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Historia de los libros

Me acuerdo que el profesor Víctor Ruiz, del colegio San Pablo CEU, nos proponía el apartado de “Biografía lectora” para los trabajos que hacíamos sus alumnos sobre grandes obras de la literatura. Me acuerdo que en 3º de BUP leímos, nada menos, que El libro de Buen Amor, La Regenta, Crimen y castigo y el Quijote. Es posible que también leyéramos La Celestina. En ese apartado de la “Biografía lectora” teníamos que contar nuestras experiencias mientras leíamos los libros. Me gustaba mucho este capítulo, tan original, y hoy puedo decir que mi vida, en cierto modo, ha sido una gran vida lectora, una gran “Biografía lectora”.

Pero no sólo eso. También ha sido una vida escritora, una “Biografía escritora”, una “Vida escrita”, como una de aquellas que trató Javier Marías en su precioso libro Vidas escritas. Lo cierto es que muy pronto sentí el estímulo de escribir, y a las redacciones del colegio, a los trabajos sobre los libros, sucedió el presentarme a los premios literarios del colegio, y luego muchos más ejemplos. Al final, si lo pienso, he escrito y escribo siempre que tengo excusa para ello. Vivir es el primer motivo para escribir. Escribir es una forma de vivir. Es un camino, que uno sigue y no sabe hasta dónde le lleva, porque el destino no es lo importante, lo importante es el viaje que recorremos. ¡Y siempre ocurren cosas fantásticas cuando uno camina con una pluma en la mano!

“Vive leyendo” era el lema de una campaña de animación a la lectura de hace unos años. Así ha sido en mi vida. Pero habría que añadir en mi caso otro lema no menos importante, y tal vez más completo: “Vive escribiendo”.

Tener un libro tuyo es tener un recuerdo, algo físico que te recuerda lo que hiciste por él, pero para mí lo más valioso, con diferencia, es todo lo que viví para escribirlo, toda la vida que rodeó el hecho de escribirlo. Al final encuentro que toda mi vida está en esos libros, pero que también ésta, mi vida, los desborda, pues es mucho más, pero para ser justos con ellos diré que también toda mi vida confluye en ellos.

Leo porque me gusta, escribo porque me apasiona; es mi vocación. También me lleva trabajo y esfuerzo, pero cada vez lo veo más como una respiración. Cada vez creo más en eso que llaman “el calambre del escritor”. Yo lo tengo, clarísimamente. Ese “calambre” hace que no deje de escribir, que lo haga a diario, que lleve casi toda mi vida escribiendo, y que incluso cuando no lo hago, o no lo hice —pienso ahora— es como si lo hubiera hecho, como si lo hiciera en sueños, en una especie de sueño, prolongado y feliz, que acaba desembocando en la letra impresa. Se puede decir que es una obsesión, pero esta palabra tiene un matiz negativo, y mi actividad es puramente dichosa, aunque reconozco que tiene algo, mucho, de obsesión.

Tengo que pagar la felicidad de hacerlo con los remordimientos, grandes, que experimento cuando no lo hago. Aunque también creo que, para escribir, sean esenciales dos cosas que no son la escritura, leer y vivir. Cada vez soy más consciente de la importancia de la segunda, pues la importancia de leer para escribir me parece obvia (también me lo parece vivir, pero he tardado más en captarlo nítidamente).

Estoy muy orgulloso de lo que he escrito, de mis libros, que por supuesto me llenan de felicidad, pero ahora siento que la felicidad sobre todo está en la vida que los enmarca, en mi propia vida, en mis placeres y en mis días, que diría mi amigo Francisco Umbral, en los trabajos y los días, que diría nuestro ilustre antepasado Hesíodo. Me gustaría mucho que el lector participara con su propia vida, y con su propia biografía lectora, en esta felicidad.

Hablo de escritores, y hablo de lectores. No me quiero olvidar de otra figura, muy importante, la del editor. Un libro llega a ser libro editado gracias a un editor, con su propia vida y su propia experiencia, y gracias a él llega a ti, lector, con tu propia vida y con tu propia experiencia, tú, lector, que también vives, como yo, la pasión de los libros, tal vez la vocación de los libros.

Me acuerdo ahora de El infinito en un junco, la gran revelación de estos años: Irene Vallejo ha contado que tardó diez años en escribir su libro, y que lo dilató tanto tiempo, debido a circunstancias personales, porque pensaba que iba a ser el último libro que iba a poder escribir.

Los libros, aparte de lo que cuentan, que puede ser de lo más variado, según sus géneros, por ejemplo, llevan consigo la historia de sus autores mientras los escriben, y me he parado recientemente a pensar en ello y me parece que esas historias son preciosas, llenas de vida, y nunca mejor dicho.

Si miro hacia atrás veo mis libros, que son muchos en sus estanterías, y veo que juntos forman una vida ordenada, la mía y la de la gente con la que he convivido, todo lo que he hecho en todos estos años. Aparte de escribir novelas históricas, o ensayos, o cuentos, etc., mientras, yo he vivido y he realizado un sinfín de actividades. Todo ello yo lo veo en mis libros, como al trasluz; lo veo porque lo he vivido, y sé que lo mismo les ocurrirá a todos los escritores. Nuestros libros son historias que contienen muchas historias, pero hay una historia que les contiene a ellos, y es la nuestra, la de sus autores. Para mí, perdonadme, es la más hermosa.

Yo siempre recordaré con gran alegría la época en la que escribí mi ensayo sobre La guerra de las galaxias, El mito renovado. Fue una época muy feliz, aunque no todo lo que me ocurriera mientras lo escribí fuera feliz. Pero en conjunto lo recuerdo como un tiempo de gran felicidad.

La época en que escribí Pedro J. Tinta en las venas la recuerdo como una gran aventura, así como cuando escribí mis novelas históricas Cid Campeador, Fernando el Católico. El destino del rey y Carlos V. El destino del emperador, porque como he dicho muchas veces para mí escribir una novela histórica es como vivir una película de Indiana Jones.

Es curioso porque esto de contar la historia de las ficciones yo  lo he visto más en el cine, por ejemplo con el relato de cómo James M. Barrie escribió Peter Pan (Descubriendo Nunca Jamás) u Orson Welles hizo Ciudadano Kane (RKO 281). Si no recuerdo mal no se suele contar cómo los escritores escribieron sus libros, lo que vivieron mientras los escribían, con ser tan interesante. Por eso he querido rememorar mi propio relato, rendir homenaje a la historia que yo siento detrás de mis libros, cuando los hojeo o los miro en sus estanterías. Ésa es mi historia personal, la que acaso nadie contará, la que sin embargo, de algún modo, cuentan todos mis libros.

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