Ángel Antonio Herrera publica una crónica de la nueva modernidad, un mural de un país insólito y a menudo estupefaciente donde la mentira prospera como un reguetón, el Parlamento se parece a un plató y la dicha depende de un like. Evidentemente, habla de España.
En Zenda reproducimos el prólogo de Salvaje España (Plaza & Janés), de Ángel Antonio Herrera.
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PRÓLOGO
Este libro levanta un retrato de la España en curso, con algo de crónica de sobresaltos y algo de santoral exprés, donde igual cabe un ministro de disloque que una chulapa de reguetón.
Las cosas, en España, viven tanto en la acrobacia que procede insistir en el tópico aclaratorio. Yo escribo bajo la última hora, que suele salir penúltima. Hay que decir cuanto antes que la temporada es apasionante, pero a uno solo le apasiona a ratos. Igual el problema es mío. Quiero decir que, por lo general, lo que no importa, importa muchísimo, mientras nos vamos domiciliando la vida en Instagram y en sitios aún peores, y así la vida moderna se parece poco a la vida real, en cualquier caso, donde ya todo es vicario, y una bobada prescindible. En esta nueva modernidad hemos atado la costumbre, tan resueltos, y el tiempo ahí es líquido, como diagnosticara Bauman, pero también resulta líquido el mundo, que no ha pasado de ser un viejo error, sin embargo, según la máxima no superada de Ginsberg, un ácrata del camino.
Todo lo último tiene un prestigio, sin más, y la banalidad es un saber y el diccionario lo impone el corrector del iPhone, que no da una. El día malhadado que se caiga internet, o al móvil se le mueran las pilas, veremos la oscuridad de idiotas en la que nos vamos moviendo. Pero reunimos mucha biblioteca de robótica y salimos a cenar para hacerle una buena foto a la lubina y que cada uno siga de tertulia con su propio móvil planetario. Eso sí.
La mascarilla ya es ajuar del pasado, por suerte, y ahora en el ajuar nos importa mucho el tanga de salir en las redes sociales, porque el tanga, y acaso otras bárbaras brevedades, son el aforismo de una sociedad que piensa poco y posa mucho, con lo que la lencería es la copa del nuevo pensamiento que hay, o que acaso no hay. Eso, y decir a menudo la palabra rojo o la palabra facha, que es como reinauguramos las dos Españas que no sé yo si existen. Hemos pasado de la irrealidad de la pandemia a la irrealidad de la postpandemia, que es lo que más o menos tenemos ahora, y entre una cosa y la otra han sucedido volcanes, guerras, elecciones, temporales, desgobiernos, amoríos y amnistías, y hasta ha dado tiempo a que se muera Tina Turner o Concha Velasco. Estas páginas, por tanto, se asoman a la debacle y al entusiasmo, al cabaré y al velatorio, a la estulticia y a la ilusión, al éxito del exceso y al porvenir del embuste. He aquí la dulce barbarie de nuestra nueva vida.
Al escribir de España vamos mirando los muros de la patria nuestra, como siempre, pero además vamos cosiendo nuestras propias biografías, que ya tienen más compromiso en el móvil que en la taberna, menos verdad en el trato que en TikTok, donde todo es felicidad, que es como decir mentira, o casi todo.
Ya se habrá intuido que este no es un libro de temario cultural, o político, o social, pero sí de todo eso junto, bajo el ordenamiento de cierto desorden. Se trata de un viaje a la vida misma, que no muere nunca, porque la Inteligencia Artificial manda en el horizonte, pero jamás ocupará la ebria infinitud de la emoción. Me ha resultado un collage con nombres y asuntos que sobreviven a la actualidad, porque la modernidad es la actualidad que aún se entretiene un rato ante el espejo. Me he servido de muchos artículos que publiqué en su momento en el periódico ABC, donde ahora firmo, porque uno escribe para ver qué piensa de un asunto o de otro, y eso ahí se va quedando. Yo, si busco enterarme de lo que opino, tiro enseguida de mi propia hemeroteca del periódico, y a veces estoy de acuerdo y otras veces no. Porque soy el desconocido que me queda más cerca, y del que más me fío, quizá.
Convido aquí, en fin, a un álbum rápido, bajo reprís de fragmento, que prueba a colorear con la palabra promiscua una España de color gris, o de color arcoíris, pero en todo caso insólita, arrebatada o impensable. La tecnología ya va sabiendo de todo, lo que viene a avalar que nosotros vamos sabiendo a diario aún menos, y quedamos así a un soplo del virtuosismo de la ignorancia. La memoria la tenemos en Google, preferiblemente, y así estamos desentrenando un don, el don del recuerdo, que es donde tiene manadero la imaginación. Estamos entre el flash y el sonambulismo, entre la foto falsa y la recarga del móvil, que es como ahora el alma se enchufa su alimento.
En este libro vienen los retratos sucesivos de las figuras más populares, descollantes y desmedidas del reciente folclore cívico o político español, desde Pedro Sánchez a Isabel Díaz Ayuso o Carles Puigdemont. Desde Rosalía o Macarena Olona, hasta Irene Montero o C. Tangana, entre muchos otros. Y también están los acontecimientos atronadores de la época última, o penúltima, desde el exilio del rey Juan Carlos al auge de la noticia falsa, la fiesta trans, el bienestar animal o el fútbol femenino.
No hemos salido mejores, como país, desde la pandemia, yo creo, pero España sí ha salido salvaje, decididamente. De eso trata este libro, con disfrute y descaro, con ironía y valentía, bajo cierto confeti de coña y no poco calambre de sorpresa. Estamos ante un mural frenético de una nueva modernidad, ante la gran foto coral de un país convulso, imprevisible y a menudo estupefaciente donde los toreros son homicidas, Joaquín Sabina se casa, Tinder computa como lectura, el reguetón triunfa en los bautizos, las mascotas usan mejor sofá en el salón que un abuelo y el pensamiento se cambia el bikini en el almanaque de Instagram.
Spain is different, claro que sí.
Como siempre, pero más.
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Autor: Ángel Antonio Herrera. Título: Salvaje España . Editorial: Plaza y Janés. Venta: Todostuslibros.
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