Inicio > Poesía > La elocuencia de los paisajes cotidianos

La elocuencia de los paisajes cotidianos

La elocuencia de los paisajes cotidianos

Así como la hierba se abre paso entre las grietas del cemento y crecen flores en los quicios de las aceras, así hay libros que por su extraordinaria naturaleza poética existen porque han de existir. Uno de los retos de hacer crítica literaria se fundamenta en la búsqueda de una obra que restaure la capacidad de asombro que el exceso de lecturas termina por atrofiar. Greenwich (Premio Literario Kutxa Ciudad de Irún publicado en Algaida), del poeta Pablo Luque Pinilla, es uno de esos fascinantes hallazgos que resplandece con su propio brote de luz en un paisaje literario repleto de bombillas de neón y ruido.

El libro comienza a las 6:55 de la mañana y termina a las 12:20 de la madrugada. Y mientras tanto ocurre el tránsito por unas horas que titulan los poemas y que podrían ser las de cualquiera que se despierta para enfrentar la costumbre de los días laborables. Bajar en ascensor, caminar hacia el parking bajo la lluvia, desplazarse en coche a la oficina, cumplir con un horario recurrente, regresar a casa y prepararse para la cena antes de encerrarse en su estudio con la pantalla del ordenador. Y después dormir. Una jornada métro-boulot-dodo que dirían los franceses. ¿O, quizás, un guiño al Ulises de Joyce? El abrir de ojos de Pablo Luque cada mañana rompe los esquemas de una vida rutinaria sujeta a horarios laborales. Desde que se levanta hasta que se acuesta, el poeta se entrega a una ceremonia sensorial que va despejando las impurezas de lo cotidiano para detenerse en aquello que estremece. Sus hábitos no visten el gris multitudinario que deambula por las calles un noviembre lluvioso, sino un haz íntimo de enigmas que provienen de un misterio aún sin resolver. ¿Dios o su idea? Lo divino conviviendo con las grúas, los autobuses urbanos y los mendigos, pero también con los árboles y las aves. El paraíso en cada hora lo habitan las hojas que se desprenden del otoño, la anatomía de la existencia diminuta, la memoria de un paseo por calles irlandesas, la etimología de un nombre que se pronuncia «hijo» o la sencilla elocuencia de los paisajes cotidianos. En cambio, donde la luz se yergue en su máxima altura luminosa se crean sombras incisivas capaces de excavar los pozos más profundos e infernales. Angustia, miedo a la soledad, duelos de ausencia, batallas contra los espectros del odio y la ira, y un vacío soporífero pendiente del hilo de las horas muertas. El poeta se rinde entonces a un torbellino de mímicas fantasmagóricas que acontecen cuando los párpados van cayendo en la fatiga de la media noche. Entonces se apagan las luces y surge la sed.

"Poemas que hacen eco porque resuenan, como la estela sonora de un gong, dejando tras su lectura una secuela similar a la de una sesión de meditación"

Pablo Luque es un poeta culto y muy hábil en el manejo del lenguaje. Sus versos se sostienen en el poema sin alardes ni florituras malsonantes. Dante, Virgilio, Denise Levertov y Cormac McCarthy son los vates que le acompañan por este homenaje a la belleza desapercibida. Los que mantienen sus ojos abiertos en el difícil ejercicio de transmutar los despojos para devolverles su dignidad. Imágenes como «obleas de aceite sobre el alquitrán», «hierba en las heridas de los muros» o «margaritas en las costuras de las aceras» son muestras de una sensibilidad procreadora. Hay un silencio introspectivo en Greenwich que conduce al recogimiento porque es un libro que crea hogar, como las iglesias y las librerías. Un elogio a los templos sagrados que albergan el origen de las devociones y de sus bálsamos, con la fe firme e inmutable en la posibilidad de lo inexplicable. Poemas que hacen eco porque resuenan, como la estela sonora de un gong, dejando tras su lectura una secuela similar a la de una sesión de meditación. Aunque el autor también consigue conmocionar con algún pico de exaltación cuando emula el momento de la crucifixión de Jesucristo con toda la pasión que cabe en una plegaria; o se desprende en el desgarro que producen las ausencias de lo amado, incluso en la versión de la pérdida en un simulacro del sufrimiento que provocan.

«Hay lágrimas en las cosas que tocan el alma humana», decía Virgilio. Y también en los libros. Porque al cerrar las solapas del Greenwich de pablo Luque no se puede evitar extender una sonrisa en toda la longitud de sus meridianos hasta fundirla con las muecas del asombro. Touchée.

—————————————

Autor: Pablo Luque Pinilla. Título: Greenwich. Editorial: Algaida. Venta: Todos tus libros.

4.7/5 (34 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios