Ahora está de moda la inteligencia artificial. Todo el mundo habla de ella. Sin embargo parece mucho más que una moda. Es como si, más que entrar este tema en nuestra esfera vital, nosotros hayamos llegado a ella, entrado en ella. ¿La hemos creado nosotros? ¿La alimentamos nosotros? Entiendo que sí.
Sí, todo el mundo habla de la inteligencia artificial. Muchos amigos lo hacen, porque penetra en sus vidas y en sus trabajos, o en sus inquietudes y pensamientos, como el ingeniero industrial Rafael Ramonet, al que le interesa mucho este tema y ha reflexionado sobre él. Pero se puede decir que buena parte de mi entorno, y más allá de mi entorno, habla de la inteligencia artificial. Se comprende muy bien.
A mí me importa todo lo referente a ella, por supuesto, por el mundo que viene, porque parece que todo se va a ver afectado por la inteligencia artificial. Yo pienso en mi pequeña parcela de escritor, pero estoy asumiendo que el mundo entero va a cambiar, está cambiando, su funcionamiento, radicalmente.
Pero claro, me interesa especialmente lo que se refiere a mi arte, oficio, vocación, la literatura, los libros, la escritura. ¿Cómo modifica mi campo la inteligencia artificial? ¿Cómo va a cambiar mi trabajo? ¿Cómo cambia el leer y el escribir, el investigar, el hacer libros y artículos? Finalmente, ¿cómo cambia mi vida? Nuestra vida.
¿Qué sentido tiene escribir libros cuando una máquina los va a producir, o los produce, sin apenas ningún esfuerzo por tu parte? Dicen que llegará un día en que nos meterán la información en el cerebro, directamente —también los libros, supongo—, como si fuéramos un ordenador, una máquina. Imagino que ya sólo tendrá sentido leer para disfrutar, puramente.
Incluso voy todavía más lejos: ¿qué sentido va a tener leer los libros? Porque nos gusta leer libros vivos. La escritura, la literatura, es muy penetrante, tanto que a veces se hace dolorosa. Es como si llegara a donde no queremos que llegue, de lo profunda e incisiva que es. Nos da mucho placer, pero al mismo tiempo nos muestra con claridad lo que quizá no querríamos ver. Es como si nos mostrara el retrato de Dorian Gray entero, completo, el bello y el horrible, al mismo tiempo, las dos caras a la vez. La moneda entera de una sola vez. Quizá Oscar Wilde tenía la capacidad de decir lo uno y lo opuesto en la misma expresión. Eso es literatura, una forma de literatura, sin duda.
Yo creo que la literatura y el pensamiento nos interesan precisamente por humanos, y es muy posible que el esfuerzo, la dedicación que entraña, incluso el dolor, forme parte de sus atractivos. Desde luego, dicho esfuerzo y dificultad son humanos.
Esfuerzo y dedicación al escribirlos, pero también al leerlos. Incluso al editarlos, distribuirlos y venderlos, diría yo. Ahora que lo pienso, el trabajo y el esfuerzo que ponemos en algo también dotan de encanto, atractivo y diversión a esa actividad. Lo que hacemos de ese modo también se convierte en un reto para nosotros.
Ahora pienso que en un futuro próximo tal vez utilicemos la inteligencia artificial para escribir como antes utilizábamos una enciclopedia, o como lo hacemos ahora, y que lo veamos como lo más normal… se considerará como lo más normal. Pero me dice Rafael Ramonet, con el que tuve una animada conversación sobre este tema, que la diferencia entre Google y esto es que la inteligencia artificial no responde a nuestras preguntas, sino que hace lo que le pedimos.
Me pregunto cómo se escribirá en el futuro, qué papel tendremos los escritores, si es que tendremos alguno. ¿Nos convertiremos de escritores en editores? ¿Nuestra pericia consistirá más bien en manejar las máquinas que están a nuestra disposición? ¿En eso se aplicará nuestra creatividad?
Quizá nos encarguen los libros a los escritores precisamente por tener un saber o/y una experiencia determinados, muy determinados. Es decir, algo que no puede copiar una máquina. Si tú has leído mucho a un escritor, por ejemplo, y has convivido con él hay que pensar que estás en buenas condiciones para escribir sobre él, mucho más que una máquina.
¿Seguirán existiendo los escritores como tales? Ya hoy en día a veces me digo que es imposible ser escritor en España. Sólo muy pocos, y seguramente de otras generaciones, pueden serlo, pueden vivir de ello. ¿Se puede ser escritor incluso hoy?
Pienso en grandes avances anteriores, sobre todo en la imprenta e Internet, pero también en el ordenador, con el que ahora escribo este texto, bastante placenteramente por cierto. No obstante el crítico y escritor Miguel García Posada hablaba hace años, tal vez 30 años, de las “novelas de ordenador”, novelas muy largas que se escribían con menor esfuerzo. Y antes vino la máquina de escribir, que hacía que el escritor produjera más escritura, supongo que con menos esfuerzo, aunque yo recuerdo de mi curso de mecanografía que costaba acostumbrarse a apretar las teclas. También cuesta acostumbrarse al teclado del ordenador. De hecho, yo creo que todavía no me he acostumbrado, aun utilizándolo todos los días.
Reviso novelas como 1984, de George Orwell, y Un mundo feliz, de Aldous Huxley, que leí hace muchos años. En ellas encuentro algunas respuestas para las preguntas que me hago hoy. Reviso sus páginas y me llenan de pavor, pero lo cierto es que en muchos aspectos hemos superado lo que dicen, lo que avanzan.
También recuerdo THX 1138, de George Lucas, que vi cuando escribí mi libro sobre La guerra de las galaxias. Recuerdo que dije en mi libro que recordaba a 1984 precisamente. Vivimos en una distopía si no mantenemos una mirada positiva sobre el mundo y sobre la vida, distopía que se agudizó durante la pandemia. Pero yo me niego a aceptar esto, porque creo que en todas las épocas ocurrió algo similar, que nos acostumbramos y adaptamos a todo, y que aunque no me guste mucho de lo que está ocurriendo, también encontraré en todo ello ventajas y felicidad. Eso sí, pienso que, como creo que pensaba Miguel Delibes —su discurso de ingreso en la RAE iba en esa dirección—, no todo en el progreso, lo que entendemos por tal, es bueno. También creo que en cierto modo somos víctimas de nuestro propio desarrollo, que muchos de nuestros problemas se derivan de ese desarrollo. No sólo se camina hacia delante, en el tiempo; también se puede ir hacia atrás. También hay que saber utilizar el freno, como todos los conductores sabemos; incluso la marcha atrás, aunque esto pueda quedar políticamente incorrecto decirlo.
Ahora pienso en mis compañeros escritores, sobre todo en los de mi edad aproximadamente. Citaré aquí a algunos: Ignacio del Valle, David Llorente, Ana B. Nieto, David Felipe Arranz, José Aurelio Martín, Elena Prado, María Prado, Carlos L. García Aranda, Eva Zamora, María José Solano, Miguel Castro Pereiro, Esteban Díaz, Nicolás Melini, Pedro García Cueto, Juanjo Monrabal… Me dejo algunos, o muchos, involuntariamente; que ellos me perdonen. Que se sientan citados. Todos ellos están escribiendo ahora, yo diría que están en plena ebullición creadora. ¿Qué piensan de la inteligencia artificial? ¿Cómo afectará a su trabajo, a nuestro trabajo? ¿Cómo afectará a nuestra vida? ¿Y a la tuya, lector, como lector y como ser humano?
(Continuará)
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