Ladakhi, astori, magari, sherpa, hunza, rai, gurung, bhotia… gentilicios con los que se conocen a los habitantes de distintos lugares del Himalaya y el Karakórum que han trabajado como porteadores, guías y que, finalmente, ellos mismos se han convertido en alpinistas tan buenos como los mejores en las grandes cumbres del Himalaya. Desde las primeras expediciones, hace más de cien años, hasta la actualidad, con todos los triunfos y todas las tragedias que pueden haber ocurrido en uno de los territorios donde la aventura no puede sino producirse encadenada al sencillo hecho animal de seguir respirando. Bernadette McDonald (Biggar, Canadá, 1951) nos trae en esta ocasión la historia de los escaladores de Nepal y Pakistán, volviéndonos a mostrar que su calidad como escritora supera, con mucho, a la que podría considerarse propia de alguien dedicado a un género tan magnético como es la literatura de montaña. McDonald posee el ritmo, el frenesí, el talento narrativo, la motivación, la capacidad creativa, la sabiduría enciclopédica y el amor por los personajes que precisa tener todo gran escritor.
Habíamos leído su biografía de Voytek Kurtika o su libro dedicado a los grandes alpinistas polacos de los años ochenta, Escaladores de la libertad, y ahora se entrega a rescatar a los que siempre han estado ocultos porque los medios de comunicación atienden, sobre todo, a la suerte de los alpinistas del país propio. Conocemos bien a los europeos y a los americanos, también a algún japonés y coreano, incluso sabemos de alpinistas de Sudáfrica, pero reconocer la valía y las grandes aportaciones de los alpinistas locales nos enfrenta a un nuevo punto de vista. A medida que avanzamos en la lectura, nos damos cuenta de que todas las historias que nos contaron, incluida la de la primera cordada en hacer cima en el Everest, estaban truncadas. Faltaba esta parte vital en la conciencia de la narración: conocer las emociones de quienes comenzaron estando al servicio de los alpinistas occidentales y terminaron protagonizando grandes hazañas. En este sentido, este libro es un motín necesario.
Es también una lección de geografía y de historia. Vamos a adentrarnos en los hábitats de pueblos que serían desconocidos de no aparecer en imágenes de documentales sobre alpinismo. Y así sabremos de su pobreza, que es la primera razón que les impulsó a dejar atrás un modo de vida que apenas daba para comer, y sabremos también de su energía, de su afán de superación. McDonald insiste, con frecuencia, en el viejo espíritu de cordada, narrándonos como grandes éxitos no ya las cumbres que se alcanzan, sino la solidaridad entre alpinistas, sean de la nacionalidad que sean. Es ahí donde se entretiene y muestra los puntos fuertes de su literatura: cuando la amistad se impone. Al fin y al cabo, los mejores momentos literarios no tienen tanto que ver con el despliegue de recursos filológicos como con la sensación de comulgar con un instante emotivo. McDonald nos hablará de quienes cargaron a sus espaldas durante días a montañeros lesionados, de Tenzing Norgay —el compañero de cuerda de Edmund Hillary en la primera ascensión al Everest—, de gente como Little Karim a quien se deben tantos éxitos en el K2, de quienes han subido docenas de veces al Everest para garantizar la cumbre de escaladores extranjeros. Nos iremos dando cuenta de que la historia que nos han contado sobre las grandes cumbres estaba mutilada por un espíritu que también es colonialista. Será ese amotinamiento el que trascienda en esta ocasión, el que otorgue al libro ese punto de azúcar que nos empuja a definirlo como necesario. Por lo demás, ya lo conocíamos de obras anteriores, Bernadette McDonald vuelve a mostrarse como una gran escritora, alguien con un enorme talento y una inmensa capacidad de trabajo.
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Autora: Bernadette McDonald. Título: Los verdaderos héroes del Himalaya. Traducción: Rosa Fernández-Arroyo. Editorial: Desnivel. Venta: Todos tus libros.
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