Cicely Isabel Fairfield, más conocida como Rebecca West, no fue solo una gran escritora y periodista. Fue también una mujer valiente, que lo mismo atravesó Yugoslavia que escribió crónicas del juicio de Nuremberg para The New Yorker. Sus mayores virtudes eran un dominio absoluto de los recursos literarios —entre ellos el lenguaje—, una notable capacidad de observación, una curiosidad sin límites y una profunda empatía. Reunía en ella, por tanto, todos los dones que debe poseer un escritor. No en vano su novela más conocida, El regreso del soldado, aborda las consecuencias del estrés postraumático en un combatiente de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, su cumbre no es una novela sino el libro que nos ocupa: la crónica de un viaje por la desaparecida Yugoslavia. No en vano, su padre también fue un aventurero, que se arruinó al invertir todo su patrimonio en una farmaceútica en Sierra Leona.
Muchos diarios o libros de viajes ocultan una novela. Así ocurre porque la trama, que va en paralelo al discurso del narrador, se impone en la conciencia del lector. Sin embargo, Cordero negro y halcón gris no es una novela, sino un auténtico libro de viajes. Aunque la protagonista sea la propia West y su vida aparezca, el foco no es lo que le ocurra o le deje de ocurrir sino lo que contempla: ese país extraño y desaparecido, una tierra muy similar a lo que el tópico afirma sobre ella.
La publicación no ocurrió tras el viaje. Cuando el libro fue terminado y distribuido, Hitler ya había invadido Yugoslavia. Es, por lo tanto, el testamento de un mundo que va a ser arrasado. En la parte balcánica de la peor de las guerras murieron más de un millón de personas, entre civiles y militares, tanto serbios como croatas o bosnios, fomentando aún más el rencor, dejando la semilla de lo que ocurriría décadas después. West nunca muestra su conocimiento de lo que ocurrirá, pero sí perfila su sombra. Es una lección para nuestros tiempos. Quién sabe si las obras de nuestros días adelantan un conflicto futuro. Puede ser, desde esa perspectiva, un libro de devastadora tristeza.
Pese a la guerra, nos encontramos ante la guía de viajes de un mundo que aún existe, aunque en apariencia haya desaparecido, porque el temperamento de los pueblos permanece, no en vano se ha construido durante milenios. Desde esa perspectiva, el libro de West es relativamente reciente. Expresa verdades eternas, lo que nunca cambia de los pueblos y permite comprenderles más allá de lo lejano de su escritura.
Pocos autores tienen su capacidad para combinar lo personal y lo político. Pese a que West nunca deja de ser una británica manifiesta una notable empatía y una considerable comprensión de una problemática en apariencia ajena. Sus críticas al nacionalismo, a la intolerancia, a los prejuicios que tanto han dañado y dañan a Europa son tan obvias y actuales que casi asustan.
West fue una gran escritora porque veía algo donde los demás no veían nada, podía ser reflexiva o ágil cuando lo deseaba, dominaba el lenguaje de una manera absoluta y además tenía mucho que decir. Su capacidad de observación del ser humano es puramente narrativa, la de una autora acostumbrada a escribir historias, a mostrar la evolución de los personajes. Fue una auténtica maestra del correlato objetivo. Es decir, sabía que cuanto describimos un paisaje o un personaje, estamos narrando nuestra propia alma. Esa habilidad narrativa se percibe también en la construcción de escenas, por ejemplo en el asesinato de Sarajevo, que abrió las puertas de la Segunda Guerra mundial.
Su capacidad literaria puede contemplarse en las descripciones físicas (“Era una de esas mujeres pálidas de pelo oscuro que incluso de día parecen vistas a la luz de la luna”), en cómo pasa de una descripción física a un paisaje (“Lo último que vimos de la llanura Herzegovina fue una musulmana de blanca indumentaria andando entre los bancales de un huerto en plena floración, con la cara negra y los brazos cargados de lirios; y la carretera nos llevó hacia unas montañas que…”). También era una periodista fulminante, aguda, rápida: “Estábamos en el puente por el que el archiduque Francisco Fernando y su esposa habrían pasado en coche la mañana del 28 de junio de 2014 si un bosnio de nombre Gavilo Princip no les hubiera disparado justo cuando el coche abandonaba el terraplén”.
Nos encontramos, concluyendo, ante una obra excepcional desde cualquier punto de vista. Todos los lectores esperamos con ansiedad la publicación de la segunda parte.
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Autor: Rebecca West. Título: Cordero negro y halcón gris. Editorial: Reino de Redonda. Venta: Todostuslibros.
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