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La cocina, el sueño del migrante

La cocina, el sueño del migrante

En una entrevista concedida recientemente al medio conservador Right Side Broadcasting Network, el candidato republicano a las próximas elecciones presidenciales, Donald Trump, comparaba a los inmigrantes que llegaban al país con el personaje cinematográfico Hannibal Lecter, afirmando que «son gente áspera, en muchos casos procedentes de cárceles, prisiones, instituciones psiquiátricas, manicomios». «Ya saben, manicomios, como en El silencio de los inocentes».

No es ningún secreto que gran parte de la popularidad de Trump y otros populistas de derecha se basa en la instrumentalización de la crisis migratoria para avivar el miedo a los migrantes; esos seres desconocidos que llegan a un país habiendo dejado todo atrás, a menudo tan solo con lo puesto y sin nada que perder. En muchas ocasiones el cine ha intentado contrarrestar este miedo, alimentado por declaraciones de personajes como Trump y algunos medios de comunicación, construyendo personajes llenos de valores y buenas costumbres que «limpien» de alguna manera su reputación. Lamentablemente, este acercamiento a la figura del migrante, seguramente motivado por nobles intenciones, ha terminado por perpetuar ciertos estereotipos. En contraste, directores como el mexicano Alonso Ruizpalacios han empleado la gran pantalla para explorar las complejidades de la migración, alejándose de las simplificaciones. Con obras anteriores como Una película de policías (2021) y Güeros (2014), Ruizpalacios ha demostrado una gran capacidad para adentrarse en realidades sociales con una mirada crítica y a la vez compasiva.

"La película se adentra en la violencia cotidiana que enfrentan: la soledad, la precariedad y las barreras lingüísticas, sin caer en la trampa del victimismo"

La Cocina (2024), su más reciente estreno en la Berlinale, es un testimonio de esta habilidad. La película sumerge al espectador en el microcosmos de un restaurante para turistas en Times Square llamado The Grill, donde la diversidad de sus empleados, en su mayoría migrantes indocumentados, se convierte en un reflejo de la ciudad de Nueva York. A través de los ojos de Pedro (Raúl Briones), un chef mexicano, y Julia (Rooney Mara), una camarera estadounidense con quien mantiene un romance, se nos revela una cotidianidad llena de desafíos, sueños y conflictos personales.

Ruizpalacios logra una narrativa en la que, lejos de idealizar a sus personajes, muestra su humanidad en toda su complejidad. En The Grill, todos son extranjeros, ya sean latinoamericanos, ciudadanos americanos de ascendencia latina, afroamericanos, o miembros de clases sociales menos favorecidas. La película se adentra en la violencia cotidiana que enfrentan: la soledad, la precariedad y las barreras lingüísticas, sin caer en la trampa del victimismo.

"A pesar de la rudeza de las condiciones laborales y personales, los empleados de The Grill encuentran momentos para el amor, las bromas y la reflexión"

En el estreno de La cocina en la pasada Berlinale, una de sus productoras reflexionaba sobre la experiencia de filmar la película, señalando: «Nos dimos cuenta de todo lo que hay detrás de una persona cuando migra, de la lucha, los problemas que llevan consigo, y al final reflexionamos sobre cómo estas personas están huyendo de la violencia y muchas veces encuentran más violencia en el lugar al que llegan».

En tiempos donde los discursos de odio amenazan con deshumanizar al otro, Ruizpalacios, a través de su enfoque realista y empático, invita a reflexionar sobre la individualidad de cada ser humano más allá de la etiqueta de «migrante» o «ciudadano».

A pesar de la rudeza de las condiciones laborales y personales, los empleados de The Grill encuentran momentos para el amor, las bromas y la reflexión. Esta capacidad de resistencia se observa en los anhelos de los personajes, que van desde los más sencillos y austeros, como enviar dinero a sus familias en el extranjero o formar una propia en tierra americana, hasta algunos más elaborados y extravagantes que involucran grandes cantidades de dinero. La película abre con una cita del poeta estadounidense Henry David Thoreau: «Casi todas las noches me despierta el resoplido de una locomotora. ¡Interrumpe mis sueños!». Tal vez como una advertencia o recordatorio de que, aun en medio del caos, siempre hay espacio para soñar.

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