Es difícil cuantificar lo que España y el español le deben a Gabriele Morelli. La literatura en español ha despertado siempre un enorme interés en otros ámbitos culturales: tenemos esa suerte que a veces deviene privilegio. Son muchos los hispanistas que han divulgado lo mejor de nuestro patrimonio literario traduciéndolo, dándolo a conocer en otros países. En algunos pocos casos, esos hispanistas se han convertido en referencias inexcusables del estudio de nuestros clásicos no solo en sus países, en sus ámbitos lingüísticos, sino también en el nuestro: es el caso de Gabriele Morelli, uno de esos ejemplos en los que la suerte se convierte en el privilegio de que una mente brillante como la suya decida dedicarse al estudio de nuestras letras. Su nombre no solo es un clásico del hispanismo italiano: es una referencia fundamental para cualquier filólogo español cuando se trata de volver sobre la obra de Miguel Hernández o Vicente Aleixandre, de Gerardo Diego o de Federico García Lorca, de Pablo Neruda o de Luis Rosales, de Juan Larrea o de Vicente Huidobro. Por eso fue reconocido con el premio Ñ que concede el Instituto Cervantes en 2022, un homenaje a una trayectoria intensa, minuciosa, impecable y reveladora.
Hasta ahora conocíamos los frutos de la historia de amor de Gabriele Morelli con la literatura en español. Ahora, gracias a estas memorias, conocemos también los detalles de esa historia cuya chispa inicial fue una visita al gran Salvatore Quasimodo. Nuestro Morelli llevaba consigo un libro de Federico García Lorca y el poeta le animó a seguir leyendo poesía española. Morelli se vio atravesado por un rayo de sol y nunca volvió a estar solo en el corazón de la tierra, que desde entonces latió para él en español y con las sílabas medidas del verso.
Gabriele Morelli ha dividido sus recuerdos en habitaciones de la memoria, desde sus primeras experiencias como estudiante de español a sus encuentros con los grandes de la literatura en castellano (Aleixandre, en cuya casa se encontraba cuando murió; Borges, Neruda, García Márquez…), pasando por su primer viaje a España, cuando se plantó en la frontera de Port Bou con una carta de su párroco en la que afirmaba que era un sincero cristiano y no un ateo comunista, tal y como le habían recomendado algunas personas (no era necesaria, pero esa era la imagen que la España de Franco daba afuera) y donde compraba a escondidas la poesía de Miguel Hernández.
Morelli hace memoria y lo hace salpicando su relato tanto de fuentes relevantes (a veces inéditas) como de anécdotas jugosas, y revela al lector español a “hispanómanos” menos conocidos entre nosotros, como el poeta vanguardista Eduardo Sanguinetti. Ni siquiera cuando habla de sí mismo consigue Morelli dejar de revelarnos asuntos relevantes de la historia literaria. Especial interés despiertan sus páginas sobre Attilio Rossi, por ejemplo, de quien nos ofrece un retrato sin parangón.
Pasión e inteligencia marcan estos recuerdos, esta memoria de amor por la literatura y por una sociedad española que pasó ante sus ojos de la existencia humillada propia del franquismo hasta la democracia. Algunos recuerdos compartidos se llenan de luz en las perspectivas de sus evocaciones. El gran profesor que es Morelli nunca deja de enseñar, ni siquiera cuando habla de sí mismo. No es un detalle menor que a la hora de echar la vista atrás lo haya hecho en español: es la lengua de su alma. Su generosidad encuentra un nuevo capítulo en sus memorias, pero sabemos que sigue trabajando y que ni mucho menos suponen más que un nuevo punto y aparte en una obra filológica ejemplar e infinita.
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Autor: Gabriele Morelli. Título: Las habitaciones de la memoria. Introducción: Luis García Montero. Editorial: Cátedra. Venta: Todostuslibros.
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