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Una sinfonía íntima

Con estas líneas quisiera llamar la atención sobre la reciente aparición de Y la que escucha no es ella, segundo poemario de la poeta barcelonesa Silvia López Ripoll, recientemente aparecido en la colección “Baños del Carmen” de Ediciones Vitruvio. Hay que agradecer de nuevo a su editor Pablo Méndez, la voluntad de apostar por las propuestas más arriesgadas y originales.

Silvia López Ripoll, es profesora en la Universidad de Barcelona, licenciada en Filología Hispánica, máster en formación de profesores de español como lengua extranjera y autora de diversos manuales para el aprendizaje de la lengua. Anteriormente ya había mostrado las líneas temáticas de su poesía con la publicación en 2021 de En este tiempo prolongado (Cuadranta Editorial).

"En Y la que escucha no es ella, los símbolos son de matriz musical. Todo el libro adquiere la forma de un largo poema sinfónico en tres movimientos"

Lo que en primer lugar llama fuertemente la atención de Y la que escucha no es ella, es la presencia de aquello que el poeta y crítico literario T. S. Eliot, al igual que otros antes, llamó correlato objetivo, concepto que hace referencia a un hilo conductor, a una cadena de acontecimientos o símbolos que estructuran todo el poemario.

En Y la que escucha no es ella, los símbolos son de matriz musical. Todo el libro adquiere la forma de un largo poema sinfónico en tres movimientos.

En el primero de ellos se expresa el motivo, o tema principal; en la sección intermedia —la más larga— se desarrolla el tema con toda la riqueza rítmica y melódica que la sensibilidad poética de su autora permite; y finalmente la sección tercera proporciona la coda, una recapitulación, o colofón de todo lo anterior, que dota a la obra de un sentido de cierre y finalidad.

"La autora lo utiliza como una herramienta para examinar su propio sentir, con el necesario desapego. Y aún más, de forma significativa nos precisa que lo esencial es ser transparente"

Si hablamos de ese tema de fondo que estructura todo el poemario, Silvia López Ripoll se impone un reto mayúsculo al situar como eje motor del libro, la búsqueda de una armonía, de un lenguaje personal, íntimo, que dé respuesta a los acordes a veces bellos, a veces dolorosos, pero siempre desordenados de la vida. Así pues, el centro del libro es una presencia que intenta ordenar el gran pentagrama del mundo, con esa batuta de director de orquesta que es la palabra.

La autora nombra a esa especie de pasajero inquisitivo que acompaña íntimamente a todo creador, como un ser que escucha atentamente dentro de ella, pero que no es ella misma, una presencia que Cuando llama a tu puerta / tú le dices / entra / y sus pasos son como notas.

Con este recurso López Ripoll echa mano, —brillantemente hay que decir—, de un elemento recurrente en la literatura universal: la figura del doppelganger, o doble, la encarnación simbólica de un yo problemático. La autora lo utiliza como una herramienta para examinar su propio sentir, con el necesario desapego. Y aún más, de forma significativa nos precisa que lo esencial es ser transparente. De ese estado de transparencia, de ese vaciarse de uno mismo y dejar que entre el mundo, han hablado, entre otros, poetas como José Angel Valente.

Poesía pues de de la extrañeza, poesía del estupor, lírica del asombro.

"La intuición de que existe algo connatural a nuestra relación con el mundo, la búsqueda de una canción latente, subyacente, innata"

Silvia López Ripoll demuestra en este libro que sabe unas cuantas cosas que la convierten en una singularidad dentro del actual panorama poético, a menudo tan adocenado. Entre otras cosas, sabe que la poesía es ante todo música. Y que la música es un ojo en la cabeza del poeta, una forma de mirada interior. El poema no es únicamente una especie de diapasón que vibra ante la resonancia de todo aquello que nos llega de fuera, es también ese algo inexplicable que escrutamos dentro de nosotros mismos, un ritmo antes de la canción, como ella misma nos aclara.

Y es que no se puede negar que toda expresión artística, musical, poética, tiene, en parte, algo del eco de la propia experiencia personal. Y, sin embargo, hay una estirpe de poetas, a la que López Ripoll pertenece, que pone toda su atención en ese eco, no para reproducirlo, sino para analizarlo y descomponerlo en sus elementos primordiales, para llegar más allá; a un reconocimiento del hecho poético en su génesis, con el propósito de destilar esa materia, tan sutil y tan frágil, que es apenas un acento, o una intuición. La intuición de que existe algo connatural a nuestra relación con el mundo, la búsqueda de una canción latente, subyacente, innata.

la música late conmigo para llevarme / a la sustancia/que muere cada día en la memoria / y no en el corazón de cada cosa

La sustancia —releamos bien— que muere en la memoria y no en el corazón de cada cosa. Se manifiesta así la voluntad de Silvia López Ripoll de llegar al fondo de las cosas. Es, en definitiva, una lucha por poner el mundo, su mundo, en orden. Ya que esa es la forma que tienen los poetas de librarse del desasosiego del ser, de dar respuesta a un ritmo atávico en la sangre que convierte en partitura todo lo que toca.

A modo de ejemplo se podrían enumerar algunos de los elementos que resuenan en esa partitura y a lo largo del poemario:

"Una sinfonía puntillista que intenta captar lo impalpable. Es un flujo de conciencia lírico y musical, pero también una búsqueda orientada y sistemática"

El tiempo, el viento, tambores, pájaros, vinilos de rock, jardines, el mar, galopes, enigmas, perros, calles, un disparo repentino, una estampida de bisontes bajo el cielo raso, la nieve, la radio, la tetera humeante, una mariposa chocando contra la bombilla, un blues, la flauta de un encantador de serpientes, un mosquito, una cigarra, jazz, la tierra entera, volcanes ardientes, soles… Es una verdadera polifonía que asedia a ese ser que habita en el centro de Y la que escucha no es ella. Los poemas son en parte destellos de la memoria, y en parte enjambre de luces, reflejos, rostros, objetos escogidos, elegidos por la atención o por la memoria. Una sinfonía puntillista que intenta captar lo impalpable. Es un flujo de conciencia lírico y musical, pero también una búsqueda orientada y sistemática.

Pero dónde te escondes / cuando el estruendo / la violencia / cuando horarios / cantidades / brazos cansados / dónde te escondes / cuando yo galopo / por los campos del diablo / y nada está consciente / y suena el fragor / de los perros / en el parque / y sólo veo un árbol / con una minúscula / hoja verde.

En definitiva Y la que escucha no es ella, es una exploración acerca de la naturaleza del acto creativo. Una mirada hacia ese punto en que se imbrican experiencia vital, búsqueda de significado, metareflexión sobre la propia poesía, pulso musical, e incluso, contemplación de la naturaleza. El libro fluye, mezclando imágenes sensoriales con el pensamiento y la emoción en abstracto. Abordando todo con la profundidad de una conversación entre mundo y espíritu. La esencia de esa comunicación es la clave de todo: ¿Cómo expresar el complicado equilibrio que constituye la quintaesencia de la belleza y el misterio del hecho poético?

Silvia López Ripoll lo consigue, construyendo un mundo detallado, un andamiaje hecho de ritmo, armonía y símbolo, emocionalmente resonante,  y que es también una celebración de la creatividad y de la vida misma.

tú lo sabes / tú eres fértil / amor / porque de ti hacemos siempre / una nueva melodía / y la que escucha / la que escucha / no es ella / ella sólo mueve / las notas a distancia / y tú usas su voz para cantar.

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Autora: Silvia López Ripoll. Título: Y la que escucha no es ella. Editorial: Vitruvio. Venta: Casa del Libro.

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