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Celebración de la novela negra

Celebración de la novela negra

Vive la novela negra hoy en España una plenitud inimaginable hace un cuarto de siglo. En la posguerra, apenas encontró cultivadores, o fue un refugio disimulado bajo pseudónimo de gentes afligidas por el exilio interior o sirvió de trama a desoladas vivencias existenciales. En ocasiones asomaba la oreja en los narradores del realismo social porque estos encontraban un modelo en el realismo seco de los norteamericanos —de Dashiell Hammett, sobre todo— para una técnica objetivista estricta. Pero carecía de prestigio. La novela criminal no figuraba en la jerarquía de la alta literatura. Era literatura popular, lectura de entretenimiento. Nadie mostraba en público su frecuentación. Sufría, además, el sambenito de ser literatura evasiva con que las teorías marxistas del arte la condenaban. Durante mucho tiempo no existieron en nuestro país narradores policiacos. A finales del franquismo, un editor avispado, Sedmay, intuyó el negocio y creó una colección de relatos de género. Fracasó porque no encontró la materia prima, autores. Mal podía suministrarla uno de los que contrató, Juan Benet, cuyo libro no llegó a publicar y terminó de finalista en el Planeta. La cosa empezó a cambiar con la presencia de Jorge Martínez Reverte y, sobre todo, de Manuel Vázquez Montalbán, que no solo eran propicios a la indagación colectiva desde la indagación en la criminalidad económica sino que no compartían las prevenciones de ideológicas anteriores.

"A cualquier clase de novela le sienta bien que se le añada el suspense de una trama delictiva. Y así hemos llegado al estado presente en que se ha convertido en una de las grandes corrientes de nuestra literatura actual."

Luego la situación conoció un cambio radical. La novela negra atrajo a numerosos narradores por su capacidad para desenmascarar nuevas formas de delincuencia, los delitos de cuello blanco y las corruptelas del capitalismo, y para convertirse en alternativa moderna a la literatura de denuncia. Sedujo a otros por su fuerza para renovar los relatos de intriga, aventuras y acción. Otros más la vieron como un expediente para indagar en la condición humana. Y no faltaron, ni siguen faltando, quienes acudieron a ella como las moscas al panal de rica miel del presunto best seller y el éxito comercial. A cualquier clase de novela le sienta bien que se le añada el suspense de una trama delictiva. Y así hemos llegado al estado presente en que se ha convertido en una de las grandes corrientes de nuestra literatura actual, en competencia con la omnívora novela histórica. Entre ambas se reparten la parte del león de la novela española, de la seria y de la pensada solo para el mercado. En todo caso, tiene miles de simpatizantes que no lo ocultan como otrora y que siguen al día lo que se hace fuera de nuestras fronteras gracias a continuadas traducciones y a lo mucho que producen los autores nacionales. Forman incluso una entusiasta secta. Se exhibe con éxito en manifestaciones públicas: en las semanas negras de Gijón, de Barcelona, de Getafe.

El fenómeno, pues, merece seria atención, y pocas personas existen, aparte estudiosos académicos, tan capacitadas para exponerlo en sus múltiples dimensiones —la literaria, pero también la social— como el valenciano Paco Camarasa. Librero, fundó en Barcelona con su pareja, Montse Clavé, la famosa librería monográfica Negra y Criminal, nacida el 4 de diciembre de 2002 y fenecida en las turbulencias de la crisis, el 3 de octubre de 2015. Había, explica el autor con gracia, más lectores que compradores. Ha estado en todas o muchas de las salsas relacionadas con el género: premios, encuentros públicos, agitación mediática. Es un lector incisivo con conocimientos planetarios —no exagero— del noir, un erudito, si la erudición fuera compatible con el humor, la ironía, la capacidad de trascender los datos positivos y con el dichoso desparpajo en la explicación. Además, lo sabe todo de las entretelas de este negociado de las letras en lo referido a nuestro país: la trayectoria de los autores, los intereses editoriales, los festejos públicos, los agentes literarios y mil atractivos chismorreos.

"Los comentarios literarios de Paco Camarasa, fundados y amenos, hacen pensar que nuestras letras se han perdido un crítico literario de primera fila."

Fruto de estas inmejorables condiciones es un libro de creativo título, Sangre en los estantes, en alusión al fluido inevitable en las baldas que acogen la literatura criminal. Se trata de un voluminoso trabajo que se expande por las plurales vertientes de lo que Camarasa llama «género negrocriminal» con una feliz creación léxica abocada a hacer fortuna porque aporta un término pertinente a las elásticas fórmulas que todos utilizamos con inevitable imprecisión: novela negra, novela policiaca o novela criminal, o los extranjerismos de uso ya frecuente hard-boiled o noir. Un libro inclasificable que vale por una sintética historia del noir internacional y español. También por un sucinto tratado de sus características formales. E igualmente como gratificante colección de curiosidades acerca de la peripecia externa de los textos o de la vida de los autores.

Todo ello se presenta con una disposición original, al modo de un diccionario organizado según el orden alfabético del nombre de los autores que abre el británico Eric Ambler, representante de las «novelas de espías sin espías», y cierra el barcelonés Carlos Zanón encabezando «los «nueve novísimos»», los más recientes cultivadores nuestros del género, aunque en la nómina ya falta algún penúltimo con méritos propios. Entre la A y la Z, desfilan todos los esperables que no hará falta mencionar así como otros muchos de una lista copiosa, y que por prudencia no califico de exhaustiva. En algunos casos, la descripción se tiñe de homenaje: a García Pavón, a Vázquez Montalbán, a Paco Ignacio Taibo II. O de reivindicación de una labor pionera: la del estudioso Javier Coma. Las entradas del diccionario, por otra parte, tienen un enfoque atrevido, pues no se ciñen al autor «criminal» que la preside sino que lo enreda como en un ramillete de cerezas con otros de su geografía, tendencia o características.

Camarasa pinta, así, un vivísimo retablo de lo «negrocriminal». Abundan los juicios de valor, nada convencionales, con una punta a veces iconoclasta o provocadora. Siempre personal e interesante. No falta un prurito de resultar ingenioso o de epatar. Todo ello constituyen alicientes que se benefician de una escritura amena, marcada por el desenfado y por una prosa flexible. Sangre en los estantes está pensado como una celebración de la literatura criminal y está escrito desde un entusiasmo contagioso. Los adictos al género gozarán con esta narración fogosa y los simples aficionados encontrarán en ella una guía para entrar en ese tupido bosque. Paco Camarasa logra la horaciana aspiración de mezclar lo dulce y lo útil.

Coda. Los comentarios literarios de Paco Camarasa, fundados y amenos, hacen pensar que nuestras letras se han perdido un crítico literario de primera fila por no haberse dedicado antes a estos menesteres. Igual está todavía a tiempo.

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Autor: Paco Camarasa. Título: Sangre en los estantes. Editorial: Planeta. Venta: Amazon y FNAC

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