Muy cerca de las islas antillanas de Monserrat y Antigua, en las coordenadas 16º 56´ latitud Norte, 62º 21’ longitud Este, se alza una pequeña isla rocosa envuelta en leyendas y bruma. Extraños monstruos inefables habitan sus aguas y cuentan que nadie ha visto nunca un alma por sus áridas quebradas. Sin embargo esta isla reúne en sus escasos tres kilómetros cuadrados el más denso e ilustre censo del mundo. Duques, duquesas, vizcondesas, Maestro de armas, Cónsul y hasta un Comisario de Agitación y Propaganda, todos ellos pertenecientes al mundo de las letras, el cine, la cultura.
Su actual rey, Xavier I de Redonda, es el cuarto de una dinastía que comenzó como un regalo de cumpleaños de un banquero a su hijo, el escritor M.P. Shiel (rey Felipe I de Redonda). Desde aquel día, el azar, los libros y el tiempo tejieron una compleja red de intrigas palaciegas, ventas fraudulentas de títulos y coronas, borracheras y abdicaciones que vinieron a confluir en un joven escritor español de paso por su amada Inglaterra que resultó ser el afortunado en extraer, sin quererlo, la espada del yunque. Este joven rey asumió con dignidad y valentía el encargo y decidió honrar a su reino literario haciéndole un magnífico regalo: una biblioteca en construcción a la que llamó Reino de Redonda consiguiendo que hoy, 20 años después, se haya convertido en una especie de Cetro de Ottokar de la literatura.
En Zenda, donde de vez en cuando nos honra con su presencia, hemos querido rendir pleitesía a este monarca y a su singular editorial.
Xavier I o Javier Marías nos recibe en su casa, un lugar acogedor y luminoso atestado de libros y recuerdos; su otra isla sin tiempo en el centro de Madrid.
¿Cuál es el último nombramiento que ha hecho el rey de Redonda?
Acabo de nombrar a un nuevo duque, un escritor de casi 90 años. Es el autor del próximo libro de Redonda y es un historiador de Bizancio, de Venecia, de Sicilia…, extraordinario, aunque no muy conocido en España. Es el suegro de Antony Beevor e hijo de Duff Cooper, que quizás no sepas quién fue, pero Duff Cooper fue todo. Fue político; fue espía; fue un hombre de enorme éxito con las mujeres, un poco a la manera de Patrick Leigh Fermor, de quien por cierto la hija de Cooper, Artemis, escribió hace pocos años una magnífica biografía. Duff Estuvo casado con la entonces supuestamente mujer más guapa de Inglaterra, Lady Diana Cooper. Pues el nuevo Duke of Redonda es el hijo de Duff Cooper y padre de Artemis Cooper (que es la mujer de Beevor) y por tanto suegro de Beevor.
(Asisto a este torrente genealógico hipnotizada, como cada vez que me preparo para sumergirme en cualquiera de sus novelas. Entrar en una conversación con Javier Marías es aceptar otra dimensión del cómputo de lo acaecido, pues desliza sus palabras en un espacio envolvente donde se entretejen los sucesos en espiral. Cuenta cómo escribe y su fascinación por el juego temporal en el que el hombre circula a ciegas como en un bucle infinito, determina su manera de entender el mundo y la literatura.)
Pues contraté este libro que ya es el número 30 de los publicados en la Editorial Reino de Redonda y que extrañamente no se había contratado en España. Había salido por primera vez al mercado en el año 11 o así y yo pensaba, “bueno pues lo habrá contratado alguna editorial de aquí”, pero no. Así que me alegra mucho haberlo hecho yo. La traducción saldrá para noviembre o por ahí. Es un escritor al que yo admiro mucho, por eso le propuse el Ducado de Bizancio. Su apellido original es Cooper, pero él tiene el título de Lord Norwich y firma sus libros como John Julius Norwich. Se pronuncia “Norich”, sin la w como también la ciudad, y casi todos los nombres ingleses que acaban en “wich” o “wick”. Así “Warwick” se dice “Woric”, o “Bromwich” se dice “Bromich”. Una curiosidad más de esta lengua rara. Éste es el libro (se levanta y desaparece de mi campo de visión, pero sigue hablando). Saldrá un día de estos el anuncio.
(Aparece con un libro en la mano: Popes. A history, que me muestra de lejos con orgullo. Promete. La verdad es que no he vuelto a leer nada interesante sobre Papas desde el Barón Corvo, le comento irónica, pero mi tímida demostración de vanidad lectora cae en saco roto porque Javier Marías no se inmuta. Coloca cuidadosamente su Norwich en la biblioteca y vuelve a sentarse frente a mí. Abre la elegante pitillera y elige, despacio, otro cigarrillo. “Barón Corvo”, repite distraído. “Sí, sí, claro”.)
Pues como te decía le propuse a Norwich este ducado redondino a través de Beevor; de hecho el prólogo para la edición de Redonda (todas llevan un prólogo), es Beevor de nuevo quien amablemente ha accedido a hacerlo. Le pregunté a él si su suegro estaría dispuesto a aceptar el título o nombramiento que, pensándolo bien, en este caso sería nepotismo, muy apropiado tratándose del autor de un libro de Papas, aunque bueno, sería un nepotismo a la inversa y así supongo que es aceptable. Al poco me escribió el propio Norwich con una letra muy firme a pesar de su edad diciendo que sí; que estaba encantado de ser el nuevo Duke of Bizancio.
Habías dicho en alguna ocasión que sospechabas siempre de todo aquel que te pedía ostentar un título nobiliario.
Sí…, aquellos que piden algo… (sonríe) mal asunto, ese. Hombre, yo nunca he nombrado a nadie con quien no tuviera algo de contacto personal, aunque solo fuese por carta. En este caso, el hecho de ser autor vivo del Reino de Redonda y ser una persona a quien efectivamente admiro desde hace muchos años, pues me parecía lógico decírselo a ver si le hacía gracia y así ha sido. Pero no. No se trata de que yo nombre a quien quiera, así contra la voluntad de nadie. Tiene que estar de acuerdo y apetecerle y hacerle gracia. En este reino las cosas funcionan de ese modo.
O sea que el título hay que ganárselo.
No, bueno, si viene, viene, y si no, pues… Hombre, también había otra manera de ser Duke hasta que lo interrumpimos, que era con la concesión del Premio de Redonda. Pero ya va para 4 o 5 años que lo paramos.
¿Qué pasó?
Pues mira, pasó simplemente que este país donde nos ha tocado vivir es como es. El Premio de Redonda tenía el mejor jurado imaginable; probablemente el mejor jurado del mundo. No siempre votaban todos los Duques, que eran los miembros que componían el jurado, pero aun así…, era un jurado en el que estaban, por citarte algunos: Claudio Magris, Coetzee (que solía votar, por cierto, por correo todos los años), Alice Munro, Ashbery, Rohmer, cuando vivía.
(La nómina es brutal, comento, redundante, pero Javier continúa enumerando el apabullante listado.)
También están Ford Coppola, Mendoza, Pérez-Reverte, Savater, Almodóvar (a quien le encantaba y votaba también fijo). No existe, que yo sepa, un jurado equivalente, pero como digo, vivimos en un país singular y llegó un momento en el cual la prensa de aquí siquiera hacía una pequeña mención y ya al final, ni una nota. Nada. Así que un buen día me dije, “no tiene sentido hacer esto para que no se entere nadie”. Y esa fue la razón por la que acabé con su existencia. En total han sido trece escritores los premiados (de 2001 a 2014), entre los que se cuentan Banville, Ian McEwan, Milan Kundera, Umberto Eco Coetzee o Alice Munro. No está nada mal, si además añadimos que entre ellos hay dos premios Nobel de Literatura. Nada mal. Me siento muy orgulloso del trabajo que hicimos y de tenerlos en mi reino (risas).
¿Cuál es el balance de estos 17 años como creador y editor de Reino de Redonda?
Hombre, pues ya son años de aguantar… Es verdad que esta es una “editorialita” que no me atrevo a llamar ni siquiera editorial, pero que poquito a poquito tiene ya 30 títulos.
Ahora hay editoriales pequeñas, han proliferado muchas y hay bastantes que son cuidadas y que también salvan cosas que están bien. No te sé decir ahora, porque la verdad es que son tantas que confundo unas con otras…, y lo que es curioso también es que cada vez que veo un reportaje sobre estas pequeñas editoriales, en ellos Reino de Redonda no existe tampoco.
En fin. Nada. Es igual. Nunca lo hice más que por gusto, por placer…, aunque llegará un momento en el que supongo, me cansaré, claro, pues la editorial es indudablemente deficitaria, lo que pasa es que yo, prudentemente, nunca he querido saber los beneficios y los gastos porque supongo que si lo hiciera me llevaría las manos a la cabeza; pensaría ¿pero estoy loco? Esto es disparatado; empresarialmente el resultado es deficitario. Y claro, llega un momento en el que la falta de interés por parte del sector del periodismo cultural por estos libros hace que para el público general sean casi inexistentes. Y mira, ni siquiera son caros, pues nunca quisimos que fuesen unos libros que solo pudiera comprar la gente con muchos medios. Son costosos por la factura, que es muy cuidada, pero el precio en librerías viene a ser 20 euros… un precio, creo, más o menos normal.
Son objetos hermosos envolviendo un contenido que dudo podría ver la luz en español si no fuese por la Editorial Reino de Redonda y su monarca.
Supongo. Aunque también me ha ocurrido querer editar algo poco conocido, ir a contratarlo y descubrir que ya lo había contratado otra editorial. Y es que desde hace unos años han surgido cantidad de pequeñas editoriales, lo cual es maravilloso, pero se produce una extraña competencia en la apropiación de títulos, aunque sean extraños o poco conocidos, lo que en parte se debe a la existencia de Internet, pues antes, para hallarlos o saber de su existencia había que ser, digamos, más o menos “leído”, pero hoy en día no sé muy bien cómo se hacen esas cosas, pero el caso es que ocurre.
Aun así, son libros maravillosamente bien editados, en papel blanco, tapa dura, la encuadernación, la tipografía…, es un producto, podríamos decir, de lujo al alcance de todos.
Me acuerdo que lo hicimos en su día la editora y yo de esta manera por Julián Marías, mi padre, que andaba entonces cerca de sus 90 años y a veces se lamentaba diciendo “yo no sé la manía que tiene la gente ahora de imprimir en gris, pues apenas puedo distinguir las letras”. Por eso decidimos imprimir en papel muy claro, y así hemos continuado la colección invariablemente, a pesar de que mi padre nos dejara hace ya doce años.
(Javier aspira el humo de su cigarrillo entornando los ojos frente a la luz naranja del atardecer, que se cuela a través de las contraventanas de madera. Me vienen a la garganta palabras de agradecimiento y admiración hacia don Julián Marías; un gran hombre; un pensador nunca suficientemente reconocido en este ingrato país, que tal vez se adelantara a su tiempo en la manera de divulgar un conocimiento exigente y erudito. De una viveza de pensamiento y lucidez inmensas, estaba además dotado de la generosidad intelectual necesaria para querer compartir; para hacer comprender. Son muchos los títulos de Julián Marías que deberían estar hoy entre las lecturas obligatorias de escuelas y universidades, pero también en las mesas de novedades de las librerías, pues creo que más que nunca, en estos tiempos oscuros y cobardes, es cuando de verdad se necesita la palabra de don Julián en toda su esclarecedora, feliz manera de despertar la curiosidad del ser humano. Su texto “Cervantes, clave española” es quizás de las reflexiones sobre literatura, humanidad, historia y esperanza más hermosas que se han escrito jamás de nuestro país; de lo que somos y podríamos ser. Emocionante hasta las lágrimas.
Sin embargo nada de esto le digo a Javier Marías. Permanecemos los dos en un extraño silencio inundado de luminosos fantasmas.
“Aprovecho (dice Javier) para vaciar el cenicero y abrir un poco la ventana”. Me ofrece una coca cola. Se pierde al fondo de la casa y oigo un rumor lejano de nevera y latas, mientras me entretengo observando con pasión todo lo que puedo; intentando catalogar, memorizar, abarcar esta biblioteca; este universo y sus miles de habitantes silenciosos (soldaditos, fotos, recortes, imágenes, figurillas, cuadros, armas, objetos de cuero, de vidrio, de cerámica, de bronce) detentando casi idéntico protagonismo que los centenares de libros acumulados en sus paredes. Vuelve Javier con los refrescos y un cenicero impoluto. Bebemos y retomo.)
Por eso, en parte, estamos hoy aquí, para reivindicar la Editorial Reino de Redonda y para charlar con el Javier Marías editor.
Bueno, en realidad cuando me “cayó” este título de Redonda sentí que debía crear alguna actividad vinculada a él y pensé “qué mejor actividad que hacer una pequeña editorial y publicar cosas descatalogadas hacía tiempo y que valía la pena recuperar”. Y eso hice, por ejemplo, con varias de mis antiguas traducciones y algunos títulos que a mí me parecía que valían la pena que se conocieran en español. Algunos hay sin embargo que, debo reconocer, son más capricho que otra cosa como fue el caso, muy al principio, de los dos títulos publicados de Richmal Crompton. Se trataba de un par de libros que escribió como cuentos de misterio y horror, así como una novela a la que nadie había echado la menor cuenta y que no sólo no estaba traducida al español sino que tampoco existía en la edición inglesa. Lo hice sencillamente por el agradecimiento que le tengo a esa señora, autora de la famosa serie de aventuras de Guillermo el travieso, y por tanto una de las responsables de que yo escriba. Recuerdo que, de las primeras cosas que escribía de niño con 12 años o así, eran precisamente imitaciones de los libros de Guillermo. Y es que la mayor parte de la gente de mi generación y de la generación anterior e incluso de alguna posterior, hemos crecido llevando las aventuras de este chico inglés en el corazón y la memoria.
¿Tienes algún favorito entre los libros editados en Redonda como editor?
En cierto sentido, el más valioso es el libro de Giuseppe Baretti, que se llama Viaje de Londres a Génova, y que en realidad es un viaje por la España de Carlos III. Este autor, poco conocido en nuestro país y que nunca se había traducido, era un italiano (italoinglés) de origen turinés, amigo por cierto del Dr. Johnson; un tipo curiosísimo que parece que en una reyerta se cargó a alguien y fue juzgado por ese motivo. Viajó mucho e hizo cosas extrañísimas, por ejemplo, recuerdo haberle regalado a la RAE una edición de un diccionario hecho por el propio Baretti en una edición antigua del S.XVIII. Se trata de un diccionario inglés/español-español/inglés, es decir, hecho por un italiano en dos lenguas que no eran la suya.
El libro que publicamos en Reino de Redonda es delicioso; un informe de primera mano de esa España sobre la cual no se sabe tanto, en realidad; además está escrito con gracia, con amenidad. En ese sentido, creo que es valioso que esté en castellano. Desde ese punto de vista, me siento muy orgulloso de haberlo editado.
¿Cuál ha sido el más trabajoso de editar?
Con la trilogía de Janet Lewis, cuando decidí editarlos, me ocurrió algo curioso: me encontré con que dos de los tres los había contratado ya una editorial de Zaragoza, una de esas pequeñas, y me dio mucha rabia. Me dio tanta rabia que, a pesar de que yo estaba interesado en aquellos, terminé publicando el único que estaba libre. Sin embargo, no me rendí. Anduve atento a ver si la editorial zaragozana los editaba, pues no aparecían en librerías ni en ninguna parte. Pasaron meses de indagaciones hasta que efectivamente, al cabo de un tiempo, por el motivo que fuera que ignoro cuál, los derechos habían vuelto a quedar libres, así que contraté los otros dos y aquí están. Reconozco que me alegró inmensamente poderlos sacar yo.
Dicho sea de paso, y ahora que hablamos de la Lewis, me doy cuenta de que por azares, no hay muchas duquesas en el reino, y sin embargo del total de los libros publicados, nueve son de escritoras, que no está mal; es casi un tercio. A mí no me importa nada que sean autoras o no, mientras sean buenas las obras, pero no deja de ser curioso que, a pesar de que todas estas escritoras son de una extraordinaria inteligencia, curiosamente, en ninguna reivindicación feminista, literaria o no, se les nombra. A Rebecca West, por ejemplo, sería para mencionarla mucho, porque además era muy feminista; muy activa; o a la misma Janet Lewis… No lo entiendo. A estas que son innegablemente inteligentes, apenas se le hace caso.
De todos los títulos de la editorial Reino de Redonda, ¿Cuál ha sido el de más éxito de ventas?
El best seller por goleada fue La caída de Constantinopla, de Runciman, que es un libro que se había publicado en Español en los años 70 en Austral, por lo que contratamos la traducción que luego resultó bastante deficiente pues, aunque no se leía mal, si la cotejabas con el inglés del original veías que estaba llena de errores, de disparates, por lo que hubo que rehacerla de arriba abajo. Pero el libro ha tenido buena vida y ahora llevamos más de 9.000 ejemplares vendidos, que está muy bien.
Y luego, 4.000 y pico nuestro Espejo del mar, de Conrad, en segunda traducción, que sin duda es de los mejores títulos de la editorial y por último, Vida de este Capitán, de Alonso de Contreras. Yo creo que ayudó mucho que Arturo Pérez-Reverte fuese tan amable de hacer el prólogo. Se lo pedí por razones obvias; no hay otro escritor vivo más adecuado para este libro y este prólogo. Y se lo agradezco sinceramente, porque él no suele hacer este tipo de cosas pero lo hizo, y eso ayudó a conseguir los 4.000 o 5.000 ejemplares vendidos, que para Reino de Redonda fue importantísimo.
Y como rey de Redonda, ¿Cuál es el balance de estos 20 años de reinado?
Bueno, la verdad es que no sé, tampoco yo me he tomado muy en serio esto, como te puedes imaginar; siempre me lo he tomado con ciertas dosis de humor y con ironía (recuerda que el lema de Redonda es “Ride si sapis”; rie si sabes) porque hay mucho de juego en todo este asunto. Es lógico y así debe ser. Lo que sí digamos podía haber temido más en un momento dado era que la cosa folklórica del asunto, digámoslo así, me hubiese afectado a mí como escritor; a mi figura de escritor; y no ha sido así. He logrado más o menos mantener eso en un (como dicen ahora usando la expresión inglesa literal) perfil bajo. También tenía claro desde el primer momento que no me involucraría en “disputas dinásticas” porque increíblemente las hay. Mi antecesor John Wynne-Tyson (un señor amabilísimo que aún vive por cierto, aunque hace tiempo que no tengo noticias de él, nació en el año 24 y de vez en cuando nos carteamos aunque cada vez menos, supongo que por su edad). Tyson cometió el error de enzarzarse en discusiones con esos otros aspirantes y estaba harto. Fue una de las razones por las cuales decidió abdicar a mi favor puesto que yo había hablado de esa historia en mi novela Todas las almas y me consideraba un escritor verdadero. Ten en cuenta que muchos de estos aspirantes ni son escritores ni son nada; son producto de…, en fin, ya sabes la historia: John Gawsworth, el rey borracho, vendió el título varias veces. ¡Y hubo gente que lo compró! La gente está un poco loca y en un momento dado (eso lo he contado en algún sitio) cuando escribió un anuncio en el Times de Londres poniendo a la venta el título hubo una avalancha de peticiones, entre ellas la del hermano menor del rey de Suecia, que quería ser Rey de Redonda, por ser rey de algo, supongo (reímos). Es que la gente está muy loca. El telegrama que envió está reproducido en los cinco primeros libros editados en Reino de Redonda, en un apéndice, al final.
Y no te creas, en este tiempo como monarca, tampoco me he librado de vivir algunos episodios. Recuerdo que durante los primeros años de mi reinado, cuando todavía la prensa hablaba de Redonda, recibí algunas cartas de nobles españoles que por h o por b habían perdido su título a favor de un hermano o de un no sé qué y pedían si podía hacerles el mismo título que habían tenido y disputado en España, pero en Redonda. Prefiero no decir nombres, pero recuerdo alguno de ellos. Y ellas. (Sonríe el monarca, evocador).
La verdad es que si decidí aceptar en parte fue por seguir la antigua tradición del rey borrachín del que he hablado bastante en mis libros, pues era un personaje muy curioso, de hecho, mejor personaje que literato. Tenía más interés su vida y su manera de ser que su obra, siendo capaz de continuar con una nobleza intelectual o literaria redondina de gente muy buena. Entre los primeros nombramientos estuvieron nada menos que Dylan Thomas, Lawrence Durrell, que había sido muy amigo suyo, Arthur Machen…y otras figuras entonces muy conocidas que hoy ya no lo son tanto.
El nombramiento de Xavier I de Redonda es un hito es la Historia, pues es la primera vez que un rey británico abdica en uno español.
Bueno, parece ser —me dijeron, porque no frecuento Internet— que eso dio lugar a que en 1997, cuando se produjo la cosa (aunque se hizo público un año después, tras la publicación de Negra espalda del tiempo; el propio Tyson lo explicó con detalle el proceso en un libro de memorias que publicó poco después), pues como digo, por lo visto hubo gente muy indignada diciendo: “Nosotros los ingleses no hemos luchado en los mares del Caribe para ahora entregar esto a un español”. Estaban furiosos los británicos (ríe, satisfecho).
Bueno, ya sabes cómo se las gastan en la Pérfida Albión…
Bueno, sí, son graciosos… aunque hora ya no están tan graciosos, desde el Brexit. Yo tengo una decepción tremebunda con este tema. De hecho empiezo a preocuparme. Aunque no va a afectar a Redonda porque administrativamente el territorio (que yo no he pisado nunca ni falta que hace) pertenece a Antigua y Antigua es una corona independiente desde no recuerdo cuándo. En un momento dado (lo conté en un artículo y también en algún libro), Redonda fue anexionada por Gran Bretaña en una carrera con los EEUU porque había fosfato de alúmina. Entonces Shield y su padre, que era el que había comprado la isla y organizado la ceremonia de coronamiento de su hijo escritor cuando éste tenía 15 años (y aún no había escrito nada), enviaron un comunicado a la oficina colonial británica diciendo que ellos eran los reyes de la isla. La Corona Británica examinó el caso y dijo que, bueno, mientras estuviera vacío de contenido el título de rey, lo podían conservar…. “Vacío de contenido” (ríe), supongo que se referían a que no hicieran ninguna reivindicación territorial, digo yo. Con lo cual teóricamente el título es válido, vacío de contenido, pero válido. Ahora bien, no es parte de Inglaterra ya. Te puedo buscar desde cuándo es independiente. Supongo que aquí, en este diccionario geográfico, si viene Antigua probablemente vendrá una pequeña historia…y dirá exactamente desde cuándo es independiente.
(Mientras busca veloz, con agilidad de lector contumaz, entre las páginas, yo le sugiero, con el móvil en la mano: “¿y si miramos en Google?” “Bueno, si lo tienes tú…, yo todavía busco así estas cosas porque no uso Google”, me contesta distraído sin dejar de mirar el diccionario.
Nos ponemos de pie los dos, intentando descifrar la minúscula letra del magnífico diccionario geográfico. Lee en inglés, triunfante: “Antigua Se independizó en el 1981”. Me mira, orgulloso.)
Y Redonda supongo que también vendrá aquí. Éste es un diccionario geográfico muy bueno y muy completo (señala el lugar). Aquí está. Deshabitada, dice. Estuvo habitada solamente un breve periodo por los que iban a explotar el guano, pero nada más. ¿Ves? En la breve descripción de Redonda se confirma que actualmente es parte de Antigua y Barbuda. O sea, que lo del Brexit no nos afecta. Por todo esto yo creo que el balance es bastante bueno y yo he intentado mantener una postura sobria, con ciertas dosis de humor; de ironía. Jamás he firmado nada en mi vida con otro nombre que el mío; Javier Marías.
Incluso (apostillo) ascendiste al trono con tu nombre, único caso, pues los otros monarcas cambiaron de nombre al ser investidos como reyes de Redonda.
Bueno, lo que hice fue recuperar mi antiguo nombre que originalmente era con X. Cuando aún era pequeño, mi madre lo escribía con X siempre, aunque a los 15 años o así cambié la X por la J para evitar malentendidos. Pero originalmente me llamo con X y recuerdo aquellas iniciales en los cubiertos que teníamos cada hermano o en las bolsas de tela de la merienda bordadas con las letras X M. No es por catalán ni por francés ni nada. Es la forma antigua del castellano.
Hablando de los símbolos, ¿de dónde sale la idea de la flecha que se repite en todas las portadas de Reino de Redonda?
Pues lo tomé de aquí (se levanta y se dirige a otro punto de la biblioteca). Es una variación sobre un libro antiguo del primer rey de redonda, M. P. Shiel titulado The lost viol, publicado en 1908. La flecha que adorna la portada art nouveau de la edición me parecido muy bonita y más o menos la imitamos. Nos inspiramos en esto; no tiene más misterio. Bueno, y que las flechas son bonitas; son un objeto hermoso, ¿no te parece? La idea del diseño era ir repitiendo el mismo ornamento cambiando los colores. En realidad es un trabajo dual de la editora (Carmen López Mercader) y yo, que somos las dos personas que componemos la editorial.
¿Y si por alguna razón tus súbditos te obligasen a pasar una temporada en Redonda, qué tres libros te llevarías?
Las obras completas de Shakespeare, que son inagotables (no soy nada original). En busca del tiempo perdido, a ver si lograba leerlo por fin completo, que no he logrado leerlo entero por falta de tiempo. Siempre lo empiezo, leo los dos primeros volúmenes, me tengo que interrumpir por algún motivo y al cabo de algún tiempo retomo la lectura pero en vez de continuar vuelvo a empezar, por lo que los dos primeros volúmenes me los he leído varias veces, el tercero quizás una y no he pasado de ahí todavía. Es un desastre. Así que me llevaría eso y no sé. El Quijote, que se puede leer muchas veces. Insisto; no soy nada original.
Con eso tendría para leer mucho. Pero lo cierto es que no he estado nunca en la isla porque no veo el sentido de meterme en ese viaje, no vale la pena y no hace falta. Es gracioso que haya una realidad territorial porque así Redonda tiene las dos dimensiones, la tangible, constituida por un territorio real, existente y la otra; la verdaderamente importante que además es la que me divierte: la legendaria y la literaria y la fantasmagórica. Con esa a mí me basta.
Siguiendo con tus súbditos, si tuvieses que elegir a 10 duques de tu reino, ¿A quiénes sentarías en la tabla redonda de Redonda?
No me pongas en un brete de distinguir entre ellos… Los sentaría a todos, aunque con los que son españoles, evidentemente tengo más trato y más amistad que con los extranjeros, que nos vemos de tarde en tarde. Evidentemente me siento más a gusto con Mendoza, Reverte, Savater, Tano, que son amigos desde hace muchos años que con otros duques, algunos de los cuales no he visto nunca.
Lo gracioso es que todos ellos han entendido muy bien el juego pues cuando salía el ganador y yo tenía que comunicárselo, la verdad es que podían haber reaccionado de otra manera, extrañados por el premio, la isla, el rey…qué sé yo, pero todos reaccionaron siempre muy bien; incluso con entusiasmo.
Pero además de esos Duques que sentarías a la mesa, tienes ministros de propaganda, maestro de armas, comisario…
Sí; me falta tal vez un Obispo (que sí existió con otros reyes), pero a eso mi reinado no ha llegado. Un reino sin iglesia. Es preferible así.
Tampoco tienes cortesanas oficiales; saloniers capaces de aglutinar en su palacio a la crème de la crème de la corte redondina. Si te decidieses, conozco a alguien que recibiría encantada el honor de ostentar el no-título de “Oblivion, the courtesan”.
Sonríe, pensativo, tal vez cómplice. No, no tengo, pero hay vizcondesas, como la viuda de Von Rezzori, autor publicado en Redonda que es una especie de mecenas de literatos y que regularmente organiza encuentros de escritores en su torreón de la Toscana. También están la viuda de cabrera Infante y la viuda de Francis Haskell, un historiador del arte extraordinario al que escribí proponiéndole el título de Duque, a lo que me contestó algo muy conmovedor: “Estoy encantado, pero debo advertirle que estoy muy enfermo, me queda poco tiempo de vida y no sé si este reino es como el de Erewhon, de Samuel Butler (EREWHON es NOWHERE escrito al revés), donde se castiga a los enfermos. Si no es el caso; si se me admite a pesar de que me queda poca vida, encantado”.
A los Duques que han muerto, para no ponerles la típica cruz en la lista, escribimos sus nombres en cursiva, no sé si has reparado en ese detalle. Puedes ver la lista completa pues aparece en cada uno de los libros de Redonda. Cuando alguno muere, su nombre, sin embargo, permanece. Por fortuna en 20 años han muerto bastantes pocos….ojalá estos títulos hagan longevos a sus propietarios.
¿El monarca sucesor estará obligado a continuar con la editorial?
No, no se puede obligar a nadie. Este es un reino en el que no existen las obligaciones ni los deberes y por supuesto están admitidas las conspiraciones, pues nadie será castigado.
Ahora que me has hecho mirar atrás y ver el camino recorrido, me digo que tal vez ya es hora; quizás sea el momento de pensar en alguien que me suceda en el tiempo aunque mi tiempo aún no se haya acabado. Empezaré a planteármelo en serio.
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