Nací en España en el 66. Formo parte de una generación que no ha tenido que experimentar en carne propia el horror de la guerra y, sin embargo, pocas cosas hay en este mundo que más miedo me causen.
El libro que nos ocupa, Y no regresaron a sus casas, nos plantea 21 posibles respuestas a preguntas que, obligadamente, debería hacerse cualquier persona que no quiera verse, de repente, apuntada por el rifle que un vecino fanático empuña contra ti porque te odia, aunque tú no lo supieras, y ahora ve legitimado ese odio.
Desde la pandemia, Ediciones Invasoras ha tenido a bien realizar una serie de libros colectivos que han unido a diferentes dramaturgas y dramaturgos para escribir sobre temas que, desde el punto de vista de Julio Fernández (editor y autor) deberían ser objeto de tratamiento y, por qué no decirlo, de denuncia. Senofobia, De los días sin abrazos, El veneno en el aire son algunos ejemplos de lo que digo. Y suponen, para el lector, una oportunidad única para conocer a quienes componemos el abanico de nuevos autores y autoras teatrales.
Recogiendo ese testigo, el dramaturgo Alberto de Casso Bastarrechea propone a otros veinte autores más escribir (no. Gritar) sobre las guerras modernas. Es decir, guerras en las que la superioridad armamentística y tecnológica de un bando es devastadoramente superior a la de su enemigo.
Resulta imposible, en una reseña breve, hablar de cada una de las piezas que componen este libro sin ser injusto con las otras, pero no quiero quedarme sólo en la fácil tarea del elogio. Este libro duele. Le duele a quienes lo escribieron y le duele a quien lo lee. Y debe ser así.
Pero quiero escoger “Guerra-perra”, de Amaranta Osorio, porque su protagonista me ha permitido (en mi imaginación) tener un hilo conductor que me llevaba de un escenario a otro. Una perra anónima que cruza de Israel a la franja de Gaza, siendo testigo del horror que no nos muestran los telediarios. Con ella, con sus pensamientos reducidos a palabras sueltas que cobran todo el sentido cuando sólo nombran lo importante, sentimos (es inevitable no sentirlo) la pérdida de quien más queremos y necesitamos, la incertidumbre espantosa de no saber adónde ir o qué hacer, la llegada del hambre y del frío, la transformación en la que dejas de ser lo que eras para convertirte en un mal recuerdo hasta que, si tienes suerte, alguien se detiene frente a ti y te ofrece ayuda.
Este libro es un acto de valentía por el que, en otros países, sus responsables serían encarcelados y silenciados.
No olvidemos que el teatro es un grito. Siempre lo ha sido. Es la voz que se alza para despertar al durmiente, para denunciar el abuso, para alertar a la tribu.
Y no regresaron a sus casas son 21 gritos que repiten, como un eco perpetuo, lo que los millones de muertos ya no pueden gritar: “Paz”.
Y al fondo, el ladrido de una perra triste.
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Título: Y no regresaron a sus casas. Autor: Varios autores. Editorial: Ediciones Invasoras.
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