No había muchos libros en mi casa. Me aventuraría a decir que había pocos. Muy pocos. Pero yo salí buen estudiante. Y quería leer. Y además necesitaba una enciclopedia para hacer los deberes, así que mis padres decidieron que había que hacer una inversión en libros, y conseguí tener una enciclopedia de más de veinte volúmenes que venía acompañada, nada más y nada menos, que por una colección de libros de Julio Verne.
Esa interpretación se basaba en la mítica novela de La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne —de la que te recomiendo que veas la serie que tienes en Movistar+, que es espectacular de divertida—, donde se jugaba con el avance de las comunicaciones terrestres, aéreas y navales, para conseguir el hito histórico de hacer la vuelta al mundo no en 80 días, sino en 79 días. Algo que en su momento era una quimera de ciencia ficción.
Hoy ya no lo es. Como tampoco lo son ese coche-barco-nave que salía en El dueño del mundo, bueno, más o menos, o el viaje alrededor de la luna, y luego el viaje a la luna. Ciencia ficción imaginada por un escritor que se convirtió en ciencia cuando los investigadores, científicos e ingenieros fueron juntando las piezas para hacer aviones más pesados que el aire que fueran rápido, cuando aparecieron los motores de combustión, o la “ciencia de cohetes” que tanto gusta a los angloparlantes.
Y es que hasta que los “aburridos” ingenieros, científicos e investigadores unen los puntos para traernos al presente el futuro hay que irse a los visionarios, ensoñadores y escritores que imaginan el mundo con una ciencia que no es ciencia, que es ficción, pero que en algún momento será real.
Así, en la mítica 2001: Una odisea en el espacio, de Kubrick, teníamos una Inteligencia Artificial llamada HAL que al final aprende a leer los labios de los astronautas. Sin saber cómo, HAL estaba usando los “servicios cognitivos” de Visión Artificial que hoy en día todos los desarrolladores tienen disponibles en los proveedores de tecnología como Microsoft, Google o AWS, donde se puede hacer eso. De hecho, se consiguió hacer superando la paridad humana en el año 2019.
Pero yo ya sabía que eso pasaría, porque había visto la película, basada en una gran novela de ciencia ficción del mítico Arthur C. Clarke que me leería tiempo después. Y es que descubrí al autor de ciencia ficción por la película, como me sucedería con otra mítica, y probablemente una de mis películas favoritas, como es Blade Runner, donde teníamos a los Blade Runners intentado cazar a los Replicantes por medio de una prueba de ciencia ficción llamada “Test de Voight-Kampf” que se hacía con una máquina preparada para evaluar las reacciones empáticas de las personas por medio de reacciones físicas incontrolables.
Máquina ficticia de Voight-Kampff.
¿Y para que servirían estas máquinas? ¿Cómo de lejos estaba ese mundo de 2019 descrito por Philip K. Dick en su novela de ciencia-ficción titulada ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de ser parecido al nuestro? Preguntas que me hacía yo.
Quién iba a pensar que llegarían las deep fakes de vídeo, las suplantaciones de mensajes de audio usando técnicas de deep fake para clonar la voz de cualquiera, como la del gran Iker Jiménez o yo mismo, creando personas que no existen a través de documentos digitales. “Humanos digitales” los llamamos hoy en día, y empresas como BeHumans está creándolos para que trabajen en las empresas desempeñando funciones, lo que tiene un sentido muy positivo para ayudar a la economía de las empresas y las sociedades. Sí, como los replicantes.
Pero por supuesto, estos humanos digitales que suplantan a personas pueden ser también usados para hacer cosas malas. Pueden ser parte de esquemas de cibercrimen, para engañar a víctimas y estafarlas haciéndose pasar por personas famosas que te hacen caso, para engañar a políticos, para engañar a trabajadores de empresas y conseguir vulnerar su seguridad o robarles dinero o para muchas cosas malas.
¿Y que hacemos hoy en día para luchar contra estas cosas? Pues crear un Test de Voight-Kampff para detectar los rasgos no humanos de estas creaciones malvadas, ya sea para pretender ser un humano cuando no hay ningún humano detrás, o para saber cuando la imagen que vemos de una persona no es la real y está siendo enmascarado por una deep fake.
Y para ello hacemos como el Test de Voight-Kampff y buscamos rasgos humanos reales, como la forma en la que parpadea esa persona que veo en la pantalla, hacia donde mira, los reflejos en los globos oculares, la comparación de sentimientos en la voz, la expresión facial y el contenido del mensaje, el latido cardiaco por las micro-variaciones de luz en frente, cuello y cara que nos permiten saber cómo va el corazón, etcétera.
Parece ciencia-ficción, pero hoy ya es ciencia. Nada de ficción. Ya es parte de nuestro día a día y ahora incluso lo comercializamos desde Telefónica para proteger a las empresas que tienen que hacer el famoso proceso de “Conoce a tu cliente” en servicios digitales, donde los cibercriminales usan deep fakes para crearse cuentas falsas.
Libro de Ciberestafas en 0xWord de Juan Carlos Galindo.
Yo reconozco que soy un gran admirador de la ciencia-ficción, pero como forma de ver el futuro para el que tengo que prepararme, para tomar ideas, o para entender mejor la tecnología que se nos viene. Matrix es un buen camino para entender cómo podrá ser si al final nos vemos absorbidos o no por un futuro metaverso, como el cuento que os dejé escrito tiempo atrás de “A nuestra imagen y semejanza”, donde los Humanos Digitales campan por un Metaverso junto a los Humanos Digitalizados que… poco a poco se van muriendo hasta que se extingue la humanidad, lo que deja a los Humanos Digitales en un plano astral distinto al nuestro y con la necesidad de localizar a sus creadores, que los crearon a ellos… a su imagen y semejanza.
Como habrás podido ver, tengo pasión por la ciencia ficción, por los mundos distópicos, por esos paseos por el lado futurible malo en Black Mirror, por las novelas del espacio, y sigo soñando con los monopatines y coches voladores. Creo en la ciencia ficción, creo en los sueños, y creo que —aunque no todos— esas locuras que los escritores plasmaron en papel venidas de una mente extraña, algún día serán parte de nuestra realidad.
Estas navidades he disfrutado de la lectura de novelas de Judge Dredd y de cómics de GrimJack. Son locuras, donde en Megacity la gente vive en ciudades que son edificios, como esos que ahora diseñamos para crear, o con múltiples dimensiones que entran en fase con la mítica ciudad de Cyanosure en la que puede existir cualquier ser. No solo me divierto, me preparo para el futuro.
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Te gustará saber que el trabajo de Arthur C. Clark escribiendo 2001 fue un encargo de Wernher von Braun, a la sazón Director de la Oficina de Proyectos <futuros de la NASA. A von Braun se lo trajo el FBI del bando nazi por sus conocimientos de propulsión y cohetes y lo puso a definir la NASA de los siguientes 50 años. Pudiendo elegir a ingenieros, trabajó con pensadores, dibujantes, escritores y creadores de ciencia ficción, entre los que estaban Arthur C. Clark, Kubrik o el mismísimo Walt Disney. Con ellos fue creando un sueño que acabó convertido en la misión Apollo XI.
¿Por qué von Braun se rodeó de creadores de ciencia ficción para esa tarea? Porque desde pequeño, su capacidad de soñar se la habían contagiado las historias de Julio Verne.