La periodista Franca Velasco rinde en este libro un hermoso —y más que necesario— homenaje a unas profesionales de las que nadie habla y a las que, sin embargo, todos deberíamos admirar: las bomberas forestales. Porque, aunque en los reportajes parezca que todas las personas que cuidan de nuestros bosques son hombres, también hay mujeres. Y se baten el cobre como las que más.
En este making of,Franca Velasco nos desvela el germen de Viaje a las mujeres de fuego (Pepitas).
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“Pero, ¿aquí no hay mujeres?” Esa es la pregunta que me hice una tarde, a mediados de agosto de 2022, sentada ante la pantalla en la que escribía la crónica diaria después de dos meses de devastadores incendios forestales por todo el país.
Eran todos hombres. Contaban la tragedia ante las cámaras camuflados bajo sus cascos, tras sus gafas y sus trajes ignífugos, pero siempre de género masculino.
Así que tiré de los contactos que llevaba utilizando semanas para preguntar si las bomberas forestales eran o no un animal mitológico.
Me dijeron que no, que, efectivamente, como las meigas, haberlas haylas, y empecé a teclear números de teléfono que me iban llegando.
El reportaje con sus fotos, las que ellas me enviaban embutidas en sus equipos de protección, se publicó el día 20, y poquitos después, durante unos días de respiro en la playa, se me encendió un aviso en el sobrecito de los mensajes privados de eso que ahora se llama X pero que sigue siendo Twitter.
“Buenas, Franca. Te escribo desde una pequeña editorial especializada en incendios forestales, Biblioteca 451”, me decía un por entonces desconocido Jorge Roldán.
Allí, bajo el sol de Asturias, arrancó un viaje de más de 4000 kilómetros buscando por el monte a las hijas de Venus.
Porque si algo había lamentado durante los días que elaboré el reportaje periodístico, sin duda había sido no poder conocerlas en persona, verlas en acción, tomarles el pulso en directo, escarbar en sus entrañas para descubrir lo que tenían en común aquellas rompedoras del estereotipo que lo mismo te conducen una autobomba que te pilotan un avión hasta los topes de retardante o le meten hachazos al secarral en llamas con un tajamatas en la mano.
Así que Jorge y yo nos pusimos a buscar mujeres de fuego por toda España para darles la voz que no habían tenido. Salpicadas acá y allá, de los Pirineos a los Montes de Toledo, de la Base de Villaeles de Valdavia a la torre de vigilancia de Aranda de Duero, me empeñé en que nada de videoconferencias, que yo quería abrazarlas y mirarlas a los ojos de cerca.
¿Que hay que invertir tiempo y gasolina y buscar una pensioncilla para pasar la noche en Talavera de la Reina? ¿Que el Google Maps te mete por los vericuetos del Puerto del Pico y te parece que estás llegando a donde termina el mundo conocido? ¿Que se te hace de noche en Bilbao charlando con Marta y vuelves conduciendo bajo la lluvia de madrugada?
Sea.
Todo empezaba arrancando el coche en mi garaje de Valladolid, pero terminaba muy lejos, cada vez más lejos, extendiendo el relato a siete comunidades autónomas, a once vidas que parecían miles cuando mirabas por el retrovisor del testimonio de cada una, rebeldes con causa ante las que mis ojos conocieron el verdadero significado de la palabra perplejidad.
Las islas estaban aún más lejos, así que hubo que aprovechar las fugaces escapadas a la península de Carmen, la agente forestal de Baleares, y Xandra, la coordinadora de medios aéreos de Canarias, para evitarnos esas entrevistas “pantalla mediante” a las que me negaba.
Y lo conseguimos.
Nunca un viaje me enseñó tanto ni me llevó tan más allá del destino geográfico. Este viaje no puso distancia, sino que la redujo entre quienes exploren sus páginas y ellas, las pioneras, fuertes y sensibles, jóvenes y veteranas, partiéndose el lomo en la penumbra del monte, como miles de otras compañeras.
Cuando me despedí de Laura, la militar de la Unidad Militar de Emergencias a la que no me atreví a abrazar al llegar a la Base Conde de Gazola, en León —por ese respeto que impone siempre el Ejército—, ya me había confesado que era fan de Sabina y hasta habíamos llorado juntas.
Carmen quiso que esperase para conocer a su hija en la estación de Chamartín y hacernos una foto las tres; con Xandra visualicé drones sobre el volcán de La Palma; Marta me sacudió los límites del planeta Tierra y la gran Varea, la maquinista de rodajes de cine, se desgarró contándome su experiencia en Grecia con los refugiados sirios.
Pilar me enseñó a escudriñar el horizonte, Vita a reinventarme cada día, Elena a ahondar en lo humano, Lucía a no tener miedo, Paola a escalar árboles y Vanessa… Vanessa me dijo que cuando las arañas unen sus telas, pueden matar a un león.
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Autora: Franca Velasco. Título: Viaje a las mujeres de fuego. Editorial: Biblioteca 451 y Los aciertos. Venta: Todos tus libros.
Estamos ante un magnífico libro.
Mujeres haciendo cosas de hombres. Siempre pienso en esos sectores sociales donde todavía estas cosas se ven como algo que desafía las tradiciones más sagradas y en donde persiste la estúpida idea de que el trabajo tiene género.
Detrás de la experiencia de cada una de las protagonistas hay mucho más que apagar fuegos. Hay transgresión. Hay muchos muros derribados, hay siglos de historia superados y por eso este libro es tan necesario.
Me gusta, además, su estructura. Una suerte de road movie donde la autora viaja al encuentro de diferentes personas. Todas mujeres. Todas transgresoras, decididas, valientes, comprometidas; extraordinarias profesionales con vidas apasionantes.
Esperaba un relato periodístico pero he leído un libro, no un largo artículo. Está escrito, no redactado. Esperaba información y me he encontrado literatura, incluso, con trazos poéticos sobre todo en las descripciones de paisajes, momentos o sensaciones.
Un libro indispensable, sin duda, con un enfoque editorial alineado con la igualdad y escrito por una mujer, también, y al igual que sus protagonistas, forjada al fuego.