No recuerdo ningún cómic parecido a Pro (Panini Cómics, 2024), obra de David Galán Galindo y Manuel M. Vidal. Eso es algo muy bueno para el lector, pero complicado para el reseñista. Estamos ante una obra colosal, enorme, que abarca 80 años de historia de España, pero reimaginada para la ocasión por un detalle que lo cambia todo: el nacimiento del primer superhéroe español. Uno de verdad, real. Y, cómo no, también de los supervillanos.
Galindo es un guionista con mucho oficio. Ahí tienen sus películas Orígenes secretos o la recién estrenada Matusalén (vayan al cine, es una orden). Se nota el gran trabajo que hay detrás de cada viñeta, tanto en la planificación como en la ejecución, con continuos saltos temporales que nos trasladan a momentos trascendentales pero también hacia el futuro. Desde el general Mola a Protágoras o Santa Teresa de Jesús, los personajes históricos pasan por las páginas enriqueciendo un cómic de por sí autocontenido pero que abarca mucho más de lo que parece. En sus 200 páginas el lector no se encontrará relleno superfluo, al contario. La información se va desgranando poco a poco y los anexos finales expanden aún más la historia y además suponen un homenaje a autores legendarios y publicaciones conocidas. Cada detalle está mimado al máximo. Se nota el amor por el medio.
Mención aparte merece Manuel M. Vidal, fallecido este mismo año. El guión de David Galán es exigente, con muchas viñetas, cambios de estilo y referencias actuales (la de Jack Kirby le sacará una sonrisa a más de un lector). El diseño de los personajes, los encuadres y el dinamismo de la narrativa nos acercan más todavía al realismo que respiran sus páginas. Sin duda, un trabajo de primerísimo nivel.
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—Por fin un cómic guionizado por ti, y vaya cómic.
—Gracias. Durante la promoción de Orígenes Secretos comenté en varias entrevistas que llevaba muchos años mandando proyectos de cómics a las editoriales (junto con Manuel M. Vidal, precisamente) y nunca lo logramos. Pero gracias a la película, esa oportunidad llegó y de qué manera: con la editorial que publica Marvel en España, con libertad creativa, superhéroes y a todo color. Ha merecido la pena esperar.
—Como director de cine tienes varias películas. Ahora mismo Matusalén está en cines y las críticas del público son extraordinarias.
—Las del público y las profesionales. Destaco esto porque yo mismo estoy sorprendido porque una comedia en este país tenga críticas unánimemente positivas. Yo estoy contento por haber podido rendir tributo a la cultura Hip Hop que es mi otra gran pasión después de los cómics.
—En Pro haces un ejercicio de retrocontinuidad con la historia de España al mismo tiempo que creas una nueva mitología a su alrededor.
—Sí, se trata de una ucronía. El mundo de Pro es el nuestro, salvo por una pequeña variación que lo altera todo. En esa España existió un superhéroe, El Español de Pro, y eso hace que todo cambie, desde la política a los tebeos que se publicaron en nuestro país. Es algo que hasta ahora ninguna historia me había obligado a hacer, eso que llaman Worldbuilding. Tengo documentos llenos de cronologías de hechos que han ocurrido en esa España, muchos no me han hecho falta usarlos, pero yo tenía que saberlo.
—Parte de ese revisionismo lo haces también con la historia del cómic de aventuras español. Las referencias a Roberto Alcázar, Hazañas bélicas o Cimoc son claras.
—En realidad, yo quería referenciar a El Guerrero del Antifaz primero (cuando son los tebeos de El Español de Pro en solitario) y luego al Capitán Trueno (cuando le ponen de compañero a su Protegido). Son tebeos que siento muy cercanos porque son los que leía mi tío José, que fue el que me introdujo en la lectura de viñetas. Es una reflexión que hizo Alan Moore en Watchmen, sólo que él pensó “si existieran los superhéroes en el mundo real, los cómics más exitosos serían de otra cosa, piratas por ejemplo” y yo, dado que en España el Departamento de Propaganda controlaba tanto los tebeos, pensé justo lo contrario: los tebeos más populares serían los del superhéroe del Régimen. Por su parte El Ciproc, es una mezcla entre El Víbora y Cimoc (con algo de “pro” en medio, siempre) para homenajear el cómic underground de esas revistas y a Carlos Giménez. Una de las ilusiones de Manu era que el maestro llegara a ver esa página en su honor…
—Esa mitología propia comienza con un supersoldado español al servicio del Régimen, pero que como a todo buen español no le gusta su trabajo. Háblanos de “El español de Pro”.
—Es un superhéroe patriótico, usando el arquetipo de súper soldado al que inyectan un suero que le potencia (en nuestro caso la fórmula Prometeo) y es un símbolo nacional, surgido eso sí, en pleno Franquismo. Eso hace que en la actualidad sea usado como arma arrojadiza por los políticos y de hecho al inicio del cómic están retirando de las calles todas sus estatuas. Página a página, Galilea Gil (la verdadera protagonista) tendrá que descubrir si realmente ese tipo fue un héroe al que hay que honrar o un fascista al que hay que borrar de la historia.
—¿Hasta qué punto son importantes los símbolos?
—Pro es lo más difícil que he escrito en mi vida, sin lugar a duda. Los americanos lo tienen fácil porque aman sus símbolos, un rapero del gueto no tiene ningún problema con la bandera americana y entiende por qué la Segunda Guerra Mundial fueron días de gloria. Pero nosotros tenemos una historia más complicada y una relación con los símbolos mucho más divisiva, así que… los símbolos aquí son incluso más importantes, precisamente por eso, porque están rotos. He tenido mucho cuidado de no caer en el maniqueísmo, ni en la equidistancia, he entrado al barro, pero sin olvidar que lo que yo quería simplemente era contar una historia de superhéroes. Demostrar que podemos hacer superhéroes españoles en serio (con traje de colores, identidad secreta y escudo, no algo a medio gas) y para adultos.
—Ortega y Gasset, Hemingway, Franco, Suarez, Pío Baroja, Sinatra… la lista de invitados especiales que aparecen en el cómic es extensa y el protagonista interactúa con todos ellos.
—Me gusta esa cosa tipo Forrest Gump, que el Español de Pro conociera a todos sus coetáneos y hubiera participado en todos los grandes acontecimientos de la historia de este país porque un poco… él es España. Y muchos se me han quedado en el tintero, por ejemplo, se menciona en los anexos que también conoció a Orson Welles.
—En Pro usas continuamente elementos exclusivos del cómic. Pienso en los cambios de estilo en determinadas partes, inclusión de cómics ficticios en la propia narración o que cada capítulo comience con la palabra PRO, y no solo en los títulos. Le has sacado mucho juego.
—Soy director de cine y claro que me haría ilusión que esta historia diera el salto al medio audiovisual, pero el objetivo no era ese y se nota. Yo lo que quería era sacar el máximo partido a las posibilidades que el cómic ofrece como medio de expresión, aprovechando el enorme talento que tenía Manuel M. Vidal para adaptarse a cualquier estilo y hacer cualquier locura que le pidiese, como el capítulo en el que se rompen las viñetas y Galilea escapa al espacio en blanco del tebeo. Porque yo, antes que escritor o director, soy lector de cómics. Y quería que eso se notase.
También el color de Déborah I. Villahoz o la rotulación de Joseba Basalo… permiten hacer cosas que sólo se pueden hacer aquí.
—El trabajo de Manuel M. Vidal es espectacular.
—Manuel es el alma de Pro. Es nuestro hijo a partes iguales, él es el único dibujante que hubiera sido capaz de afrontar esta tarea colosal, tantísimas páginas, cambiando constantemente de estilo de narrar… y cosas como los diseños de los personajes, que creo que son súper icónicos. No ha llegado a ver el cómic publicado porque falleció al poco de mandarlo a imprenta y eso me parte el corazón, él y yo hablábamos de Pro como si fuera nuestra catedral, nuestra gran obra y creo que él se merece todas las loas.
—En Pro se ven muchas de las inquietudes que tienes en otras obras, como los diálogos fluidos, las referencias a la cultura pop en el caso de Galilea, dinamismo en las escenas de acción, mucho humor o un suspense que poco a poco va desvelando las incógnitas.
—Es curioso porque nuestro encargo era una “novela gráfica”, un cómic unitario. Y yo desde el principio, dado que quería hacer un cómic de superhéroes, me rebelé contra eso y dividí la historia como si fueran siete cómics sueltos, siete “grapas” como decimos los comiqueros. Eso me complicó la vida porque me obligó a acabar cada tebeo con un “continuará” impactante, a que cada “ejemplar” tuviera sus revelaciones, su propia temática… y creo que mucho de ese suspense que mencionas viene de ahí, de ese componente de “serial”. Luego, por supuesto, lo reconozco, soy incapaz de no meter un millón de referencias y el humor me sale solo, quería que fuera un cómic divertido pese a tratar temas “graves”.
—Es una historia rica, con muchos matices, subtramas, personajes e ideas. ¿Es la piedra angular de más cómics ambientados en este universo?
—Me he esforzado mucho porque Pro sea un cómic autoconclusivo y que quede todo bien cerradito. Pero claro… ojalá, es inevitable soñar. Sí tengo claro cómo continuaría su historia, tanto hacia adelante como hacia los lados, hay tantísimo bagaje construido que es imposible que la imaginación no vuele hacia nuevas aventuras. Pero no están planteadas ¡de momento!
—Creo que hablo en nombre de todos los murcianos al agradecerte que hayas creado a un supervillano de la huertica.
—Jajaja. De nada. Es curioso cómo surgen las cosas, ese personaje nació como la versión de este mundo del Duque de Feria, aquí llamado el Duque de Citria porque me gustaba el nombre de villano de «Barón Limón». Y en cuanto salió la palabra “Limón” supe de dónde tenía que proceder, claro, si no, Salva Espín me mata.
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