Eugenio Fuentes ha escrito un ensayo que hará las delicias de los amantes del género negro. Pero este libro también puede iluminar a aquellos que ven ese tipo de narrativa a través de un único cristal. Porque el escritor cacereño pone en este texto todo su empeño en desmontar los tópicos que rodean a la citada literatura.
En este making of, Eugenio Fuentes anticipa las claves de Los bajos fondos del corazón (Tusquets).
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No sé en qué momento exacto advertí que comenzaba a escribir mis cuentos por el final, y mis novelas por el principio. Escribo los cuentos cuando he imaginado una historia con un desenlace emotivo, o sorprendente, o revelador, a partir del cual construyo las acciones, los sentimientos y a los personajes implicados para llegar hasta allí.
En cambio, he escrito mis ensayos comenzando desde el mismo centro, como los antiguos romanos construían los mosaicos. Como el musivario que, con unas pocas y elementales herramientas, agacha la cabeza sobre el pavimento y coloca en el centro las primeras piedrecitas del emblema, que determinarán el tema y el diseño posterior, el colorido y el tamaño de las figuras, la distribución y la perspectiva, y a partir de ahí va componiendo el cuadro, tesela a tesela, cada una diferente, prohibida la repetición mecánica, hasta terminar una obra cuyo destino es el suelo —y ser pisada—, así también yo parto de una tesis germinal que me parece acertada, y luego intento comprobar sin trampas si es correcta, inclinado sobre mi mesa con el papel y la pluma, palabra a palabra, reuniendo las pruebas que demuestren su verdad, si es que la tiene, describiendo el paisaje histórico, artístico o ideológico que la rodea y su desarrollo a lo largo del tiempo, las huellas, versiones, influencias que la confirman o que la contradicen, hasta terminar una obra cuyo destino, acaso, será también el de ser pisada y quedar oculta bajo las ruinas.
Si en el cuento camino desde atrás hacia el origen, y en la novela desde el origen hacia lo desconocido, en el ensayo camino desde el puro núcleo hacia los alrededores, dando vueltas en torno al tema, desarrollando variaciones desde diferentes ángulos y perspectivas, desde arriba y desde abajo, desde cerca y desde lejos, desde la izquierda y desde la derecha, saliendo y entrando con digresiones, como un yoyó, pero sin abandonar la idea primigenia.
En Los bajos fondos del corazón he intentado, en primer lugar, precisar qué es la novela negra, sobre la que no existe una definición unánimemente aceptada, señalando las virtudes —y también las carencias— de un género desdeñado por sus detractores y al mismo tiempo mal defendido por sus partidarios, que a menudo elogian los rasgos menos elogiables. La novela negra está en un buen momento editorial, está logrando esquivar los codazos de la crítica más aristocrática e incluso ha superado esa condescendencia con que se aceptaba que la practican escritores solventes que están cerca de escribir un gran libro, pero que nunca llegan a escribirlo; que hacen las cosas bien, sí, pero nunca demasiado bien.
Entre las distintas ideas que abordo en este ensayo, cito aquí las dedicadas a comprobar si son ciertos dos tópicos que, desde comienzos de siglo, vienen repitiéndose una y otra vez con una aburrida monotonía: que el compromiso ideológico es un atributo propio de la novela negra, como arrojar tinta es propio del calamar, y que, por otro lado, es el género que conserva las esencias del realismo.
Me inclino a pensar, en cambio, que una herencia provoca más daño y angustia que un consejo de ministros. Que una persona que pierde 50.000 euros en bolsa por la política económica o social del Banco Central Europeo se siente menos ofendida y herida en su orgullo y en su corazón que quien pierde mil en un legado familiar, con la consiguiente secuela de enconados conflictos personales para siempre. La prensa diaria puede testificar si las pasiones y fracturas del corazón generan más o menos violencia que las pasiones y fracturas de la cuenta bancaria y si son los problemas emocionales o son los problemas sociales los que exacerban ese algo dañino que llevamos dentro.
También he intentado entrar a fondo y por lo menudo en la trascendencia del estilo y de la estética en el género negro. Me pregunto si al hablar tanto de realismo, de valores, de compromiso, no se corre el riesgo de callar sobre lo que de verdad importa en cualquier texto: su naturaleza literaria, la importancia de que una novela negra limpia de andamiajes y ortopedias, desnuda de atributos no literarios, tenga la misma fortaleza y la misma estatura que novelas de otros géneros y pueda mirarlas a los ojos sin complejos y sin haber solicitado la ayuda de la sociología ni de la política.
Y, como suele suceder en un ensayo que nace de la incertidumbre y de la búsqueda de respuestas, una duda me llevó a otra, y un dato me llevó a otro, y una pregunta a otra, y a otra, y a otra. Alternando su escritura con la de mis novelas y artículos, he hurgado en Los bajos fondos del corazón durante 20 años, los mismos que tiene el siglo. Y lo que en un principio creí que sería un texto breve se fue ampliando hasta acercarse a cien mil palabras. Espero que merezca la pena su lectura.
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Autor: Eugenio Fuentes. Título: Los bajos fondos del corazón. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros.
Buenos días, Eugenio.
Me gusta lo que avanzas en esta presentación.
Sabes que la mayor parte de mi tiempo me dedico a seguir creciendo y es por ello que raramente leo novela, menos poesía y no digamos ya teatro.
Pero este tipo de trabajos en los que una persona se sacrifica en desvelar lo que permanece oculto para los demás, dedicando tiempo sin medida, aún a riesgo de perderse en el camino, si que me atraen, porque desde mi propia creencia, la cual pudiera sustentarse sobre principios de barro, esas experiencias, búsquedas y levantamiento de armazones proyectados con el objetivo de buscar luz, digo que éstos si que los sujeto con mi mano izquierda a modo de guía como quien levanta una tea encendida en la oscuridad y expande la luz desde el centro.
Seguro que al igual que «La hoguera de los inocentes» dejará más luz en la retina de mis ojos, proveniente del exterior que me anime a salir de la cueva en la búsqueda de la verdad, mientras abandono las sombras proyectadas.
Mis parabienes, una vez más, con el deseo de que el parto de esta nueva obra te depara mucha felicidad.