. Muchas gracias, don Arturo.
De obligada lectura.
Si señor , respeta y serás respetado.
O no ?………..
Probablemente al camarero le escocería que le llamara mierdoso. Camareros y arbitros de juegos deportivos tienen que tener otro tipo de piel viendo como es el personal.
Pd: Un consejo, no demuestre desprecio a quien le trae la comida. Comerá más tranquilo.
El usted es un arma poderosa, da respeto por si mismo al que lo emite y da respeto al que lo recibe, da distancia necesaria y hace adultos a los niños sin dejar de serlo y venerables a los adultos sin que lo sean. La diferencia entre que te agredan o que no lo hagan. Muchas veces me ha ayudado esa palabra y en muchas situaciones. Está tan olvidada que su efecto y su fuerza es aún más fuerte que antes.
Muchas gracias don Arturo por el artículo es excelente como siempre. Un saludo y feliz año.
Podéis pensar lo que queráis de aquello que estoy apunto de decir; todo este odio contra el tuteo procede de una creencia de superioridas interiorizada, ya sea superioridad moral, intelectual o cultural. Reverte tiene razón cuando habla de su vejez; ha vivido mucho tiempo en este mundo y está cansado del cambio, por eso se muestra reacio a aceptar que está al mismo nivel que cualquier otro ser humano. Este artículo es descaradamente elitista, ¿mereces más respeto por «ser quien eres»? ¿Y quien eres frente al tiempo, la mortalidad y la absurdez de la existencia? Nadie. Por eso yo tuteo, porque no creo a nadie por encima ni por debajo de mi, todos somos igual de irrelevantes. Vanidad de vanidades, todo es negra vanidad (vanidad la tuya presumida y vanidad nigérrima la de este mundo oscuro).
Por favor, no perdamos el norte. Para eso ya tenemos a los políticos. No se puede calificar de elitismo a dos o a más personas que se traten mutuamente de usted. Si nos tratamos de usted, nadie está por encima de nadie. Y si el trato es hacia los mayores, no implica superioridad ni inferioridad, simplemente implica respeto, el respeto siempre debido a la edad y a la experiencia.
La irrelevancia y la vanidad es siempre del que no tiene educación.
Injusto enjuiciamiento malévolo hacia don Arturo por poner los puntos sobre las íes. El tuteo indiscriminado es igualitario a nivel del fango. Miremos hacia arriba, todos, miremos a las estrellas, es el único camino para salir del fango. Siempre lo he dicho, si quiero que me enrasen, como al resto, que sea por arriba y no por abajo.
Experiencias han habido de enrasamiento por abajo. Sin ir más lejos, el tratamiento de «ciudadano» y «ciudadana» en la Revolución Francesa. Ya sabemos cómo terminó, cortando cuellos… para enrasar.
Ayer oí a una exministra del Gobierno de España – inevitablemente Irene Montero – el colmo del lenguaje inclusivo: los portavoces y las portavoces. ¿Qué detesta más Pérez Reverte, el tuteo o el lenguaje inclusivos? Ambos son, sencillamente, una horterada
Pir mi parte, sr. Ramón, cuando uso el malsonante lenguaje inclusivo es con la intención de criticarlo y de resaltar su incongruencia. A veces lo consigo, otras no. Detesto ese lenguaje y… a sus creadoras y fomentadoras. Empobrecen el lenguaje y lo denigran.
Saludos.
A mí también me gustaría pensar que somos todos iguales. Quizás porque pertenezco a los estratos sociales de los bajos. Ánimo.
Oye tronco, oye amigo, escucha compadre, te quiero decir coleguita que.. su gran problema es, creo, que se cisca con artimañas en las convenciones. Por ejemplo, de la que estamos hablando, la del respeto por el tratamiento empleado, y que usted confunde con la de la igualdad. Y son cosas muy distintas. Yo a usted le he faltado el respeto debido, al principio, discúlpeme, según mi visión de las cosas, pues no es ni mi tronco, ni mi amigo, ni mi compadre ni mi coleguita, ni alguien a quien le pueda o deba tutear. Y sin embargo, a pesar de ello, seguimos siendo iguales ante la ley, ninguno es más o menos que el otro, y en derechos y obligaciones (aunque esto último los políticos suelen alvidarlo en sus vergonzosos acuerdos con otros políticos de igual o diferente calaña, catadura y doblez; que esos si pueden tener, bastantes, verdadera oscuridad y vanidad en su forma de actuar). Decía mi respetado profesor de filosofía en el bachillerato, que hoy curiosamente ocupa el cargo de Defensor del Pueblo (del Pueblo, no del Populacho) que si te acostumbras a tirar el agua por la ventana con una palangana existe el cierto peligro que tires el agua y la palangana. Pues así pasa con las convenciones sociales: si tiras por la ventana el respeto, es muy posible que se te haya escapado al mismo tiempo el tratamiento adecuado a las personas.
El otro día, charlando con un taxista de un tema de actualidad, me indicó sorprendido y admirado que yo era de los pocos clientes habituales (no, no me gusta conducir) que aún le trataba de usted y no le tuteaba. Sólo pude contestarle que, tras ventinueve años de servicio a los ciudadanos en un puesto de asesoramiento legal, tuitivo y de atención al público buena parte del día, no me salía otra fórmula. Le expliqué que, tal vez, podría considerarlo una deformación profesional, pero era mi forma de respetar a la ciudadanía que, con sus impuestos, me pagaba el sueldo tras aprobar dos oposiciones. Pues el señor taxista merecía exactamente el mismo respeto. De hecho mi vida está en sus manos muchos días…
Me parece que la fugacidad de la existencia no es óbice para vivirla con la mayor dignidad posible. La forma de hablar a los demás establece unas cotas de respeto y consideración en el trato. Una distancia saludable. No hace falta ser más que nadie para exigirle un respeto en las formas (respeto que, no olvide, también se le está dispensando a la otra persona). La vida es corta y nuestra historia personal, efímera, pero en nuestra mano está darle un sentido suficiente como para que merezca ser vivida. Y los detalles cuentan.
De aquellos polvos, estos lodos. Si la educación de los pequeños falla, lo demás viene rodado, luego, perro viejo no aprende trucos nuevos. A los míos siempre les enseñé lo que usted dice, eso del «Por favor, gracias, ceder el paso…», cuando a mi nieto con cinco años lo escuchan decir «Por favor», la gente se da la vuelta sorprendida, cuando tendría que ser lo normal, en fin, tiene toda la razón del mundo, la sociedad se ha convertido en una especie de cuadra, donde se compite a ver quien rebuzna mas fuerte. Como siempre genial.
Don, Arturo. ¿Usted también usa escuchar en vez de oír? No me lo esperaba. Y hablando del tema: en España la batalla contra la grosería y la estupidez está perdida.
Totalmente de acuerdo con el artículo. Lo de «Hola chicos!» en bares o restaurantes me produce prurito pero sólo me contento, de momento, tratándoles de usted a fuer de parecer antipático.
Con algunos pacientes en mi consulta, tuteadores de entrada, me quedo atónito, pero mantengo mi trato de usted ante sus ignaras caras.
En fin, poco arreglo le veo.
Bueno, recuerdo algunos casos de jueces, con Cristiano Ronaldo, una jueza y Nacho vidal con un juez que les faltó poco irse de copas juntos. Si es un servidor ni me escupen al salir del humilladero.
Y que me dice Don Arturo de las cajeras de supermercado, camareras y demás personal que sin conocerte de nada te llama cariño o tesoro? Eso ya es otro nivel
Buenas tardes. En un par de ocasiones, siempre en el mismo hipermercado de mi barrio y de capital francés por más señas, unas muchachas de unas cajas me dieron el tratamiento de «cariño» citado por usted. Mi respuesta fue convertir inmediatamente la compra en una solicitud de servicio a domicilio de la misma. A la hora de repasar mis datos personales en poder del establecimiento, solicité añadir mi teléfono móvil al de linea fijo que ya les constaba, diciéndole a las señoritas en cuestión: «Es por si quiere particularmente llamarne para otros menesteres, Cariño». La mirada incrédula, su silencio conmocionado y la rojez inmediata de sus rostros me hicieron suponer que las dependientas no volverían a cometer el mismo error de trato con otros clientes. Un respetuoso saludo, señora o señorita Concha, y gracias por recordarme involuntariamente estas anécdotas con su comentario.
En este caso, leyendo este relato, están justificadas las carcajadas…
Usar calificativos cariñosos, aptos solo entre familiares, amigos o de forma íntima y mutuamente consentidos, para el trato común y superficial es otro de los temas que repelen y que son altamente censurables, inapropiados e ineducados. No me imagino, o sí, en un colmado decimonónico, de cualquier lugar geográfico, llamándole cariño el dependiente o dependienta a cualquier cliente.
Carcajada, sí, pero triste carcajada.
Saludos.
Buenos días Señor Ricarrob. Aún lastimosa y triste por su origen pero me alegro de haberle arrancado una carcajada, cuando tan pocas oportunidades de ello nos brinda la realidad cotidiana. Espero que no sea la última. Un abrazo.
Pues ya tuvieron suerte de que no les dijeran «abuelo». Me voy a comprar (comprar, no adoptar) un mastín que le muerda a cualquier persona que me llame abuela o cariño sin ser nieto o familiar en primer grado.
Tiene usted toda la razón, qué coño !!!
Me encantó el Artículo Don Arturo Pérez-Reverte… sobre todo el título. En hora buena y Saludos desde estás tierras lejanas, desde Tijuana, Baja California; México. La ciudad más visitada del mundo. Muchas gracias por compartir su talento, y muchas felicidades.
Don Arturo, sepa que yo mismo estaba cayendo en el tuteo indiscriminado, a partir de ahora prometo intentar enmendarme. Gracias
«Un país que, entre todos y todas, hemos convertido en esperpento surrealista donde cualquier disparate se asume con pasmosa facilidad.»
Espero que ese «todos y todas» sea una ironía, lo cual en ese caso sería una genialidad.
Pero si entras en un establecimiento das los buenos días o las buenas tardes y no te contesta ni dios. Hasta la IA va a tener más educación que la cuadrilla de burros en la que se están convirtiendo los humanos.
Excelente artículo, como siempre, y con una adecuada argumentación que es indiscutible. Verdaderamente, se echa de menos diferenciar: situaciones comunicativas, la relación entre los interlocutores, escenarios públicos o privados… todo aquello que se tiene en cuenta en un buen hacer comunicativo.
No vale todo, por eso algunos tuteos son chirriantes. Y lo malo es que los medios de comunicación y
y los personajes públicos deberían sen buenos modelos de aprendizaje para los más jóvenes. Pero, actualmente, estos modelos hacen más mal que bien, porque no dignifican la lengua que utilizan.
Menos mal que todavía nos quedan buenos escritores, como don Arturo Pérez-Reverte, con quienes disfrutar de leer o escuchar los recursos de una lengua bien utilizados.
¡Feliz año tenga usted!
Tiene mucha razón. En mi pueblo siempre decían que lo cortés no quita lo valiente.
Buenos días Sr Arturo. Me alegra ver que usted pertenece a esa época en que el gusto por la educación y el saber estar era lo más normal del mundo, no como la época en que vivimos.
Como una época tan cercana ahora parece de otra época mucho más lejana.
Un saludo Sr Arturo.
Excelente artículo que tendría que ser obligatorio en el sistema educativo actual. Por lo menos tendrían los más jóvenes la oportunidad de aprender algo elemental e importante.
Le felicito Don Arturo.
Sí por eso comienza con tu fruta madre. Bla bla bla, ¿Acaso P.R. que es un mal hablado, tiene conocimiento si el político y el Juez tal vez se conocían?
Don Arturo, usted tiene razón. El rescate de los modales y las buenas costumbres, son indispensables para salvar la esencia de una sociedad que se ha perdido.
Perfecto! Solo cambiaría el título : “Tutee Ud. a su tuta madre”. Estoy de acuerdo en que algunas palabras solo se deben usar entre amigos.
Totalmente de acuerdo
Reverte al ser un novelista que investiga para crear sus obras: argentina, Mexico, etc… le faltado hablar en sus columnas del irreverente Trump íntimo de Abascal que tienen la costumbre de insultar juristas… Ostras…
Gracias Don Arturo No puedo estar más de acuerdo con Usted. Vivo en Francia donde ya se van perdiendo también las buenas maneras pero lucho contra esto, porque creo que es importante . DE momento a Macron no lo tutean todavia . Me han dicho que le sienta muy muy mal Un saludo Pierre
Don Arturo, qué le puedo contar de México! Acá todo mundo se tutea. Me recordó su artículo aquel comentario que Don José Mujica, expresidente de Uruguay, hizo de la educación: En la escuela se debe enseñar matemáticas, biología, física, química, etc., en el hogar se debe enseñar a decir «si señor, con permiso, gracias, por favor, etc.» Costumbres que lamentablemente se han perdido y que duele porque están asociadas al respeto.
¿Para cuánto «tu Majestad», «tu Alteza Real’, «tu Excelencia»?
Iba a poner lo de «Buenos días», pero supongo que en un comentario de este tipo es correcto obviarlo. Más allá de la broma, y como nacido en 1987, he vivido permanentemente frustrado por la contemporánea tendencia al tuteo. Incluso mis suegros, a los que hablé de usted durant unos dos años, se empeñaron hasta conseguir ese trato, cosa que, por otra parte, he de confesar que ya había adiquirido mayor sentido por la relación establecida.
No obstante, todavía me crispa el tuteo de algunas de las personas con las que entablo conversación. No solamente lo considero una falta de respeto, sino la reducción al mínimo de aquello que nos queda de honorables y civilizados.
Hay quien defiende que el lenguaje establece realidades y, más allá de una visión socialconstructivista del panorama, sí que pienso que configura unos límites esenciales de confianza, respeto mútuo y consideración. El tuteo es muestra de proximidad y familiaridad, de cierta intimidad. Todo lo demás, creo, es fruto, consecuencia y coadyuvante de la cata moral actual. Y ello es especialmente sangrante cuando se da con gente de edad superior a la de uno o en entornos de formalidad expresa. Lo del ministro…no olviden que nos gobiernan los mismos que votan.
Don Arturo, es usted un erudito. Da gusto ver como personas como usted, narran lo que uno siente con relativa sencillez.
Old news, diría un amigo mío.