Imaginemos un mundo muerto, tétrico, envuelto en tinieblas, en el que el sol agoniza sin remedio, una vez agotada su energía termonuclear, y las únicas fuentes de luz y calor proceden del interior de la tierra. Imaginemos una pirámide imposible, colosal —mil trescientos veinte pisos, 13 kilómetros de altura, 7 de anchura en la superficie, casi 200 más excavados en las profundidades de la tierra—, en la que viven millones y millones de personas, los últimos supervivientes de una civilización antaño orgullosa y despreocupada. Imaginemos que dicha pirámide está rodeada de unas entidades inhumanas, gigantescas, crueles, malignas, que acechan y vigilan sin cesar, ocultas en medio de una noche eterna, cuyo único cometido es el exterminio final de la raza humana. Imaginemos, por fin, a un hombre y a una mujer; han sido amantes en nuestro tiempo presente y ahora, millones de años en el futuro, y aunque los separan incontables kilómetros de tinieblas y espantos, sienten en su corazón la llamada de aquel viejo amor perdido en los abismos del tiempo: ella está en peligro, él corre a salvarla.
Con estas premisas básicas, William Hope Hodgson (1877-1918), escritor y marino inglés, quizá más conocido por sus cuentos de terror y misterio en el mar, construye una novela imposible, exagerada en todos y cada uno de sus planteamientos, así como en el estilo literario elegido para dar forma a la narración, que copia o intenta imitar al del siglo XVII. El Reino de la Noche es un compendio de hechos, paisajes, entidades y supuestos insólitos, una recopilación de teorías, tecnologías, imágenes, pensamientos y creencias personales que a veces lindan con la fantasía más pura y descabellada, y a veces poseen cierto fundamento real. Pero también es una historia de amor, una historia de amor victoriano. En esta novela todo es desmesurado, y tampoco voy a engañarles: no resulta fácil para el lector. Es el típico libro que adoras o aborreces.
La novela tiene dos partes bien diferenciadas. En la primera, exceptuando el capítulo inicial —que es una especie de enlace con el resto de la historia—, se nos describe ese mundo terrible y oscuro, así como el solitario y peligroso viaje que emprende nuestro admirado héroe en busca de su adorada —y bella— heroína. La segunda parte —quizá la más sorprendente y reveladora— es una historia de amor, una historia de amor rodeada de todo tipo de aventuras y fantasías, pero, en definitiva, una historia de amor. Y no es una historia cualquiera. Muchos de los párrafos de esta parte del libro sin duda resultarán “políticamente incorrectísimos” para la sociedad de nuestro tiempo; en ellos abundan el machismo, la dominación, el maltrato físico y emocional —tanto por el lado femenino como por el masculino—, el sadismo e, incluso, el sadomasoquismo. Y sin embargo, esa misma historia está repleta de amor, de un amor inocente y, en ocasiones, bobalicón, y de grandes dosis de erotismo y sexo, un sexo que, no por su aparente ingenuidad —o quizás gracias a ella— puede llegar a resultar bastante retorcido: enfado-reconciliación ardiente, dolor-placer, gozo reprimido al ser azotada o al azotar, ropas desgarradas desde los hombros para recibir “el castigo” que, invariablemente, terminará en un “beso apasionado”. Pero no olvidemos la época en la que fue escrito el libro, y no olvidemos tampoco que la sociedad posvictoriana no era tan ingenua ni mojigata como nos han hecho creer.
Cabe destacar el esfuerzo realizado por la editorial Valdemar para traernos, por primera vez completa (en anteriores ediciones se habían eliminado todos los párrafos políticamente incorrectos, que son bastantes), una de las narraciones más sorprendentes de la literatura de género, una historia épica y visionaria, un libro del que han bebido multitud de escritores, cineastas, ilustradores y artistas de todo tipo, y, sin duda, uno de los clásicos indiscutibles de la literatura fantástica.
José María Nebreda es traductor de El Reino de la Noche
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Autor: William Hope Hodgson. Título: El Reino de la Noche. Editorial: Valdemar. Venta: Amazon, Fnac
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