Existe en Estados Unidos todo un género literario de carácter bélico que tiene como escenario principal la Guerra de Vietnam. Y, entre los muchos autores que pueblan esta tradición destaca el poeta Bruce Weigl, cuya Canción de Napalm es, según el San Francisco Chronicle, “un punzante recuerdo de la guerra que se niega a ser olvidado”.
En Zenda reproducimos cinco poemas Canción de Napalm, de Bruce Weigl, publicado en edición bilingüe por Cántico.
***
Navegando a Bien Hoa
Cuando huyo en mis sueños
navego a Bien Hoa
la metralla en mis muslos
como diminutos glaciares.
Recuerdo una flor,
una cometa, un maniquí tocando la guitarra,
un pez amarillo comiendo un pájaro, un camión
flotando en la orina, una rata con un banjo a cuestas,
un ingenuo contando las cartas, un mono rezando,
una procesión de ballenas, y a lo lejos
dos niños comiendo arroz,
hablando francés.
Estoy seguro de los niños,
de sus flautas mojadas,
de su larga línea de vocales.
***
Combate cuerpo a cuerpo
Nos sentamos en círculo alrededor del sargento primero. Quién se atreve conmigo dice y levanto la mano y antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo lo estoy haciendo. Me arroja al suelo como si estuviera hecho de agua: mi espalda, mis pulmones, algunas nubes. Tomo su mano y me da una vuelta sobre mí mismo y otra vez al suelo. Siento que el día está ya perdido, por la noche estoy en mi litera dolorido, sin poder dormir, él se presenta tan hombre y me conduce al lado de la chimenea, al lado de cincuenta soldados dormidos, aparta su catre, me atrae hacia él y bailamos y aprendo hermanos cuerpo a cuerpo, aprendo los lugares del cuerpo que traicionan… Cierro los ojos. Los abro. Caigo violentamente hacia arriba.
***
Colapso
Empieza con un sueño superficial,
un sueño retorcido como si un alambre
en tu interior intentara enderezar
tu cuerpo de noche.
O como un tic nervioso
que te hace rasgar las sábanas mientras duermes
en un intento por parar el martilleo de tu espina dorsal.
Un sueño mezquino, inútil,
de extraños con pistolas,
niños atrapados en el callejón,
soldados adolescentes girándose a mirar
a sus compañeros
el momento antes
de apretar el gatillo.
Me voy a quedar aquí todo el tiempo que pueda.
Me voy a sentar en el jardín como si nada hubiera pasado y
dejar que las azaleas amoratadas se salgan con la suya.
***
Materialismo dialéctico
Deambulamos por el casco antiguo de Ha noi
por sus oscuros edificios y templos derruidos
lámparas de aceite resplandecen
en pequeños escaparates y restaurantes
donde los que antaño fueron mis enemigos,
sentados en banquetas bajas,
celebran la sencillez de la tarde.
En un bloque de edificios
el vapor denso del Pho,
su sopa de mañana y tarde, se eleva,
en otro bloque
patos tostados y ahumados cuelgan en hilera
la gente charla y fuma,
los hombres vuelven a cogerse de la mano como antes
y los niños,
su risa negra y blanca envolviéndonos,
dan una patada al aire a la pesada pluma
con tanta elegancia
porque ya no hay más bombas. Y más allá
del puente de Long Bien
nos encontramos un hombre
con cubos colgando de un yugo
a su espalda,
agua fresca para el maíz
a la luz de la luna.
Cuando le hacemos las preguntas
señala una casa de palos y piedras
al otro lado de la cuneta
a mil metros del puente,
el que nuestros grandiosos aviones
no consiguieron derribar.
No nos cuenta
cómo debió apiñarse
esas noches con su familia,
cómo se tiró encima para cubrirlos
hasta que la campana del pueblo
los enviaba de vuelta a la cama.
La gente que lo tiene todo
hace preguntas que
la gente que no tiene nada
no comprende.
Hanoi, Diciembre 1985
***
Canción de napalm
para mi esposa
Tras la tormenta, tras el azote de la lluvia,
nos quedamos en la entrada mirando los caballos
alejarse perezosamente por la colina.
Los observamos a través de la rejilla negra,
la distancia alteraba nuestra percepción
y me pareció ver una neblina
que se formaba en sus cascos
mientras se perdían a lo lejos
como figuras recortables.
La hierba nunca fue tan azul bajo esa luz, tan roja;
más allá de los pastos
los árboles arañaban el viento con sus voces, las ramas
se entrecruzaban en el cielo como alambre de espino
pero tú me aseguraste que eran tan solo ramas.
Espera. La tormenta dejó de azotar.
Intentaré decirlo sin rodeos: por una vez
estaba lúcido como para respirar por encima de
mis feroces intenciones y tras la lluvia
di la espalda a mi vieja maldición. Llegué a creer
que por fin se había alejado de mí…
Pero las ramas siguen siendo alambre de espino
y el trueno es un ataque de mortero.
Cierro los ojos y todavía veo a la niña
escapando de su aldea, napalm
pegado a su vestido como gelatina,
sus manos dirigiéndose hacia
nadie, porque nadie la espera
en la avalancha de calor.
Para poder seguir viviendo,
para poder seguir aquí a tu lado,
intento imaginar que corre por la carretera
y unas alas en su interior baten y la elevan
por encima de la pútrida jungla
y su dolor amaina, y el tuyo, y el mío.
Pero la mentira vuelve como un péndulo.
La mentira dura lo que se tarda en decirla
y la niña corre hasta donde le permite el napalm
y hasta que los tendones en llamas y los músculos crepitantes
la modelan
en esa posición final
que los cuerpos quemados adoptan a la perfección. Nada
puede cambiar eso, en mis ojos ella está calcinada
y ni tu amor ni el aire después de la lluvia
ni el verde selva
de los pastos desplegándose ante nosotros
pueden negarlo.
—————————————
Autor: Bruce Weigl. Traductora: Lorea Uresberueta. Título: Canción de Napalm. Editorial: Cántico. Venta: Todostuslibros.
BIO
Bruce Weigl es un poeta contemporáneo estadounidense nacido el 27 de enero de 1949 en Lorain, Ohio. Su obra literaria profundiza en las experiencias de los estadounidenses y ha recibido numerosos premios, incluyendo el Premio Robert Creeley, el Premio Literario Lannan de Poesía, el Premio de Poesía Paterson y el Premio Poeta Laureado de Ohio, entre otros. En 1988 quedó finalista del Premio Pulitzer con su libro más emblemático: Canción de Napalm, que explora temas relacionados con la guerra y la experiencia humana. Una parte significativa de la obra de Bruce Weigl está influenciada por su experiencia en la Guerra de Vietnam, que dejó una profunda huella en su poesía.
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