Las protagonistas son una madre y una hija, unidas por un vínculo irrompible y por la alienación. Nuria y Matilde no terminan de pertenecer a ningún lado. Viven entre el País Vasco, en concreto en la industrializada Llodio, y el pueblo de Andalucía desde el que emigró la madre décadas atrás y donde pasan largas temporadas. El conflicto que supone la emigración interior ha quedado desplazado por la mucho más obvia ruptura que implica la exterior, pero eso no implica que el sentimiento de extrañeza, aunque el traslado sea dentro de un mismo país, no siga ocurriendo. No olvidemos que si algo ha marcado a la generación de los ahora llamados boomers —incluso a sus padres— es el abandono de su lugar de nacimiento. Además Txani Rodríguez muestra esa falta de pertenencia mediante escenas, no a través de información directa, lo que facilita la asimilación del lector.
Resulta extraordinario que en una novela española moderna aparezca auténtico trabajo. Es decir, que se distancie de la eterna endogamia de nuestra literatura, tan centrada en los traumas de la clase media intelectual. La enfermedad del corcho, además, funciona como metáfora obvia de nuestra sociedad. No es la única enfermedad, también aparece el COVID y, por supuesto, la locura, concretada en ese padre de Montero —el macho alfa del pueblo— que irrumpe desnudo en cualquier sitio y cualquier lugar. El personaje de Montero, cuyo antagonista urbano es Milo, representa el deseo profundo, aquello en que la protagonista tiene problemas, incluso para reconocerse a sí misma. Ahí, por ejemplo, aparece la empatía de la mejor especie: la que ayuda al lector en su ámbito más íntimo. La universalidad es uno de los fines primordiales de cualquier novela, y Txani Rodríguez la consigue.
La autora ha escogido un narrador en tercera, que se eleva sobre los personajes cuando describe pero solo entra en la conciencia de la hija. Es un narrador moderno y decimonónico al mismo tiempo, que resulta muy útil para la narración. Una voz en primera persona no habría podido mostrar con tanta nitidez el contexto social y una tercera más abierta habría desfocalizado. Las distintas tramas y los diferentes temas —desde la ecología al morbo, pasando por las relaciones madre-hija y la culpa— avanzan en paralelo, cruzándose, combinándose, pero nunca obstaculizándose. Tal vez sea ese control absoluto sobre todos los elementos dispuestos lo más discutible de la novela.
También, desde una perspectiva técnica, destaca su utilización del correlato objetivo. El cambio del paisaje es muestra del cambio social y también de la evolución de la protagonista. Aparecen descripciones perfectas, ordenadas, geométricas, colocadas plano tras plano, que permiten al lector contemplar con absoluta claridad dónde se encuentra. Además no se excede, permite que sea el lector quien interprete. Es un correlato objetivo que, como todo en la novela, está medido y colocado en su lugar exacto. Es decir, las descripciones describen también a los personajes y así ocurre desde la primera página. Así comienza la novela: Como si fueran calcetines, cientos de pescados colgaban, sujetos por pinzas, de los cordeles que los vecinos habían extendido de una esquina a otra de sus desiguales fachadas. Algunos conservaban su brillo de plata, otros, ya amarronados, estaban totalmente consumidos. Destaca también la agilidad en el diálogo. Son rápidos, punzantes y creíbles.
Aparece, por supuesto, el problema ecológico, siempre tan grave, tan acuciante, y los dilemas terribles que provoca, porque muchas veces las necesidades de los lugareños van en contra de la preservación ambiental.
Las contradicciones que provoca se contemplan con claridad en el dilema que implica la ampliación del cauce del río. Por un lado permite el aterrizaje de los hidroaviones que rescatan el agua acumulada, pero al mismo tiempo destruye el ecosistema porque la ampliación ha destruido la fauna y la vegetación de la ribera. Desde otra perspectiva, el rendimiento de la protección ambiental es a largo plazo y no beneficia exclusivamente a los habitantes del pueblo, sino a un ente abstracto como es el país y el propio planeta. Para terminar los matices, las marcas del deterioro se perciben, por ejemplo, en la propia enfermedad de los alcornoques o en la sima en la que viven, pese a la indiscutible belleza, los habitantes del pueblo, atrapados en una especie de museo y en la ansiedad que causa la supeditación a un fin mayor que, además, cuenta con superioridad moral.
Una novela, resumiendo, escrita con un dominio técnico absoluto y que, además, aborda temas urgentes, casi ineludibles.
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Autora: Txani Rodríguez. Título: La seca. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros.
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