La revista Die Neue Rundschau publicó este relato de Kafka en 1922. Desde entonces se ha convertido en uno de los cuentos más representativos no sólo de su autor, sino de toda la filosofía que su obra oculta. Es la historia de un artista que acepta ser victimizado por la sociedad. ¿Su arte? El de no comer.
En Zenda reproducimos las primeras páginas de Un artista del hambre (Nórdica), de Franz Kafka, y algunas ilustraciones de Federico Delicado.
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En las últimas décadas ha disminuido mucho el interés por los artistas del hambre. Mientras que antaño merecía la pena organizar por cuenta propia grandes exhibiciones de este tipo, hoy resulta completamente imposible. Eran otros tiempos. Entonces la ciudad entera se entretenía con los artistas del hambre: con cada día de ayuno aumentaba el interés, todos querían ver al artista del hambre al menos una vez al día; las últimas jornadas había abonados que se pasaban horas enteras sentados delante de la pequeña jaula, incluso se hacían visitas por la noche para aumentar el efecto a la luz de las antorchas. Los días que hacía bueno sacaban la jaula al aire libre y entonces al artista del hambre se exhibía especialmente para los niños; mientras que para los adultos a menudo no era más que una diversión en la que participaban porque estaba de moda, los niños, asombrados y boquiabiertos, agarrándose de la mano unos a otros por seguridad, veían cómo el artista, sentado en la paja esparcida por el suelo, despreciando incluso una silla, pálido, con su maillot negro y las costillas muy marcadas, respondía a las preguntas con una sonrisa forzada, asintiendo a veces cortésmente con la cabeza, incluso sacando el brazo por entre los barrotes para que pudieran percibir su delgadez; pero luego volvía a sumirse en sus pensamientos, sin preocuparse de nadie, ni siquiera de las campanadas, tan importantes para él, del que era el único mueble de su jaula, el reloj, sin dejar de mirar al frente con los ojos casi cerrados y, de vez en cuando, beber un sorbito de un diminuto vaso de agua para humedecerse los labios.
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Autor: Franz Kafka y Federico Delicado. Título: Un artista del hambre. Traducción: Isabel Hernández. Editorial: Nórdica Libros. Venta: Todos tus libros.
Este relato me cambió la vida. Me hizo darme cuenta de que somos muchos los artistas del hambre. Y de quienes son los vigilantes que no vigilan y se dedican a criticarnos y desprestigiar nuestros logros. Gente que no tolera el talento ni el esfuerzo, que envidia la determinación ajena y hace trampas para lograr lo que sus méritos no pudieron. Gracias Kafka, por enseñarme a ayunar, a dejar de alimentarme de las calumnias de los vigilantes.