“¿Quién me vigila?”. “La verdad está lejos de aquí”
Manuel de Agustín siempre tuvo muy claro por qué el campeón del mundo no había querido estar presente en un torneo que se había organizado exprofeso para él en uno de los peores momentos de su carrera, cuando la “larga mano del Kremlin”, como diría su hijo Alexander, “pugnaba por silenciarlo allá donde estuviera”. Con la mirada fija en las páginas de su libro más emblemático ¡Legado!, escrito con la bendición de Alekhine, de Agustín lo abre por el capítulo donde su certero punto de vista sobre la idiosincrasia del campeón, y su sospechoso mutismo sobre la no participación en el torneo de Madrid, va mucho más allá de lo que algunos historiadores a lo largo de todos estos años han querido especular y nos brinda por vez primera con pruebas contundentes el por qué el genial ruso se esforzó en permanecer alejado del torneo de Madrid de 1943 por motivos nunca revelados hasta ahora ya que pertenecían a los archivos personales del periodista. Sus palabras resultan esclarecedoras a la luz de las pruebas contrastadas con los documentos que obran en nuestro poder.
“Respecto a la no participación final de Alekhine en el torneo organizado exprofeso para él la disculpa fue que había llegado tarde y ya estaba muy avanzado, lo que le hacía imposible tomar parte. Pero lo cierto, como escribí en su día en ¡Legado!, aquel libro que hice en colaboración con Alekhine, el campeón llegó tarde al torneo porque quiso y…, por algo más.
Cuando el 15 de octubre se presentó en la sala de juego, se estaba jugando la 10ª ronda. ¿Por qué ese retraso nos preguntábamos todos cuando estaba en juego su vida y su presencia en él era la mejor coartada de permanecer fuera del campo de acción de los nazis? Al menos eso era lo que todos pensábamos, pero no el campeón del mundo, dice con sarcasmo”.
Para la opinión pública la razón de ésta, al parecer deliberada demora, nunca se supo. De Agustín sonríe al tiempo que sentencia:
“Mientras que para los aficionados y organizadores no dejaba de ser una bien calculada maniobra con el fin de que no le vieran actuar en un torneo antes de que lo hiciera en una serie de partidas simultáneas, hecho que podría hacerles perder interés y disminuir sus honorarios, eso fue lo que los periodistas escribimos en aquel momento porque no entendíamos su retraso, sin embargo, para los nazis la cosa era mucho más grave, afirma de Agustín. Según un comunicado emitido por una emisora alemana en esos días Alekhine sí había llegado a tiempo para el torneo pero debido a una fuerte depresión nerviosa había tenido que ser internado en una clínica madrileña.»
Manuel de Agustín mueve la cabeza enérgicamente como queriendo alejar los bulos de tal aserto y afirma que no existía tal depresión nerviosa sino una fuerte intoxicación etílica.
“Cuando realmente se tuvo que internar a Alekhine en un sanatorio cercano a Madrid, atendido por el Dr. F. Sastre Martí, afirma con rotundidad el redactor, fue a primeros de diciembre de 1943, a los quince días de haber regresado de Oviedo donde el día 11 de noviembre había dado una sesión de simultáneas. Yo le invité una tarde a mi casa en Madrid, donde nos reuníamos diariamente varios amigos ajedrecistas además de otras personalidades del mundo de la política, las artes, el periodismo. Durante aquella reunión ya advertimos que el campeón estaba pasando por una fuerte depresión nerviosa. Todos los que allí estábamos no dejamos de tener unas palabras de estímulo para con él. Estaba tan abatido que cada palabra que salía de su boca era demoledora para nosotros. Advertimos las escasas ganas de vivir del campeón. Dijo que nada le podía estimular para continuar luchando, que su soledad, su dolor por la ausencia de su esposa, su miedo al futuro, eran aplastantes y que necesitaba cualquier cosa a la que aferrarse para olvidarse de todo aunque sólo fuera por unas horas. Al día siguiente llamé al Dr. Fernando Sastre Martí que aconsejó a Alekhine que ingresara en una clínica cercana a Madrid donde él pasaba consulta. Allí hizo lo indecible por el estresado maestro y todos los amigos íbamos diariamente a visitarlo durante el corto tiempo que fue huésped de aquel sanatorio. Poco a poco se recuperó hasta el punto que aceptó de inmediato la invitación de tomar parte en el torneo de Gijón que se iba a celebrar en julio del próximo año”.
En cuanto a la forma de jugar de Alekhine tanto en las simultáneas como en los torneos en ese tiempo, de Agustín fue contundente.
“Cuando le organizamos dos años antes (1941) el torneo llamado Alekhine en el que quedé segundo y el campeón participó para alargar su permanencia en España antes de regresar al infierno, así como en las sesiones de simultáneas que ofreció ese año y en 1943, debo apresurarme a decir que Alekhine jugó como una locomotora, yo le planteé el contragambito d5 contra la apertura e4 y pronto me encontré con mi rey desprotegido aunque estaba enrocado. Alekhine mantenía el suyo en el centro del tablero, pero desencadenó un ataque contra la posición de mi monarca que apenas tuve tiempo de reaccionar. Llegaba al tablero y me miraba fijamente. Éramos buenos amigos, y yo trataba de responder lo mejor y más deprisa que podía confiando en unas remotas tablas. Pero delante de un tablero Alekhine no respetaba ni a su madre (sic). Y menos a mí con aquella ruina de posición. Así que con cuatro mandobles me obligó a tirar el rey. Cuando le di la mano para felicitarle me volvió a mirar por encima de aquellos lentes redondos que se ponía para ejecutar adversarios y quiso esbozar una sonrisa que se quedó en una especie de mueca forzada. Apretó levemente la mía y firmó esta planilla”
Me muestra una hoja amarillenta, donde pude ver la gran A redondeada con la que el maestro encabezaba sus rúbricas, debajo del movimiento 22 Db3 jaque, que era el acorde final de una turbulenta lucha muy propia del estilo de ambos jugadores.
Sin embargo, y volviendo a la ausencia de Alekhine en el torneo de Madrid de 1943, las causas fueron de índole más oculta que el tratar de mantenerse alejado de los nazis.
“La presencia de Keres, Bricknmann y Sämisch en Madrid no sólo se debía a participar en un torneo de relevancia menor dentro del calendario propagandístico que el Reich tenía programado en los territorios ocupados y amigos entre 1941-43, sino y sobre todo, para recordarle a Alekhine que al concluir el evento Alemania le estaba esperando para continuar su tarea de difundir el ajedrez por hospitales, clubs, asociaciones del Reich que veían al campeón del mundo como el símbolo de lo que iba a ser la nueva Alemania. Pero Alekhine sabía muy bien que la guerra estaba perdida para el nacionalsocialismo y lo que menos deseaba ahora era regresar al cadalso acompañado por los tres maestros enviados a Madrid para vigilarle. Era consciente de ello, señala de Agustín, y me lo comentó una noche en el club. “Creo Manuel, me dijo con tristeza, que la verdad está lejos de aquí, debo salir de Europa si quiero estar a salvo y rehacer mi vida”. En su voz se advertía el miedo. Le prometí interesarme por este asunto y hago gestiones ante altos cargos del gobierno y la policía secreta. Los temores del campeón se confirman. Desde el gobierno me dicen que mientras él esté en España su vida está “protegida”, pero si se va, como sucedió, “nuestra protección queda fuera de control”.
“Llevo mucho tiempo en España”, me dijo una tarde Alekhine mirándome con aquellos ojos azul claro que parecían leerte los pensamientos, “los aficionados y organizadores están cansados de verme, continuó y el dinero se agota, debo buscar otro lugar para ganarme la vida”. Le tomé por el brazo y encaré su demacrado rostro con estas palabras: “Jugar al ajedrez lo puedes hacer en cualquier lugar pero dormir tranquilo después de jugar en pocos países lo podrás mejor que en España en estos momentos”. Clavó sus cansados ojos en mí y ante el tono de resolución de mis palabras, exclamó: “¡Lo pensaré!”, pero no volvimos a hablar más de ello. Yo porque pensé que se quedaría y él porque ya tenía decidida su partida. Ahora que he podido saber más cosas después de estos 50 años trascurridos me doy cuenta de que Alekhine temía más que por la escasez de dinero, por su vida”.
Ante mi cara de asombro, Manuel, me invita a sentarme a su lado en la mesa donde un precioso juego de piezas Staunton nº6, esperan colocadas en perfecta formación en sus casillas de origen para inexistente batalla.
Le pide un café a Luisa, su mujer, quien solícita, como siempre, se apresura a servirlo. El famoso periodista me mira con aire confidencial y me inquiere:
“¿Sabías que Alekhine tuvo un amago de infarto durante el torneo de Cáceres?»
Asentí, pero deseaba conocer más a fondo los motivos de ese duro golpe a la salud ya mellada del campeón. De Agustín continuó:
“Su ausencia del torneo de Madrid, como sabes, iba muy ligada a permanecer lo más alejado posible del gobierno alemán e intentaba por todos los medios borrar su nombre de xenófobo que le habían colgado por aquellos exasperantes artículos del Pariser Zeitung, escritos según él, bajo presión y con la única finalidad de mostrarse amable con un gobierno del que en esos momentos dependía bajo todos los conceptos, en especial si lo que buscaba era obtener un visado de salida junto a su mujer Grace Wishar. Tampoco conviene olvidar que esos escritos, por otra parte, demasiado aireados y vilipendiados por muchos enemigos del campeón fueron publicados en un tiempo en el que Francia era zona bajo el dominio alemán. En esos momentos la frontera de Francia estaba cerrada para evitar el transfuguismo y el campeón no tenía otro remedio que permanecer en España o como muy lejos viajar a Portugal intentando esa salida que jamás llegó, asegura. Para colmo de males durante estos días recibe la noticia del fallecimiento de sus hermanos Alexei, se cree que asesinado y Bárbara. Alexei había sido campeón de Kharkov, Ucrania, secretario de la sección Ucraniana de Ajedrez así como editor de varias publicaciones dedicadas al ajedrez incluyendo un libro sobre el campeonato del Mundo entre su hermano y Capablanca. Bárbara Alekhine vivió toda su vida en Moscú, cultivando una de las ambiciones de Alekhine, llegar a ser una estrella de cine. Ella apareció en seis películas entre los años 1926 y 34, pero sin conseguirlo.
Sus muertes lo dejaron “tocado”. Para tratar de mantenerlo a flote la Federación Española le sigue organizando torneos en los lugares más dispares, Madrid, Gijón, Sabadell, Almería, Melilla, hace una gira por las Canarias y regresa a Madrid donde recibe la carta de Londres en el que le retiran la invitación al torneo.»
Veiticuatro horas antes de comenzar el torneo un grupo de jugadores encabezados por Euwe entre los que se encontraban, Sir George Thomas, Bernstein, Tartakower, Friedman, Medina, Abraham y Steiner exigen su ausencia por colaboracionista y es requerido por las autoridades francesas para que se presente y se defienda de las acusaciones lanzadas contra él.
«Esto le provoca una depresión brutal, y un gran dolor en especial al saber que algunos de los que creía amigos como Medina, o Thomas, habían estampado su firma en esa misiva de acusación. Pomar no lo hizo naturalmente. Alekhine era su maestro y amigo y lo admiraba. Además con 15 años estaba ajeno a los caprichos de la política, señala de Agustín. La angustia que le origina la noticia desencadena una angina de pecho que a poco estuvo de llevárselo para siempre. Me dijo que había pedido su visado para regresar a Francia, e intenté disuadirlo a toda costa. En ese medio tiempo le llega la invitación del torneo de Cáceres al que asiste también, inopinadamente como invitado, su amigo portugués Francisco Lupi, que lo gana y gana también el torneo, pues la salud del campeón era cada vez más precaria.
Me llega una carta de él desde Cáceres donde me dice que definitivamente se va con Lupi a Portugal porque allí le tienen organizado una serie de exhibiciones que le seguirán proporcionando ingresos modestos y de paso descargar a la FEDA y a los organizadores españoles de los gastos de casi tres años que llevaba entre nosotros. Y como colofón una extraña frase que me dio mucho que pensar: “Ayer noche he tenido una inesperada visita de una persona para mí un tanto familiar de la que ya te hablé pero no puedo decírtelo por carta. Nos veremos en Madrid a mi regreso antes de salir para Lisboa. Tu amigo Alekhine”. Sin pensarlo mucho le contesté a vuelta de correo y le dije que fuera quien fuese esa visitante que pospusiera su viaje a Lisboa, que en España podía seguir escribiendo libros y jugando torneos y exhibiciones…, pero ya no lo volví a ver. Tres meses después, en la noche del 23-24 de marzo de 1946 moría sólo, en una fría habitación del Hotel del Parque de Estoril, con la cena de la noche anterior ante él, pero con los platos vacíos según las fotos. Dictamen oficial de la muerte: asfixiado con un trozo de carne, para mí, dice con rotundidad: un frío y vil asesinato. El resto es historia manipulada”.
Jugando al ajedrez con Benavente
Volviendo a la actividad periodística de Agustín en la que el ajedrez ocupó desde siempre una parte muy importante, su atención se centraba en los acontecimientos nacionales e internacionales de cuyo análisis y difusión vivió los 35 años de corresponsal en París. Poco antes de su partida para la ciudad del Sena su director José Sánchez Silva, el autor de Marcelino Pan y Vino, le llama para que se presente en su despacho:
“Sin pérdida de tiempo me presenté ante D. José que muy solícito quería proponerme, o mejor ordenarme uno de esos trabajos que tanto odié siempre como eran las entrevistas:
—¡Oye sabio!, me dijo con una sonrisa cómplice que a mi me escamó. Acabo de enterarme de que don Jacinto Benavente se pasa las noches en el María Guerrero jugando al ajedrez con un amigo, mientras se representan Los intereses creados. Ve a jugar con él y tráenos algo original del maestro. Porque como sabes don Jacinto es un hombre de un gran ingenio que todo el mundo admira y creo que sería bueno para el periódico entrevistarle.
Y ahí me tienes a mí en busca del premio Nobel sin conocerlo de nada. Y por si fuera poco que me atendiera, que me admitiera y además que quisiera jugar una partida de ajedrez conmigo, un perfecto desconocido… Imagínate los nervios que yo tenía cuando me encaminé hacia el teatro. Hay una máxima que dice que todo tonto tiene un dios que le ayuda y yo siempre he confiado en ella. Y allá me fui. Pregunté por don Jacinto y me dijeron que estaba en su camerino. Llamo a la puerta.-Adelante, dijo alguien; empujo la puerta y me encuentro con un grupo de personas alrededor de una pequeña mesa viendo cómo don Jacinto y otro señor jugaban al ajedrez. (El otro señor era el veterano actor Ricardo Juste rival asiduo del premio Nobel al que, como relataba el propio Juste, “ en ocasiones le dejaba sin papel en el reparto de una obra para disponer de él y poder empalmar las partidas. Benavente, jugando, era más espontáneo que Juste; Juste, más cerebral. Pero jamás pudo derribar el rey de Benavente. Al advertir éste el mate, lo derribaba él mismo. Manías. -Santiago Córdoba-,”).
Alguien me presenta y el Nobel, sin levantar la vista del tablero dice:
—¡Que me dejen en paz los periodistas!.
Entonces me acerqué a la mesa y le dije:
—Don Jacinto, yo he venido a jugar al ajedrez con usted porque me han dicho que es usted un jugador muy fuerte.
Se levantó, me miró de arriba abajo y preguntó:
—¿Para jugar conmigo?, pero si soy muy malo. Yo juego con éste porque es peor que yo y le gano siempre.
—No importa, insistí, he venido a jugar y me agradaría mucho poder hacerlo con usted.
Me invitó a sentarme y al ver que yo era un jugador experimentado, le gustó mucho porque así aprendía. Jugamos durante ocho días consecutivos y cada noche que volvía al periódico Sánchez Silva me preguntaba:
—Vamos a ver, sabio, ¿qué me traes?.
—Nada don José María. He jugado con él pero no habló durante las partidas.
¡Pero eso es imposible!, replicó, claro que conociendo a los ajedrecistas no me extraña, ya que sois de lo más raro. Y así los ocho días. Al noveno me llamó a su despacho y me dijo:
—Mira voy a cerrar el SÍ y quiero lo de Benavente para mañana, así que mira a ver si les sacas algo porque yo el domingo tengo que abrir con una entrevista a don Jacinto.
Salí de su despacho envuelto en un mar de contradicciones y me fui a jugar, como todas las tardes en el María Guerrero con Benavente. Después de las consabidas partidas con el genio me fui a mi casa y comencé a escribir una entrevista toda inventada, basándome principalmente en lo que yo pensaba que diría a esta o aquella pregunta. La firmé y me presenté al día siguiente en el despacho del jefe. Éste comenzó a leerla y se desternillaba de risa ante las ocurrencias, según él, del gran escritor.
—¿Ves?, me dice, esto sí que es ingenioso. ¡Ya te decía yo que tenía mucha chispa!
Mientras, para mis adentros estaba aterrorizado. A la mañana siguiente la leería don Jacinto, escribiría una carta al director diciendo que todo aquello era una sarta de mentiras y de patitas a la calle. Claro que a mí me daba lo mismo porque de una manera o de otra iba a quedar en el paro, pues si no la hubiera escrito el despido fulminante habría llegado. Así que me resigné y a esperar acontecimientos.
La tarde siguiente fui al camerino de Benavente. Entré y le dije:
—Don Jacinto, vengo a pedirle perdón por la entrevista. ¿Está usted muy enfadado conmigo? Yo trataba de hablar con usted pero usted no decía nada y me he permitido la osadía de adivinar entre sus pensamientos esto que he escrito. Lamento que no tenga ni el ingenio ni la altura, ni la gracia que tienen sus respuestas, pero me han obligado a entregarlo porque me han dicho que ocho días de convivencia don Benavente, sólo a un obtuso como yo no le han dado ningún resultado.
Me miró sonriente y me espetó:
— Ha contestado usted mejor de lo que yo lo hubiera hecho y sus preguntas han sido muy ingeniosas. Le doy las gracias y me alegra mucho saber que tengo tanto talento. De ahí que desde aquel día decidiese no volver a hacer una entrevista y así ha sido.”
La contundencia y el énfasis que Manuel de Agustín pone en cada una de sus respuestas y de sus pensamientos contrastan con la educada sensibilidad que siempre manifiesta hacia cualquier tema y la abierta y sincera visión que mantenía hacia su pasado, el de su patria y el de sus amigos y profesionales que le acompañaron o estuvieron a su lado en estos casi setenta años de recorrer con su micrófono y su máquina de escribir los frentes y salones de toda Europa codeándose con las personalidades políticas militares y culturales más relevantes del siglo XX.
Foto de portada: © familia de Agustín
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