Buscar a alguien que no quiere que se le encuentre, o buscarse a sí mismo como resultado de esa búsqueda, sin saber que tal vez sea eso lo que realmente uno está buscando, es un asunto que ya habíamos leído en anteriores ocasiones, como en Nocturno hindú, de Antonio Tabucchi. Esther Yi (Los Ángeles, 1989) vuelve a tomar en consideración que este viaje atravesando los problemas de la identidad es el gran asunto que deberíamos tratar, y gesta una primera novela con una potencia que roza por momentos lo onírico, y que siempre nos mantiene en guardia. El planteamiento de inicio nos lleva a sospechar que estamos frente a una obra que se arrima a lo juvenil, al fanfiction: una chica se enamora platónicamente de un miembro de un grupo musical de K-pop, y hasta emprende un viaje a la Corea natal del cantante para intentar dar con él. Hay que advertir que la familia de nuestra protagonista es también coreana. Pero enseguida descubrimos que hay algo interesante en este cantante, que crea unas letras en las que el enigma se combina con los giros literarios que nos hacen pensar. Esos mismos giros, guiados por singularidades, dan pie a una voz que nos desorienta constantemente, empujándonos a no perder detalle del texto: «Quería darle a su mente un cuchillo de carnicero con el que desprender todo pensamiento débil y conveniente. También quería arriesgarse a la mayor confusión posible», «Mi cabeza se comportaba como si fuera una persona en sí misma, una persona que sospecha que acababa de salir de la penitenciaría, de tan independiente y hostil que era».
El caso es que enamorada de la ilusión, la muchacha emprende un viaje que dará pie a una estructura en la que irá yendo de puerto a puerto, de encuentro a encuentro, siguiendo las pistas que le dictan quienes le salen al paso. Se sabe divergente, hasta el punto de confesar que ama con resentimiento, otra singularidad, y nos hace someternos a una mirada de sensual contemplación. En realidad, nos está llamando a considerar que esto que hemos construido con la percepción, y que llamamos realidad, puede ser una secuencia de farsas, pero las necesitamos para sostenernos. De ahí estas convicciones que sentimos, que provienen de la necesidad de creernos la farsa para gestionar el desatino de vivir.
Esther Yi separa amor de enamoramiento y se pregunta de qué nos estamos enamorando, si es de la farsa o es de la persona. A la hora de la verdad, se nos sugiere a través de la novela, lo que hacemos es ir descubriendo sensaciones mientras recorremos el mundo, experimentar, porque nuestra autora sabe, y nos lo demuestra a través del parcial conocimiento de la protagonista, que sólo podemos concebir una parte, que el todo es inmenso, de escala inhumana. «Mis sueños ya opulentos de Moon», define así su obsesión por una persona cuyo nombre no es gratuito: luna, lunático, lunar… «La vacuidad espiritual de nuestro consumo y de nuestra conversación, la tortura diaria de justificar nuestra fraudulencia ética, el anhelo cada vez más intenso de amor en un mundo que obstaculizaba sistemáticamente nuestra capacidad misma para experimentarlo… entre toda esa desolación, ¿cómo podría alguien no pensar que la solución era retirarse al otro lado de los muros del yo y volverse completamente singular?».
La novela nos plantea un viaje y un sueño, y la imperiosa necesidad de vivir con ilusiones, pero terminará por revelarnos algo diferente. No desvelamos nada sobre el final si comentamos el shock emocional que produce darse cuenta de que en el futuro lo que nos espera no es lo que preveíamos, afectado de nuevo por la ilusión, sino degeneraciones, ocasos, tal vez ruinas. Tu nombre es una sorpresa dentro del panorama narrativo, y un acierto a la hora de elegir la novela como nuestra próxima lectura.
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Autora: Esther Yi. Título: Tu nombre. Traducción: Javier Calvo. Editorial: Aristas Martínez. Venta: Todos tus libros.
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