Ningún psicólogo, psiquiatra o filósofo podrá cuantificar la repercusión que tiene en los niños una infancia feliz o desgraciada. Será imposible porque en esas edades nadie tiene la capacidad lingüística para expresar sus verdaderos sentimientos, sus miedos, sus mejores y peores recuerdos, los momentos que marcan una vida. Y no podrán porque una misma realidad es percibida, sentida, sufrida, interiorizada de forma distinta por cada niño. Un pequeño matiz puede ser el recuerdo esencial para uno e intrascendente para el de al lado.
Que un niño experimente la crueldad en primera persona y además viva el maltrato dentro del núcleo familiar pueden ser dos factores claves para crear un adulto infeliz e inseguro o por el contrario alguien más fuerte para sobreponerse ante las adversidades.
Dimas Prychyslyy desconcierta al lector: nace en Ucrania en 1992 y a los ocho años ya reside en España, pero relata en primera persona como el escritor David, el protagonista de su novela, nacido en 1981, un año antes del estreno de La puerta de Pokrovskie —una comedia soviética ambientada en los años 50 sobre las vidas de los inquilinos en un edificio de apartamentos comunales, quizá el prolegómeno de Aquí no hay quien viva—, le relata a su amigo la Petricor su marcha de un país del Este en los años 90, tras el desmembramiento de la URSS, con un claro paralelismo con su vida.
Comienza de muy joven a descubrir la homosexualidad, la infidelidad, la mentira, la falsa moral, el engaño, el desamor, la anorexia, la soberbia, el clasismo unido al “racismo político”, los celos. Hasta que descubre la libertad que le proporciona la literatura, que es el binomio de conjugar en primera persona la lectura y la escritura; un mundo donde no tiene que compartir ni dar explicaciones, donde puede hacer y deshacer a su placer cualquier capricho. Ese es el poder del escritor, en el papel todo es posible. Una distorsión en la que Prychyslyy se pasea con solvencia, palabra tras palabra, por todos los avatares de una vida difícil, compleja, inusual.
Estructura el libro en cuatro partes, aunque la cuarta solo tiene catorce páginas, son 60 capítulos muy cortos, de apenas cuatro o seis páginas, pero en las que al margen de la historia, encuentras realidades crudas de mujeres maltratadas, vejadas, violadas, engañadas, emigrantes asidos a un clavo ardiendo, envidias; con un lenguaje intencionadamente rudo demuestra su despecho y rechazo, refiriéndose a su abuela paterna como «la otra, la madre de mi padre o aquella señora», para nombrar a su padre le llama el Hijoputa. Prychyslyy hila tan fino su relato que, por ejemplo, con tan solo leer el inicio del capítulo en el que habla del colegio llamándolo “institución penitenciaria”, es suficiente para vislumbrar sus vivencias.
La anacrónica escritura de esta novela, entendida como la alteración en el orden cronológico de los sucesos en el relato, me ha obligado a releer varios capítulos tejidos entre Málaga, Tenerife, Azuqueca, Salamanca y Ucrania y de ese modo poder apreciar nuevos matices; cada verbo, cada adjetivo, cada figura literaria. Pero la anacronía que mantiene hasta el final de la novela le sirve al protagonista para no olvidar su despreciable entorno familiar.
Prychyslyy es un escritor que podrá dar mucho que hablar en la literatura española del siglo XXI. Cuchara, cuchillo y tenedor son las tres palabras que enraízan a unos niños inmigrantes que salieron de su país en busca de una vida mejor, o tan solo una vida, dejando atrás un pasado que nunca se irá.
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Autor: Dimas Prychyslyy. Título: Cuchara cuchillo tenedor. Editorial: Algaida. Venta: Todos tus libros.
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