Si hubiera que señalar uno de los casos más sonados de la crónica negra italiana de finales del siglo XX, sin duda resonaría el nombre de Milena Quaglini, una mujer que se hizo famosa por asesinar a los hombres que en algún momento osaron levantarle la mano. Elisa Giobbi se pone en su piel para contar la historia en primera persona.
En Zenda ofrecemos el Prólogo de Milena Q: Asesina de hombres violentos, de Elisa Giobbi (Altamarea).
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El año pasado, un amigo se puso en contacto conmigo para involucrarme en el proyecto que estaba llevando a cabo una editorial napolitana. La idea era simple, clara y bastante interesante: crónica negra, casos sucedidos en Italia desde los años setenta del siglo pasado hasta el nuevo siglo. Había contratado a una criminóloga para la parte más técnica, y había identificado y seleccionado a algunos autores, cada uno para un caso, cada caso un libro. Después del primer contacto me mandó una recapitulación de algunos de los hechos delictivos que me sugería: la Católica, la masacre del Circeo, via Poma, Unabomber, Pietro Maso, la Olgiata, Marta Russo, Donato Bilancia, las Bestias de Satanás, etcétera. Los conocía todos, pero me di cuenta de que no escribiría un libro sobre ninguno de aquellos casos. Fue entonces cuando me acordé de Milena Quaglini. Había leído sobre ella en algunas antologías de crónica negra y me había impactado profundamente.
Me preguntó qué sabía de ella, por qué me interesaba tanto, qué idea me había hecho yo de aquella historia. Al final, para simplificar las cosas, decidimos concertar una cita.
Salí de su estudio en Milán con una enorme carpeta de la investigación, con el título escrito en azul: Quaglini. Contenía documentos, artículos, cartas privadas de Milena, sentencias, declaraciones, instancias del juez de instrucción, apuntes, actas de las audiencias, solicitudes de interrogatorios, procedimientos… Estaba completamente satisfecha: tenía el manojo de llaves para entrar en todas las habitaciones oscuras de aquella historia, un privilegio que no estaba segura de merecerme. ¿Con qué permiso iba a entrar yo en aquellos hechos? ¿Qué pensaría la protagonista? A lo mejor prefería que la olvidaran. O a lo mejor no, me decía a mí misma. Quizá tenía razón Albert Camus cuando decía, hablando del papel de los escritores, que «nuestra única justificación, si acaso tenemos una, es hablar en nombre de todos aquellos que no pueden hacerlo». En cualquier caso, no podía tomar a la ligera la decisión de escribir sobre ello o no hacerlo: tenía que reflexionar.
Me lo pensé hasta que mi amigo editor me envió el contrato para el libro. Las condiciones que me proponía la editorial napolitana no me convencían, y además estaba de por medio la criminóloga a la que no conocía, una presencia un poco incómoda que no me hacía estar a gusto. Respondí que, para firmar, exigía un cambio en las condiciones contractuales. No me pareció que estuviera sorprendido o disgustado: por el tono de voz intuí que tal vez había otras dificultades de las que aún no me había informado. Así que decidí seguir por mi cuenta. No quería dejar a Milena: en mi interior, ya había decidido correr el riesgo de contar su historia.
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Autora: Elisa Giobbi. Título: Milena Q. Asesina de hombres violentos. Traducción: Raquel Olcoz. Editorial: Altamarea. Venta: Todos tus libros.
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