Mientras leía Mentes paralelas, de Laura Tripaldi, no podía evitar rememorar un pasaje de Cesáreo de Heisterbach (Diálogo de milagros, 7, 46): allí cuenta una historia sobre una monja que, dudando de su fe frente a una figura de Cristo crucificado, este se descolgó de los tablones y la abofeteó por su tentativa de apostasía. En el mencionado diálogo, el discípulo le dice a su maestro que le llena de estupor el hecho de que una imagen de madera se hubiera animado y cargado de intenciones, pues los objetos inorgánicos no tienen alma: ¿cómo iba a haberse producido ese hecho si en la madera, y demás materiales afines, no hay vida alguna? El libro de Tripaldi arranca justo en este punto: dejar de considerar la materia como algo inerte y empezar a pensarla como algo vibrante, en una ampliación del concepto de vida que descubra la inteligencia que se esconde en los materiales.
¿Qué ocurre con la inteligencia? En primer lugar, ya no cabe predicarla únicamente del ser humano, al menos si uno tiene ante los ojos los avances más recientes en la química o la biología. De esta forma, necesitamos atender a la cultura material del presente para comprenderla, pues en ausencia de este esfuerzo intelectual, nos faltará una parte crucial de la sociedad: ¿acaso cabe entender las civilizaciones o las eras anteriores en ausencia de los materiales que respaldaban su mundo? Por ello, la autora realiza un prolijo estudio de diferentes elementos como la seda, el Physarum polycephalum o légamo policéfalo, los soft robots, la copa de Licurgo, el experimento de Wöhler, los jardínes químicos de Leduc, las células de Traube, el grafeno, materiales biónicos y las más variadas nanotecnologías (como los nanotubos de carbono, por ejemplo). De aquí se extrae una tormentosa relación del ser humano con la tecnología que se ha fijado en nuestra mitología, la cual Tripaldi coordina con los análisis señalados: Prometeo, Epimeteo, Ícaro, Aracne, la Hidra, etc. La movilización de todas estas realidades tiene por objetivo «reconsiderar los materiales con los que construimos nuestras vidas, de manera que sean cada vez más inteligentes, es decir, flexibles y capaces de dialogar con el propio ambiente» (p. 26).
Encontramos, entonces, entidades inorgánicas capaces de organizarse autónomamente, percibir señales en el ambiente (químicas, luminosas, etc.), responder a los estímulos externos o autorreplicarse. Resulta complicado mantener una visión centralizada de la cognición, esa idea de la conciencia situada en algún lugar del cerebro, que sería capaz de recepcionar los inputs, procesarlos y elaborar los outputs; sobre todo si analizamos la forma de operar de los cefalópodos, los smart materials o el légamo policéfalo, en los que la acción y la inteligencia se dan al mismo tiempo. La conciencia no es algo que se ubique en nuestro cerebro, como sostenía el modelo cognitivo representacional, sino que es más bien algo que emerge de la práctica; célebremente, el fenomenólogo Alva Noë ha afirmado que se parece más a bailar o hacer la digestión. «Esto muestra que la autorreflexión no es una condición necesaria para tener una experiencia del mundo» (p. 78).
La nanotecnología demuestra la capacidad de erigir nuevas mentes y concebir otras formas de vida. Mentes paralelas ofrece al lector un texto híbrido a medio camino entre la filosofía, la divulgación científica y la política, que sirve como brújula para orientarse en el pensamiento contemporáneo, con la voluntad de que el ser humano «aún puede recuperar una continuidad perdida con la naturaleza y descubrir que no existen barreras rígidas entre materia inanimada, vida y tecnología» (p. 184). ¿Constituye este bestiario tecnomaterial, como reza la contra, un nuevo giro copernicano? Y tú, ¿estás dispuesto a dialogar con xenomentes? O, en definitiva, ¿quieres acercarte a un modelo de visión más ecológico?
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Autor: Laura Tripaldi. Título: Mentes paralelas. Descubrir la inteligencia de los materiales. Traductor: Fernando Venturi. Editorial: Caja Negra. Venta: Todos tus libros.
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