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La irrealidad de la realidad

La irrealidad de la realidad

“Gente honesta con ganas de trabajar”: se busca a una familia para reabrir un viejo almacén en un pueblo de cuatro habitantes, reza una noticia del diario La Nación de Argentina del 28 de marzo de 2023. El pueblo diminuto al que se refiere el titular, El Pensamiento —sin electricidad ni señal telefónica dentro de un circuito de turismo rural—, se encuentra al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, a poco menos de una hora en automóvil de Coronel Pringles, la ciudad donde nació César Aira y en la que se desarrollan varias de sus novelas.

El Pensamiento es, además, el pueblo donde nació Isabel González Aira, la madre de Aira, que escribió un libro de relatos que se llama El Pensamiento: “un libro acerca del lugar donde nací”. Es así como En El Pensamiento (Random House, 2024), de César Aira, es una vuelta al origen, donde se puede inferir que se cuelan rasgos autobiográficos de este autor de culto.

"Si bien la madre figura en la trama, el narrador dice que la imagen que tiene de ella es más bien como la de una invención, mientras que la del padre es sólida y se corresponde con lo real"

Aira, que ha escrito más de cien novelas, en su mayoría breves, o nouvelles, se apropia del pueblo como escenario, cuyo nombre de por sí lo reviste de un aire surrealista —en sintonía con el sello de identidad de su obra literaria—, para construir una trama no exenta de humor, elucubraciones y giros inesperados. Y de allí parte una fórmula en la que emplea un lenguaje sencillo, nada pretencioso —a no confundir con la densidad de sus ideas—, en las que lleva la ficción a extremos que rayan en lo fantástico.

La portada del libro plasma la imagen dominante de la narración en la que observamos a un hombre con un niño, lo que nos hace pensar que se trata, como en efecto lo es, de un padre y un hijo, los protagonistas centrales. Al fondo del tono ocre se distingue lo que sería una pequeña estación de tren y una locomotora intencionalmente dibujada en blanco. Si bien la madre figura en la trama, el narrador dice que la imagen que tiene de ella es más bien como la de una invención, mientras que la del padre es sólida y se corresponde con lo real.

"La vida en el pueblo, con solo veinte casas al momento en que se cuentan los hechos, gira en torno al ferrocarril y la estación de parada en una línea que atraviesa parajes de La Pampa"

El narrador se remite, al dejarse llevar por el fantasma de su memoria, a un año remoto que lo marcó especialmente cuando a la edad de siete años les anuncian, a él y a sus hermanitas, que se mudarán de El Pensamiento a Coronel Pringles. El padre emigrante es tan emprendedor que es dueño de casi todo el pueblo y decide expandir sus negocios a Coronel Pringles.

En ese sentido, para que el niño no tenga problemas de adaptación en una escuela de verdad en la ciudad de destino, contrata a un preceptor para que lo prepare en su transición. Organizan un picnic para que se conozcan el niño y el preceptor, “un joven pálido e intrascendente”, que de paso termina siendo tan amigo del padre que salen juntos de cacería y, además, se enamora de la maestra de la escuelita del pueblo —a la que parecía motivarla el non sequitur—.

"Si algo tiene Aira, con su desbordante imaginación y capacidad de inventiva, es voluntad de estilo, tan difícil de encontrar hoy en día"

La vida en el pueblo, con solo veinte casas al momento en que se cuentan los hechos, gira en torno al ferrocarril y la estación de parada en una línea que atraviesa parajes de La Pampa: “De todas las estaciones del ferrocarril francés que iba al puerto, era la que tenía el nombre más poético”. Y de lo poético a lo hilarante detectamos que el narrador —que nos cuenta ya de mayor— tiene muchos pensamientos En El Pensamiento: “Experimentaba, como todos los niños, con la negación de la negación: la irrealidad de la irrealidad resultaba en realidad”.

Surge el miedo a la locura, sentirse al borde del abismo mental, salvándolo los pensamientos conscientes que construyen un dique. Algunas apreciaciones del niño son un poco más pragmáticas, sin dejar de tener el atributo de la extrañeza de la pluma del autor. Si algo tiene Aira, con su desbordante imaginación y capacidad de inventiva, es voluntad de estilo, tan difícil de encontrar hoy en día: “Unos patos cabezones se alejaban de la orilla a mi paso, lanzándome miradas resentidas”.

"El narrador considera a la novela que escribe más bien como un libro de imágenes, por lo que resulta normal que se superpongan tiempos, olvidos, recuerdos, pasajes e invenciones"

En medio de las frecuentes digresiones, características de Aira (en este caso acerca de animales, la estación del ferrocarril, una palabra con dos significados, los dibujos como forma de escritura o la “lectoescritura”), el narrador crea expectativas sobre un “acontecimiento” que se deja colar a medida que se avanza en la lectura, lo que crea intriga en el lector.

Este acontecimiento es contado con claridad hacia el final de la novela, y tiene que ver con el color blanco fantasmal de la locomotora que aparece en la portada. Para no ahondar en detalles y dejar que el lector se sorprenda con lo que allí ocurre, cabría no comentar el paso de lo verosímil mantenido a pulso hasta un acontecimiento incluso más allá de lo fantástico.

"Parte de su respuesta desató carcajadas cuando afirmó, con su hablar pausado y con un marcado acento argentino en inglés, que lo había hecho solo con su primera obra"

Uno de los los entramados que se cuela en la novela son las frecuentes especulaciones sobre literatura y escritura: “Después de todo, la literatura se basa en la realidad, y es natural que la realidad a veces devuelva su reflejo a la literatura”. A la vez que el narrador considera a la novela que escribe más bien como un libro de imágenes, por lo que resulta normal que se superpongan tiempos, olvidos, recuerdos, pasajes e invenciones.

Este último punto supone un cruce con los singulares hábitos de escritura de César Aira —quien nunca da entrevista a medios argentinos, solo a los internacionales, y que escribe siempre en cafés y a mano—. En una abarrotada librería McNally de Nueva York, este reseñista tuvo el privilegio de preguntarle si era cierto que nunca releía o corregía sus textos o si se trataba de una leyenda. El autor respondió, con un sonrisa tenue y amable en el rostro, que escribía bastante lento dado que pensaba cada frase. Parte de su respuesta desató carcajadas cuando afirmó, con su hablar pausado y con un marcado acento argentino en inglés, que lo había hecho solo con su primera obra (Moreira), y que se dio cuenta de que su libro no necesitaba reescritura porque le había quedado “beautiful”. La irreverencia como sello de marca de un escritor que, con sus experimentos literarios, crea paradigmas.

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Autor: César Aira. Título: En El pensamiento. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

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