“No hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados nuestros sentimientos”, decía Jacinto Benavente. Después de más de veinte años de gobiernos corporativos y debacle estatista, violaciones institucionales y empeño perverso en construir un régimen de partido único, el republicano de a pie aspiraba modestamente a una instauración del progreso y del sentido común, una economía estabilizada, mixta y eficiente, y una democracia firme y plena. Pero huyendo de ese descarrilamiento, el tren de la historia se pasó varias estaciones, y resulta que ahora nos encontramos en un andén remoto e inmersos en un experimento único: tenemos el primer presidente paleolibertario del planeta. Que el miedo a su fracaso y a diluir esta leve esperanza estival no arruine una buena crítica. Porque para eso estamos. Javier Milei no hizo en Davos más que desplegar las consignas de esa secta ideológica a la que adhiere y sobre la que teorizaron Murray Rothbard y Lew Rockell, dos de los pensadores de La Nueva Derecha. Hace rato que esta Internacional defenestra las agendas sociales y ecológicas, y culpa de todos los pesares del mundo a quienes no comulgan con esta flamante vanguardia esclarecida. Para estos iluminados de nuevo cuño, los liberales lógicos, los conservadores tímidos, los “miserables” centristas, los socialcristianos y los socialdemócratas son tan repudiables como los comunistas y los nazis; la política en general es elitista, sucia o claudicante, y el periodismo forma parte de ella, salvo que sea complaciente con la “revolución”. Hay que decir, a favor de Milei, que no engañó a nadie: todo esto estaba escrito y declamado durante su exitosa campaña electoral, y consiguió con ese vademécum exótico y desaforado una mayoría consistente. El brillo de lo nuevo y la necesidad de creer en algo después de un período tan largo y oscuro, no nos permitía comprender durante los primeros tiempos de Néstor Kirchner que se trataba de un señor feudal, aun cuando que estaba a la vista el laboratorio santacruceño donde se había forjado. El mismo encandilamiento oculta, en estos meses iniciales, el ideario extremo del nuevo presidente. Así como los kirchneristas impostaban un progresismo virtuoso y, con la catástrofe de su modelo, ahora hunden la chance de una centroizquierda moderna, el mileísmo puede arrastrar una vez más hacia el pozo del repudio —si falla en lo fundamental— al verdadero liberalismo político, que Milei malversa y con el que en realidad tiene tantas diferencias como la mismísima dinastía Kirchner. Esto no le quita mérito a la desbordante vocación desreguladora del anarcocapitalista, incluso tampoco a su táctica de electroshock con un paciente catatónico, pero genera un conflicto evidente para quienes hemos defendido durante estas décadas a capa y espada la institucionalidad y el funcionamiento real de la república frente a un grupo de poder que intentaba cargarse esos valores de la “democracia burguesa”. En política están las ideas y están las reglas. Y no es honesto intelectualmente usar las segundas para torpedear a las primeras, y relativizar a continuación las reglas cuando nos gustan mucho las ideas, porque eso es practicar el doble rasero, se parece demasiado al “fin justifica los medios”, y porque confirmaríamos el prejuicio y seríamos entonces lo que Cristina desea: republicanos de morondanga (sic). Bien es cierto, a su vez, que Milei no es Fujimori ni Castillo y que aquí sigue funcionando la independencia de poderes, pese a que el mandatario sugiere que los legisladores renuentes buscan sobornos y los reporteros que registran malas noticias son “mentirosos y operadores”. Es que los paleolibertarios resolvieron hace mucho que su praxis política sería el populismo, y por lo tanto la polarización entre “pueblo y casta”, y no han abandonado esa nueva concepción de amigo y enemigo. Si el populismo de izquierda nos parecía nefasto, no veo por qué debe parecernos encantador el populismo de derecha. Y recordemos: los paleolibertarios decidieron acompañar a Donald Trump, no porque en principio éste lo fuera sino porque expresaba lo más parecido a su acción soñada; para los trumpistas, Biden y The New York Times son “socialistas”, y los jueces prevarican si no fallan a favor.
Por otra parte, arrojarle a la sociedad exhausta y al Parlamento mil y una reformas de gran calado puede ser una táctica de negociación —pido lo máximo para obtener lo más que se pueda—, pero luce a simple vista como un acto temerario, una gran improvisación y un delirio de grandeza. En pocas semanas, se confirmó que ni los especialistas ni los profesionales de cada sector involucrado en esta monumental metamorfosis habían sido escuchados, y que, dejando de lado a los verdaderos parásitos y a las mafias reales que quieren mantener sus privilegios, se han lanzado propuestas desatinadas que incluso han perjudicado a inocentes y generado problemas donde no los había. Es como si una cuadrilla de bomberos ingresara precipitadamente en una casa incendiada y en lugar de concentrarse en el núcleo ígneo —la inflación nos quema, la recesión se profundiza, la corrida cambiaria no se detiene— los efectivos comenzaran a distraerse en habitaciones alejadas del fuego, y se entretuvieran cambiando compulsivamente de lugar alfombras, cuadros, jarrones y bibliotecas. No han sido capaces de discriminar qué es urgente y qué exige un debate de fondo no exento de política y de paciencia. La consigna parece la película del multiverso que ganó el Oscar el año pasado: “Todo en todas partes al mismo tiempo”. Novecientos artículos y movidas que nadie pensó seria ni detenidamente: una antología de anticonstitucionalidades (Daniel Sabsay dixit), una máquina vertiginosa de generar aciertos, errores y enemigos, y también objetores dolientes incluso entre sus propios votantes, algunos de los cuales beben amargamente de su medicina porque sostenían hasta hace cinco minutos la Tesis de la Testosterona: la gestión de Cambiemos había fracasado por carecer de valentía; había que llegar a la Casa Rosada y arrasar con todo sin pestañear. Había que tener (perdón) huevos. Se lo explica una alta fuente del gobierno nacional al periodista Luis Majul: Milei no hace política, se maneja con la teoría del Juego del Gallina, que consiste en el conocido ejemplo de dos conductores que aceleran uno contra el otro, y miden su valor: el que se aparta primero pierde. Por cobarde. El León no es gallina, su convicción aparece como irreductible; no se apartará de su dirección y pagará los costos que sean necesarios.
Bueno, no es precisamente un ejemplo tranquilizador, puesto que dentro de ese vehículo vamos todos nosotros. Y porque, como dice la milonga borgeana, “suelen al hombre perder la soberbia o la codicia: también el coraje envicia a quien le da noche y día”. Calmemos igualmente a los pasajeros: no es menos cierto que el chofer de este ómnibus se avino en las últimas horas a levantar el pie del acelerador, aceptar recomendaciones de la “oposición dialoguista” y elaborar una contrapropuesta donde quedan afuera disparates y gigantismos. Una cosa es hacerse el loquito; otra muy distinta es ser un conductor suicida. En este gap para nada menor se cifran acaso el éxito de su empresa, que va en el sentido correcto, y toda la gobernabilidad que pueda conseguir.
Son justamente los enemigos rancios y destituyentes de Milei los que nos obligan a defenderlo a pesar de sus inquietantes defectos. No sólo fue elegido por el 56% de la población en elecciones limpias, sino que es sumamente importante ahora que rescate al país del naufragio y termine en tiempo y forma su mandato constitucional. Quienes lo acosarán con armas non sanctas y con golpismo callejero —utilizando incluso sus yerros y a las nuevas víctimas de ellos— son los mismos fanáticos, los mismos barones luctuosos, los mismos estafadores de Estado y los mismos gangsters pobristas que devastaron la Argentina, y protegieron a sus líderes ineptos y venales traicionando a sus bases, y multiplicando la pobreza, la marginalidad y la precarización educativa. Sin autocrítica y con siniestra hipocresía hoy están en pie de guerra contra la persona que fue ungida por las urnas. Eso no mejora, sin embargo, las inconsistencias del León ni los reparos que el republicanismo debería poner a sus pulsiones más peligrosas. Lejos de ser inconducente, esta discusión es profundamente útil y necesaria. Chesterton decía: “Estamos de acuerdo respecto del mal; es por el bien por lo que nos arrancamos los ojos”.
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*Artículo publicado en el diario La Nación de Buenos Aires
Genial como siempre!
CHARLA PRESUNTA
—El presidente es débil, esta es nuestra oportunidad para derribarlo, utilicemos todo el aparato que aún está intacto para serruchar el piso.
El método del desgaste; protestas sociales, cacerolazos, paros, despelote; si logramos algunos manifestantes muertos mejor.
—¿Te parece compañero?
—Por supuesto, ya hablé con ella, La plata no nos va a faltar, tiene todo lo que necesitemos.
—Bueno, genial, los muchachos están de acuerdo, solo a uno le parecía que todavía no, pero ya le dimos lo que quería; diez palos verdes.
—¿En qué mes, lo hablaron?
—Si, marzo, abril como máximo.
—Bueno, perfecto; y a quien vamos a nombrar como presi.
—A él, a quien más, si es un hijo de puta, y además tiene toda la plata.
—Pero escúchame, ¿esto es constitucional?…
—Papi, ¿vos sos boludo de a ratos, o todo el día?.
Esta es una ficción, pero me animo a decir que individuos así existen en la vida real política Argentina, operan en las sombras, poseen dinero y contactos. Si no somos capaces de erradicar a estos personajes, continuaremos nuestro derrotero de fracaso.
Este Congreso, Gobernadores,etc, clase politica, empresarial ligada al estado,sindicalistas…en 4 decadas de democracia nos dieron, 50% de pobres,200 de inflacion, 6 de cada 10 chicos pobres, narco ciudades y regiones……pero saben de que se trata, son republicanos y entienden de economia…Una mafia de inutiles y delincuentes amparados por jueces y fiscales socios de la corrupcion y este desastre.
Lo unico bueno es que el pueblo Argentino que normalmente fue idiota, esta vez voto bien..
Visto de afuera, pareciera que el DNU de Milei es un hueso al que una jauría de perros se lo disputa dando dentelladas, cuando antes, los mismos, eran dóciles ovejas, a órdenes:
—Sí señora, como usted diga señora, a sus órdenes señora; ¡rufianes!.
Así se maneja la política Argentina; hipocresía, poder, negocios, asuntos turbios. Objetivos que promuevan el bien común no le interesa a casi nadie, la mayoría están preocupados por continuar con las mismas mañas eternas.
Le será muy difícil gobernar a Milei en este contexto, los destituyentes gozan de buena salud, y están preparados para asumir cuando sea, brindando esos discursos, tipo dictadura militar como: “Asumimos para ser garantes de la democracia, del bienestar ciudadano, del respeto por las leyes, y para posibilitar que la Argentina se ponga de pie” (aplausos y vítores)… Es como observar la misma película en blanco y negro, de la cual ya conocemos todos los diálogos y el desenlace final.
“¡Quieren destruir al estado!”…otra de las frases utilizada por estos personajes nefastos, que ellos mismos ya ni se la creen; todos comprendemos que es necesario achicar el estado, porque no existe otra posibilidad; obviamente la transición de ubicar a empleados públicos en la actividad privada es difícil, y lleva tiempo, pero si no lo hacemos, no tenemos posibilidad de salir de nuestra decadencia. No se puede vivir de colocar sellos en un expediente, es necesario crear riquezas. Si pudiéramos convertir al estado Argentino en una administración ágil, que intervenga sólo en aspectos de su competencia: salud pública, educación pública, vivienda social, urbanismo, obra pública, seguridad; con eficiencia y transparencia, dejando que la actividad privada cree riquezas o brinden servicios, sin ahogarla con impuestos, lograríamos el círculo virtuoso que necesitamos.
¿Es tan complejo?…¿No podemos hacerlo?…¿Cómo es posible que por culpa de cinco vivos no podamos desarrollarnos?.
Se suma a esta situación algo que detesto, y demuestra la continuidad de ideas retrógradas y miserables como lo es, inculcar a niños propaganda política, porque no es otra cosa; hoy mismo, en un pequeño anfiteatro para obras infantiles en una ciudad balnearia, más precisamente en la Aldea Hippie de Mar de las Pampas, un actor, instruía a su público de padres y niños:
— No se dice más, chicos, ahora se dice chiques…
Yo le digo a este “actor» militante, que acepto que digas niñas y niños, chicas y chicos, nuestro idioma desde siempre posee el género femenino y masculino. Pero “chiques” es querer cambiar y confundir un idioma riquísimo, por un estropicio; tus “compañeres” militantes quieren destruir incluso lo que aún queda y merece ser respetado, nuestro idioma.
Yo en cambio le digo en correcto castellano a este “actor” militante:
—Enseña y promueve si querés ese “idioma”, a tus hijos, a tu familia, y la puta madre que te parió, pero no te autorizo a hacerlo a mis hijos.
Crean en que la gente hará buenas cosas con la libertad, el Estado son los políticos, los funcionarios y los prebendarios de toda clase, y ese estado OMNIPRESENTE en la Argentina, ha esclavizado a todo el mundo, es necesario sacrificar el monstruo y eso no se puede hacer de forma gradual